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El ¡Jesús! del estornudo.

El estornudo es un mecanismo físico y automático de defensa que lo desarrollan muchos animales terrestres de varios reinos e incluso algunos acuáticos y anfibios. Se trata de una gran sincronización de músculos y elementos del entorno de la respiración, para provocar una expulsión casi total y violenta de ese fluido junto con saliva, mucosidades, partículas y microbios, que en los humanos se resuelve por nariz y boca.

La explosión es precedida por unos instantes de “indecisión”, incluso de angustia en los que se preparan ajenos a la voluntad los elementos implicados (musculatura del tronco y cabeza, válvulas, glándulas, conductos…) y que los cercanos a un individuo que va a estornudar, aprecian como un movimiento del tronco hacia atrás con una inspiración profunda, que se resuelve con un “gatillazo” hacia adelante y la expulsión de una nube de átomos y partículas mayores que puede proyectarse varios metros.

La mayor parte de las lenguas latinas lo llaman de una forma parecida: Esternut, estarnuto, eternuement, starnuto, stranut… que los académicos juran que procede del Latín “sternumentum o sternutamentum”, pero que a algunos nos parece demasiado largo y sin fondo ni consistencia como para ser el origen de algo que otras lenguas resuelven con recurso a la onomatopeya, como el británico “sneeze”, los védicos “jachi, chink, chiik, hachyum…”, los germánicos “niesen, nyse..,” o los populares “achís, atchís, achigis…”.
Los “fans” de lo latino ven similitudes en “sternere sterto-ui estertor”, que es el roncar y en “sterno”, extender, como quien extiende un mantel en el suelo para un “pique nique”, pero lo más probable es que el estornudo haya sido un fenómeno común desde antes incluso de que surgieran los lenguajes y no haya tenido que esperar a la existencia de elementos o acciones modernas como las mantas o la siembra para tomar su nombre.
No se puede echar mano del Euskera de hoy (y menos del Batúa), donde su alocución, actual “demistiku, doministiku”, con tufo eclesiástico ha borrado las antiguas de “usin, etxu”, que ya no se oyen, pero es posible que la forma castellana (lengua, siempre menos alterada que sus hermanas) retrotraiga y recuerde a “estu ornu”, donde la primera parte se refiere a la “apretura”, a la tensión y la segunda a la caja torácica representada por el espinazo o articulación principal del cuerpo, “ornú”, a los instantes previos a la expulsión del aire, cuando se desencadena el proceso automático de tensión.
“Usin” recuerda al vaciado que se ve más adelante y “etxu” tiene un aire onomatopéyico claro.
Hay una constante en los investigadores dedicados a la Etimología (pero también en otros más científicos de la Antropología, Historia y Arqueología) que envían continuamente mensajes subliminales dándonos a entender que las generaciones antiguas eran ignorantes y limitadas en su capacidad de raciocinio, pero el análisis desde el Euskera desmonta una y otra vez esas insinuaciones, mostrando que la creación de las palabras conlleva una gran dosis de conocimiento, de lógica y didáctica orientada a que estas sean entendidas y memorizadas.
El ejemplo puede continuar con la respuesta mayoritaria que se da en España a quien estornuda, ¡Jesús!, aunque también es frecuente ¡Salud! y la explicación ñoña que dice ser una invocación a la divinidad al estilo de Francia, donde se dice «Que Dieu vous bénisse», pero que no es delegable en el Hijo, así que, ¿de dónde el Jesús?…
Pues parece sencillo.
En Euskera, “kex” es una raíz compleja que aglutina la aflicción, la inoportunidad, la molestia, la inquietud… y “uts” es tanto la acción de vaciar, de sacar o extraer algo, como el propio vacío, así que “kex uts”, (una frase de ánimo para el que estornudaba) dicha seguido no pudo sonar más que a “Jesús” a los primeros predicadores que llegarían cuando aún el imperio mantenía operativas las aguas del Mediterráneo. Seguro que estos benditos se sorprendieron de que unos “saltarios” (del “saltus” más recóndito) conocieran la existencia del Salvador y usaran su referencia allende el mar, así que debieron intervenir para corregir un uso inadecuado del hijo, así se forjó lo de Francia, dirigiéndola al padre y en el propio Euskera, metiendo al Señor en ese “doministiku” que investigadores mediocres como el adulado Michelena tomaron como original y muestra de un préstamo más del Latín.
Sabemos de sobra que uno de los grandes fallos del Euskera es que muchas de sus voces originales, son abandonadas por sus hablantes, que crean otras sucedáneas de muy inferior calidad e inútiles para la Etimología.
El Castellano ha conservado muchas de esas expresiones mejor que la propia Lengua Vasca y de ese archivo se extraen estos postulados.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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