Mamífero proboscidio terrestre (el de mayor tamaño), que actualmente solo vive de forma natural en África, India y Sumatra.
Su nombre es compartido –casi- sin fisuras en el Griego y lenguas latinas, germánicas y bálticas, donde varía muy poco, desde el “elephantus” del Latín a formas como “elefanto” ó “elevant”, mostrando un origen común entre todos los occidentales, con la rara excepción de los islandeses, que le llaman “fill”, muy parecido a árabes y turcos.
Tampoco hay variaciones de importancia entre los eslavos, que le llaman “slon”, con solo caprichos epigráficos y lo mismo sucede con las lenguas de la India, en algunos de cuyos territorios quedan elefantes, donde le llaman “hati, hathi, haatee…”.
En el entorno de Sumatra, le dicen “gajah” y si nos vamos a la zona ecuatorial o subecuatorial africana, donde en Swahili y Zulú, le llaman “tembo” e “indlovu” respectivamente, se cierra el menú.
Pero aquí nos interesa el nombre occidental, el “elefante” que se arrastra desde las épocas de Darío y que los etimologistas reconocen desconocer otra cosa, aparte de que el Latín lo tomó del Griego “elefas”, pero desconocen de qué fondo previo procedía.
La forma “fil” de los árabes, la más corta conocida y que algunos pretenden que sea la original, denomina igual al animal que a su “producto estrella”, el marfil, pero los que analizamos las voces desde el Euskera, sabemos que marfil es una voz compuesta de “marr”, rayas, trazos y de “fil, fin”, estilizados, finos, lo que se comprende inmediatamente al ver un trozo de marfil bajo una lupa de 50 aumentos y comprobar su rayado de crecimiento, que remeda las vetas de la madera, rayas que perduran incluso en el marfil fósil. Ver imagen.
Entonces surge la posibilidad de analizar una de las peculiaridades (únicas) de estos animales, la trompa.
La trompa es una adaptación “musculada” de la nariz, que sirve a los elefantes para respirar, bucear, alimentarse, manejar objetos, asearse, acariciar… y barritar.
En efecto, la trompa (nombre que recuerda a las trompetas) es un elemento singular de resonancia, capaz de emitir infrasonidos de menos de cinco hercios, sonidos que otros elefantes perciben tanto por el oído como por las patas.
“Fa, fal, fan”, es el nombre genérico de cencerros y otros elementos “músicos” en Euskera; de ahí derivan las famosas y ruidosas fanfarrias que amenizan las fiestas vascas, navarras y riojanas y de ahí parece proceder el nombre del elefante.
¿Cómo?.
“Ele” es una raíz con varios significados, uno de los cuales es el de lenguaje o modo de comunicación, así, “ele fan” equivale a decir “instrumento de emitir sonidos”. Si le añadimos el adjetivo “andi, ande”, tenemos “ele fan ande” y de forma contracta, “elefante”: El que tiene la trompeta grande.
Nuestros antepasados sabían mucho mas de lo que creemos.
Muy bueno Javier!
En cierto pueblo de Sevilla a la libelula se le dice Tintibalero.
Podría tener relación con nuestra antigua lengua?
Gracias y saludos.
Zalú.
H.H.
Es posible; la terminación «ero» no implica sexo o género e indica que el elemento realiza cierta actividad de forma reiterada. Puede ser el contacto con el agua cuando está poniendo los huevos…
Eskirrik asko.
Zalú.
Gracias a ti, Huan, que eres incansable.