Verbo de uso cotidiano y reiterado en cualquier ámbito castellano y que expresa el cambio de un estado o de una acción o inacción.
Si alguien quiere iniciarse en la postura crítica respecto a la forma general en la que los “sabios” de la lengua toman sus decisiones y nos las imponen a través de sus incondicionales agentes, quizás el verbo empezar sea el ideal.
Empezar solo se usa en Castellano; no hay en el entorno latino nada igual, ya que su equivalente más frecuente es el formado alrededor de “comenzar”, pero también son muy habituales los del tipo “iniciar”, “incepe…”, “originar”, “principiar”, “surgir”…
Tampoco hay nada parecido en las otras familias lingüísticas cercanas.
¿Cómo resuelven esto los citados sabios?
Pues con las artimañas habituales del forzado, corte, adición, compresión y tergiversación; concretamente diciendo que es una creación moderna… pero como siempre, basada en el Latín y concretamente en “pettia”, que luego –según ellos- daría “pieza”, pero ¡eso sí!, con un sentido primitivo de “comenzar a cortar la pieza”.
Se imaginan un bacalao colgado, al maestro de ceremonias dándole un tajo y todo esto debería suceder en Plena Galia o en Normandía, porque la “pettia” tendría que pasar previamente por el “píos” Gaélico, que ya suena a “piez…”.
Este tipo de mecanismos, que a cualquier persona sensata le han de parecer cuentos chinos, se nos venden como “alta lingüística”; no importa que los franceses llamen “morceau” a un pedazo, que los ingleses, maestros de lo que ellos llaman “borrowing” cojan voces de cualquier origen y las integren en sus papeles (“piece”) o que los vascos tengan un cajón lleno de posibilidades; el objetivo es recalcar todo un proceso con el Latín en el eje del tiovivo y las demás lenguas periféricas girando en torno suyo.
La cuestión es que hay una raíz euskérika de gran presencia, “emp, emb” que está relacionada con el embrollo y el empacho, con el atascamiento, con el desorden, con la carencia de disposición para continuar (por ejemplo se usa indefectiblemente cuando un aparejo de pesca se ha liado y no hay forma de desliarlo o en infinidad de casos mas) y que complementada con “eza”, estado de oposición, de situación contraria, de negación, nos dice claramente que algo ya puede ser iniciado, que ha desaparecido la acción o el elemento que impedía la actividad.
Ahí esta “emp eza”, que sin quitar ni poner nada, sin recurrir a trampas ni cartones y con solo la terminación verbal, dio “empezar”, la voz clave a la que el diptongo le llegó después, así que fue primero “empeza” y luego “empieza”.
Cómo es que solo el Castellano la ha recogido en puridad, en tanto que el Euskera solo usa algunas aplicaciones, es uno de los enigmas que se repiten una y otra vez y que sugieren que la lengua de Cervantes era mucho más conservadora que ninguna de las cercanas y que el Vasco –en cambio-, se desprendía con facilidad de voces cuando otros las asumían y se ponía a crear “sucedáneos-basura” .
Salud Javier.
O que el mal llamado castellano no es más que la evolución consecuente del eukele, ahí es ná.
Y que el euskera evoluciona quitando y transformando sus palabras por alguna razón ignota, quizás aversión a los impuros peninsulares (moros y judios) tal como dictaba la insana madre iglesia.
Zalú y Libertá.
H.H.