Es una forma más para definir el estado de gravidez de una mujer, pero no de cualquier hembra.
Al mundo de la cultura no le ha resultado difícil viajar en el túnel del tiempo a la lujosa Roma e imaginar jóvenes patricias embarazadas luciendo sus túnicas sin ser ceñidas por cordón alguno.
Así, se daba la razón al obispo Isidoro de Sevilla, que ya hace mil quinientos años dijo que “incincta id est sine cinctu”, es decir, las mujeres que no llevaban cinto es porque estaban preñadas.
Lo dijo el santo de gran cultura (para su época) y mayor propensión al dogma y –desde entonces- lo repitieron alegres sucesivas generaciones de lingüistas sin preocuparse de que tal voz ha de ser necesariamente muy antigua y no es probable que haya tenido que ser dependiente de la moda, de túnicas, camisas o kimonos.
El caso es que Castellano, Catalán y Francés, usan “encinta y enceinte” respectivamente , mientras otras lenguas latinas prefieren variantes de grávida y alguna como el Corso e Italiano, recurren a “incinta”, como le gustaba a Isidoro.
En las demás familias de lenguas cercanas no hay nada parecido a esta acepción, así que viéndolo raro, se ha realizado una aproximación al Euskera, partiendo de la forma francesa, que –por una vez- parece más cercana a la original.
Así, “enceinte”, tiene un lexema central muy potente, “cein”, que escrito en Euskera, “sein, señ” es una raíz preferente para la denominación de un pequeño ser humano, un bebé.
El morfema inicial “en”, suele ser en muchos casos, una especie de sonorización de “em”, raíz que define al género femenino y la coda “ta” es el participio que indica el estado, una especie de “present continuous tense”, de manera que “em sein ta” no dice otra cosa que mujer en estado de gestación.
Dejemos el cinto para los pases de moda.