En la zona eurasiática y norteafricana en la que se suele intervenir con más frecuencia, hay unas sesenta especies de enebros que se clasifican en el género “Juniperus” procedente de su nombre latino que ante la ausencia de similares, en bibliografía suele asignarse dubitativamente, al adjetivo celta “ieneprus”, rudo o bien al compuesto latino “iunio parere” (aspecto joven)
Su nombre es bastante homogéneo en las lenguas cercanas, sea cual sea su filiación y aunque la grafía difiere bastante, el sonido resulta familiar, “ieniever, yunipar, ginebre, ginepro, inebea, genevriér, juniper, einiber, gnibru, jeneverbes, ienupar, ienbar…” y solo se aleja en alguna germánica, en las eslavas, bálticas, celtas y en las habitualmente distintas (Finés, Magiar y Turco), destacando el Portugués que lo llama “zimbro” (elástico, flexible?) sin que sus académicos acierten a buscarle padrino.
Las lenguas actuales que se relacionan con el Celta, tienen para este género nombres tan alejados del enebro (“aitil, aiteann, meryw “), que es difícil dar crédito a que su nombre sea celta.
En cuanto al Euskera, “eburu”, se ve en este nombre una alta probabilidad de estar el origen de la clave los demás nombres, basado en dos propiedades de esta planta que se van a exponer con detalles.
Para entender el planteamiento conviene tener presente el morfema inicial del tipo “ʤin” y la parte compuesta final “ebru” que con ligeras variaciones se conservan en casi todos los nombres del “grupo homogéneo”.
Por otra parte, es necesario recordar que los enebrales más amplios y comunes en zonas serranas, solían tener una morfología serial inicial rastrera como estrategia de defensa no solo ante la limitación trófica de unos suelos pobres, sino a la presión del ganado y la amenaza del viento y los fuegos, por lo que en los últimos milenios, solo cuando había colapsos de herbívoros o cuando las zonas se hacían temporalmente inaccesibles, los pies rastreros cogían altura y si el periodo duraba bastante, ya sus troncos se tornaban indemnes al ramoneo.
En la foto de portada, extraída de la autopista A 68 en su estado actual (Google Earth), se ve una parcela de vocación ganadera que se cerró hace unos 30 años al pasto porque se sabía de la existencia de enebros rastreros y en ella han prosperado con forma columnar numerosos pies de enebro y aunque otros árboles oportunistas hayan crecido más, a largo plazo se establecerá un bosque con predominio del enebro ya que las condiciones son las vocacionales de los enebros.
En las dos siguientes fotografías se ven sendos pies en lugares y momentos muy distintos, que se han visto temporalmente a salvo de ser pastados y están elevándose con la forma característica de esta fase como en los de la parcela de la autopista. En ellos se aprecian muy bien las varias columnas paralelas que compiten por ser la guía definitiva del árbol ya próximo a consolidarse.
Este fenómeno que no es raro de ver en otros árboles del género en las etapas intermedias de desarrollo es “eb buru”, cabezas separadas, en Euskera, sentencia que se completa con “ʤin”, “txin”, menudo, aplastado, en referencia al estado inicial de la mata (figura siguiente), haciendo al unirse, “txinebru, jinebro”, base de la mayor parte de los nombres de este género en el suroeste europeo.
En la siguiente foto, los pies de los enebros comienzan a separarse del suelo y en la imagen final, se ve un árbol maduro que ha superado las etapas intermedias, pero que aún guarda rasgos de sus “cabezas secundarias”.
