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Ensayo, test, prueba…

Hay matices entre estas tres voces, que ya un párvulo distingue, pero el tratamiento académico que se da a su etimología es un exponente de cómo se pueden encadenar las ineptitudes (y otros factores negativos) de los gestores de la cultura, de manera que si las explicaciones por separado son dignas de tristeza, en conjunto son un disparate que es difícil de entender cómo no es desmontado.

Para la primera, quizás porque Covarrubias pasó una parte de su vida en Italia, cita “assagggiare”,  como verbo toscano y no lo asigna con seguridad al Latín, dejando el término ensayo del Castellano como acción limitada a la comprobación de ley de los metales, pero actualmente lo académico no se corta para decir que es latino (de “exigo exagium”), una de las formas menos habituales de llamar a la pesada, habitualmente “pondero, expendo, perpendo…”,  justificándolo en el Latín tardío, fuente emparentada con “exigere y examen”, que para los temas literarios, se tomó del Francés “essai”.

Esa misma explicación de una aparición tardía (siglo XV) se da para la voz inglesa, tanto por el referente para etimología Walter W. Skeat como para la misma francesa en el Larousse, quedando claro que en la internacional de la lingüística se copian con descaro en lugar de buscar otras explicaciones que la razón exige.

 

Porque la idea misma de ensayar, nada tiene que ver con precisar ni con pesar, sino que mucho antes de que onzas, tomines o gramos tuvieran el valor de hoy, había infinidad de procesos en que los actores de la época tenían que llegar a conocer los límites de garantía para poder confiar en ellos, principalmente la resistencia de las tiras de piel y tripas y milenios después, de las sogas de esparto[1] que desplazaron a las primeras, excepto en usos puntuales[2].

¿Puede alguien dudar que aquellos antepasados que consiguieron que una fibra de lana se uniera a otra, que cardaron, hilaron, trenzaron y torcieron las mechas de lino y cáñamo para hacer sogas interminables no obtenían una idea de su resistencia a la carga, al roce, al impacto… haciendo comprobaciones y discutiendo sus resultados?

“Saiatu”, ensayar, comprobar, forzar, incluso, saborear, voz neta del Euskera, es el verbo que patrimonializa la raíz “sai” del ensayo, que es la que dio origen a las pruebas físicas, gustativas o de habilidad y conocimiento y que en la mayor parte de los idiomas europeos suele ser una variante de “test”, de “prove” o de “parik”, con la excepción de Francés, Catalán, Castellano y Euskera en los que el lexema “sai” queda en evidencia; el Francés, concretamente, pudo tomar “essai” del Euskera, donde una “e” prefijal antecede a muchos verbos para indicar su aplicación[3], haciendo que “e sai”, acción de comprobar, se escribiera hacia el siglo XII como “essai” y la erudición que buscaba fervientemente fuentes latinas, cocinara ese argumento.

De forma parecida y como ya se avanzaba hace unos años en Eukele.com hablando de test, textil, etc., ya se avanzaba que con estos radicales tampoco se puede ir muy atrás[4], porque si bien los esfuerzos denodados desplegados desde finales del XIX por académicos y eclesiásticos por “hacerle una cama” en el Latín al “test” que habían puesto de moda los americanos, se recurrió otra vez al elástico “Francés Antiguo”, donde había un pote llamado “test” que enseguida encontraron que procedía del indeclinable “testü” latino, tapa y pote de barro, tiesto… y como en un crisol de barro se funden y prueban metales y sales, a partir de ahí “test” se hizo latino y “testar” que ya existía con otro significado se hizo sitio como prueba.

 

Es difícil que quienes ignoran la profundidad, economía y precisión del Euskera acepten fácilmente que el “tendo tetendi tensum” (tender) no es la fuente de la tensión, el estiramiento, que ha calado en muchas lenguas con formas parecidas, sino que la forma genérica de llamar al estado de tracción sobre un cordel o maroma, “tes, ten, tens”, hizo verbo con la “a”, “atesar” y al pasar a otras lenguas, perdió la vocal inicial, quedando “tens” en Latín y en otras muchas lenguas como designación del estado de estiramiento.

En ”provar”, que hace trescientos años los cultos escribían con uve, hace ya tiempo que se ha corregido a la be, cambio debido probablemente a que se quiere que venga de “probare” y éste de “probus”, bueno, honrado, virtuoso, posibilidad de la que ya se hablaba en el mismo ensayo de Eukele.com, y ahora se abunda insistiendo en que no hay quien adivine qué relación puede tener el que alguien se decida a dar un mordisquito a una comida sospechosa que aborrecía con alguien virtuoso.

La búsqueda hacia atrás llega al Francés antiguo “prover, pruver” que relacionan con el “probus”, pero pocos saben que aún ahora mismo en el Euskera de la calle se usa la forma “aproba” (no en el Batúa o normalizado, en el que ha calado la latinofilia y se prefiere “frogatu, probatu”, incluso “dastatu”, dejando la acepción callejera, la etimológicamente fetén para la última opción), contracción de la oración “apur aba”, literalmente, “un trocito… a la boca”, es decir, la esencia de la precaución y la fórmula que se ha extendido y usado como forma preferente en algunas de las lenguas cercanas: “prova, provë, probe, prawf, proof…”.

Finalmente, “parik”, forma de comprobación que equivale al test en algunas lenguas, se dice venir del Latín Vulgar “parescere”, pero para algunos, la simple cita de ese dialecto que no existió, ya es motivo suficiente para rechazar la propuesta y buscar en otros caladeros como el Euskera, donde “paré” indica identidad, semejanza, equivalencia, así que en los comienzos de las tecnologías, lo aplicado para sogas, nudos, calibres y curtido de pieles y tendones, flechas y raspadores, tipos y momentos de corta de la madera, etc. es lógico que los productos y manufacturas recibieran algún tipo de validación cuando se comparaban con sus modelos.

Así, parecer, es más probable que proceda de “pare ez æ”, realmente, negación de igualdad absoluta, pero reconociendo similitudes, que de “parere + escere”, difíciles de maridar.

En resumen, todo un conjunto de expresiones del Castellano y algunas lenguas cercanas con profunda carga filosófica, deberían analizarse considerando el potencial del Euskera para explicarlas a partir de expresiones escritas desde la Baja Edad Media en lenguas latinas y Latín degradado, forzando los cambios postulados hasta niveles ridículos.

Queda para otro día el “trial”, el “triar” y el triaje”, tan de moda últimamente.

[1] Esparto, cuyo nombre procede de “esp a” y “hart o” con significados respectivos de asombroso y resistencia, aguante.

[2] Coyundas, látigos, punteras para pesca, lazos para pájaros, pelotas y pequeños artefactos.

[3] “Eain, eadan, eait, eartu, eautzi, ebagi, ebazi, edatu, eden…., ezarri, eztandu ” totalizando cientos.

[4] A principios del XVIII, “testar” solo estaba relacionado con hacer el testamento, como se ve en la explicación de Covarrubias.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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