Esbeltez

Esbeltez

Aparte de los pintores que cita el padre Esteban Terreros y Pando en su diccionario de finales del XVIII, en el XX, quienes calculábamos la capacidad mecánica de pilares, usábamos de manera ineludible el término “Coeficiente de Esbeltez” que se representaba con una bella “lambda” y tenía que ver con la relación entre su sección y altura y la curvatura de los mismos, con la tangente de “delta”.

Este mismo autor, cita por primera vez en un diccionario el nombre de una variedad precursora de los trigos actuales, denominada “espelta”, voz muy parecida a “esbelta” y que aquí se alternaba con “escanda”.

Pero este nombre de la esbeltez no es pródigo en parientes en las lenguas cercanas, por lo que su etimología oficial se antoja improvisada y chapucera no solo aquí, sino en todos los ámbitos en que los encargados de analizar y explicar las lenguas se copian descarada y arrogantemente; valga de ejemplo lo que se dice en España e Italia para la esbeltez, que me recuerda a la Galerna, que los españoles achacan al Francés “Galerne” y los gabachos al Español “Galerna”.

“Esbelto, del Italiano “svelto”, participio del verbo “svellere”, arrancar, que el Español tomó como ágil y luego evolucionó a largo y delgado”.

“Svèlto; svelto svèlto agg. [forse dallo spagn. suelto «sciolto», con influenza di svèlto, part. pass. di svèllere].

La ausencia de una voz parecida en el Latín aparte de “gracilis”, ha hecho desvariar a los etimologistas, firmes apologetas de que las lenguas romances procedan del Latín y que en una metamorfosis maravillosa de cuatro siglos (yo tengo ya casi uno), las lenguas locales se esfumaron y el Latín se travistió en una veintena de dialectos latinos, no explicándose cómo el Catalán, Corso, y Gallego usan voces de fonología parecida a “esbelto”, pero tampoco entienden cómo Francés, Portugués, Gallego y Rumano tampoco la hayan tomado de la “lengua madre”.

Revisando el Euskera, hay algunos indicios que pudieran y debieran ser estudiados con más profundidad; uno de ellos es la raíz “esbal”, débil, flojo y muy parecida la forma ya perdida de llamar a las gavillas de trigo, “espala”, atados o manojos de la planta realizados con un ramillete de la misma paja, que hasta hace sesenta años se dejaban unos días a secar.

Su característica fundamental es la flojedad, suficiente para mantenerla de pie un tiempo y que el aire las seque, pero de tan poca firmeza que las hace pandear y hasta tumbarse.

En la imagen, las gavillas tal como las veía V. van Gogh a finales del XIX.

Siempre ha habido curiosidad por saber los orígenes de productos y palabras y a principios del siglo XX, un biólogo ruso localizó en Asturias un cultivar de lo que Linneo llamó “Triticum spelta” basándose en referencias escritas ya a finales del Imperio Romano pero que en excavaciones de castros prerromanos, han aparecido en esa región semillas de “escanda de dos carreras” y a partir del siglo IX[1], se habla de la “escanda” sin interrupción en documentos de rentas entre el XII al XIX, lo que indica que era una especie comercial y que si bien se le han buscado orígenes donde el Danubio traza su gran curva, para cualquier persona libre de obsesiones humanistas y con conocimientos de ecología es elemental entender que la zoo Coria desarrollada con semillas del tipo cereal, es perfectamente eficaz para trasladar semillas a nivel continental y que algunas lleguen a lugares adecuados y medren.

De hecho, este el número uno de los mecanismos principales para la diseminación de muchos frutos, semillas y esquejes; con esto se quiere decir que no hay razones de peso para plantear que un trigo haya tenido que venir desde el Tirol en una carreta de campesinos como el paradigma actual sugiere.

Este trigo “fósil”, caracterizado por una paja larga y una espiga larga, es un modelo inmejorable de lo que los británicos llaman “slenderness” y aquí pudo ser el “esbal”, condición de elasticidad que tantos poetas han cantado de los trigales mecidos por el viento en Junio.

En la imagen siguiente y de portada, uno de los centros de estudio y reproducción de Espelta en Asturias, donde este próximo otoño veré si me venden un par de kilos para sembrarla y poder invitaros de aquí a un año a comer una auténtica hogaza[2].

Observar su esbeltez.

[1] En el Cronicon Albeldense

[2] Del euskera “og-ogi”, pan, lo que te llena y “aza”, dulce, agradable.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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