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Escuadra, equipo.

Esta primera voz con dos acepciones principales y otra media docena de secundarias, es una de las que sabios oficiales y allegados de la Etimología cogen con pinzas hasta el punto de no poder buscarle paternidad en esos enormes sacos de referencias escritas que son las lenguas clásicas y conformarse con decir que “sus componentes léxicos “ex” y “quadrare”, son latinos”.
Lo cierto es que esa voz y sus más cercanas, además de en Castellano, solo se emplean con sentido amplio en el Catalán (esquadra), y en Corso e Italiano (squadra).
Refiriéndose al despliegue de barcos, ya lo usan varios más, tanto latinos como germánicos o de otras ramas; así. Los franceses con su “escouade”, parece haber abierto la licencia a los ingleses (squad) al Maltés (skwadra), al Irlandés y a algunas lenguas celtas (sguad).
Rebuscando en la historia, hace cuatro siglos, Covarrubias ya citaba tres acepciones, pero, prudente él, viendo que en Latín lo válido era “norma” ó “manipulus, cohors”, se quedaba chitón.

 

Terreros, hace más de dos, apenas cambiaba algo más que la ortografía y se extendía al mundo profesional de carpinteros y cerrajeros, en resumen, al Comercio que es el dios actual y el que se lleva la mayor parte del espacio y las primicias en Internet, así que hoy en día al teclear “escuadra”, las versiones comerciales salen con sus precios.

Ya hace seis años en el tomo dedicado a “Guerra” del Diccionario Etimológico Crítico de la línea “Eukele.com”, se planteaba un posible origen euskérico de la palabra, origen del que hoy se tiene certeza.
La cuestión antropológica que nos tenemos que plantear seriamente, es que nuestros antepasados de las épocas anteriores a la Historia, puede que no tuvieran demasiado interés en la Geometría ni en otras disciplinas hoy muy depuradas, ordenadas e interrelacionadas por exigentes simbolismos, pero que originalmente pudieron formar parte de una “sabiduría comunitaria” en la que formaban cuerpo conocimientos, percepciones y lecturas del medio muy diversas, que eran patrimonio de todos.
Estaba recordando ahora la primera vez que fui a cazar a un coto perdicero de Burgos, donde la instrucción del socio más viejo tras contar y saludar a sus conocidos, cambiar cuatro palabras con ellos y vernos evolucionar a los nuevos, echó un vistazo al viento y al estado del suelo para explicar, casi ordenar a todos en voz alta: “Somos dieciocho escopetas y tres zurroneros, hoy no hay perros… vamos a “ir en mano”, barriendo hacia aquel alto, todos al mismo paso que marco yo, cada uno sin dejar de ver a sus manos…”. Yo siempre había cazado solo, pero aquella modalidad de caza en terrenos abiertos me llevó a imaginar miles de años atrás, cuando cazar no era solo un deporte, sino una economía adicional a lo que se obtenía del ganado de la tribu.
En la imagen esquema de la escuadra.

Seguramente, cuando se iba a llegar a un nuevo pastizal, el grupo daba una batida “en mano”, no solo para cazar algunos de los animales levantados, sino para ahuyentar alimañas y para detectar oportunidades o posibles problemas. El método no solo es efectivo, sino que mantiene a los participantes muy atentos, es didáctico y al final todo el grupo disfruta de una comida llena de anécdotas.
“Esku” es el nombre de cada mano y “etara, atara”, indica la atención hacia ambos lados con la vista al frente, cuya contracción pudo dar en “esku atra” para designar tempranamente a una forma de batida del terreno y más adelante, cuando se abrieron surcos para sembrar, cuando se plantaron viñas en orden y cuando la construcción de edificios vio las ventajas de la normalización, la “esku atra” (escuadra) se hizo herramienta, una herramienta que la paulatina desaparición de las profesiones artesanales sustituidas por los prefabricados y el dibujo “Cad-Cam” (Computer aided design-Computer aided manufacturing) amenaza con que nos olvidemos de la importancia pasada de este útil de trazado y de su esposo, el cartabón.
La escuadra persistió en la cultura militar, tanto en Infantería (prolongación de las técnicas de caza) como en la Marina, consistiendo en este medio en un despliegue de barcos “abarloados” 1) , aprovechando un anclaje mínimo y facilitando la comunicación de las tripulaciones durante descansos, para descargas de mercancías, para facilitar maniobras de pesca, evitar en las contiendas que los enemigos, se cuelen, o realizar remolque con mar en calma…
En la imagen, cinco barcos abarloados en los setenta en el canal de Suez solo dos con anclas.

Lo cómico de la Etimología científica, es que el apellido no le va en absoluto, porque el vicio de la exclusividad de los eruditos les ha llevado a confundir bibliografía con ciencia, así que se conforman con contrastar que en cierto siglo se databa tal voz y a esta referencia pueril llaman ciencia. Cómico que los ingleses resuelvan su “squad” como procedente del Francés “scouade” y estos, del Italiano “squadrone” y nuestra academia no levante un dedo para quitar la paja y mostrar el grano.
Algo parecido sucede con el equipo, calco de la escuadra que se desplegaba por el terreno, que se hace proceder del Francés “èquipe”, valija, accesorios…, dando el protagonismo a las maletas y artilugios de viaje y quitándoselo a lo que realmente importa, las personas que componen un grupo que se despliega en formación de combate o en otra estratégica, cuando la disección del nombre según el Euskera, deja muy claro algo mucho más coherente: “Eki” es una de las formas de llamar al concepto de acción, de objetivo a resolver e “ipo”, sustantivo abreviado que en Bizkaia se identifica con el carácter y la tenacidad, así que “eki ipo”, sin quitar ni poner nada, viene a ser la idea de un grupo concienciado, casi obsesionado con su objetivo, bien fuera este cimentar un menhir o ganar una liga de futbol.
Moraleja, hay mucho barbecho en diccionarios y academias que están cuajados de errores, pero el delito principal no es el de un pasado en que la fe en el Latín cegaba a casi todos, sino que ahora, cuando hay posibilidad de enmendar, esas cuadrillas de parásitos se atrincheren en sus bibliotecas como los cangrejos ermitaños en unas conchas que no son suyas.

Imagen de portada.

 

[1] “Abar” es el nombre genérico del ramaje y figuradamente, zona lateral; “lo” es la quietud o el sueño, de manera que “abar lo” es la estancia inmóvil a un lado y no es voz que venga del Francés “aller au lof”, estar al socaire.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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