Calcita cristalizada en el sistema romboédrico, famosa por “duplicar la imagen” sobra la que se coloca.
Aunque hoy en día, “espato” es una denominación genérica para minerales semicristalinos exfoliables, algo nos dice que el nombre se tomó del espato islandés, el más conocido desde la antigüedad, porque –si bien- la historia de Islandia comienza en el siglo IX, no hay duda de que tras la regresión de los hielos, los cazadores que rondaban la banquisa tocaron su tierra y trajeron noticias de la “isla grande”.
Los etimólogos germánicos aseguran que su nombre procede del “spät” germano que significa “tarde, retraso” en relación a la duplicación de la imagen que produce, como si la segunda fuera una sombra.
Seguramente esos sabios no han leído libros de aventuras vikingas donde los patrones de las naves guardaban un trozo de espato en una caja de boj (de ahí el “box” nórdico) y en los días nublados la orientaban al cielo para localizar el sol cuando la intensidad luminosa aumentaba por la polarización de la luz blanca…
Es posible que su nombre original no fuera “sun stone”, sino “iz-batú”, captador, concentrador de luz, a partir de “iz”, luz de astro y “batú”, aunar, concentrar, juntar.
Ambos cambios son muy frecuentes, la “i” en “e” y el ensordecimiento de “b” a “p”.