Todo el mundo sabe que para catalanes y castellanos, una estela es el rastro efímero que un pez o un barco dejan en la superficie del agua o que un reptil deja al deslizarse sobre el limo, pero, ¿cómo nos explica la erudición este significado tan preciso?…
¡Por supuesto, desde el Latín y con el mismo argumento que nos cuentan para bautizar los pacíficos estuarios, las rías y ensenadas calmadas y apacibles que hay en los mares de marea…!: “Aestuaria”, agitación del mar.
Para ello, aprietan el nombre, lo trituran y desmiembran, cambian consonantes, retiran las vocales que no encajan y lo presentan como un esforzado trabajo científico.
Pero… si los gallegos y portugueses dicen “rastro”, los corsos “scia”, los franceses “sillage”, los rumanos “urma” y los mismos latinos llaman “vestigium” a la estela que suele ser un trazo sutilísimo, apenas una raya en un plano de agua, de polvo o de cielo que en minutos volverá a su ser…, ¿de donde sale la agitación?.
Absurda, como casi todas las explicaciones que pretenden para un Latín (que se hizo con las chatarras de otras lenguas), que sea capaz de explicar con lógica una semántica que no posee.
Las estelas que desaparecen enseguida del sereno tapiz en que se trazan, no tienen nada que ver con la agitación latina que evocan los sabios de gabinete, señal inequívoca de que esto es una chapuza.
Si se busca un poco en Euskera, además de “est, estu”, estrecho, leve, se tiene que “ela” como sustantivo es un chaflán, un surco, de forma que “est ela” define precisamente lo que es una estela conceptualmente, un surco estrecho y zigzagueante que se replica.
Otra cosa es que su aplicación física se proyecte en los efectos de la erosión del terreno y así desde Portugal (Serra da Strela) a Francia (Puig de l’Estela, Monte Stella, Coll y Pic de Finistrelles, Pic de Panestrel… )pasando por Italia (Passo Lagastrello, Forte di Fenestrelle…) y España, numerosos Estela, L’Estela, Estrella, La Estrella, a poco buscar encontramos toponimia de rango comarcal y local que casi siempre se refiere a serranías, cuestas o laderas que el agua y el viento han modelado con el patrón de surcos y crestas sub paralelas, que en algunos casos (principalmente en las zonas de lengua gallega y catalana han conservado la forma “estela” y en las castellanas y otras vecindades han cristalizado como “estrella”.
En las imágenes las serras de l’Estela y Puig de l’Estela en Cataluña, el hundimiento del Cabezo de la Estrella en Murcia y el fuerte italiano de Fenestrelle, en todas las cuales se pueden seguir los numerosos surcos o estelas de erosión, signos claros de un idioma común que se habló antes de que la humanidad optara por el sedentarismo y perdiera la hermosa visión del universo y sus fenómenos y pusiera nombres incontestables a lugares y a procesos.
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