Hace unos años que “Ed”, un belga muy culto no interviene en las discusiones de “Lenguaibérica” y como he encontrado un apunte sin contestar referente a sus intervenciones con respecto a eusko y vascón, lo hago con notable retraso.
Empiezo haciendo votos para que Elena Pingarrón no sea una de las musas de Ed para temas híbridos de lingüística-historia, porque es un personaje femenino ideologizado y casi cómico en cuanto a su fe ciega en las explicaciones académicas, oficiales. Vamos, es uno de esos casos en que apenas hay inteligencia; solo memoria para rebotar lo que han dicho “Las Autoridades”.
Pero me huelo que sí.
Con respecto a la voz “vasco, basko, basque”, lo primero a decir es que no es vasca en cuanto que no se usa en Euskera, aunque –como voy a describir- si pudo serlo en origen.
Tan pronto como alguien coge un diccionario de Euskera, siente unas ganas irrefrenables de decir que vasco procede de “baso ko”, es decir, de la espesura, de los montes.
Como esto viene a coincidir con el “saltus” y la época de la invasión romana, la cosa les parece posible y se sienten muy bien, como Kekulé cuando descubrió el secreto del benceno.
Hay muchos problemas para mantener eso, primeramente, porque sobra una “o” (u otra vocal posible). También, porque la lengua vasca no es una lengua nativa de entornos nemorales densos, cosa que se ve inmediatamente al profundizar en aspectos de fauna, útiles y sistemas de caza y gestión del ganado, sino de praderas de los tipos sabana y estepa.
Nada tiene que ver en la génesis del Euskera, el lugar donde se ha refugiado en los tres o cuatro últimos milenios; se creó en otros ambientes y las presiones climáticas, demográficas y políticas, disolvieron la cultura propia e hicieron enrocarse a los últimos hablantes en un territorio “menos feraz”.
Si se analiza la opción “baxk koi”, si pudiera haber una intencionalidad tipológica o de personalidad, ya que el primer lexema, “baxk”, se refiere a la frugalidad en la comida, a la capacidad para admitir carencias temporales, algo consustancial a los periodos de marchas entre estaciones, lo cual se confirma con voces como “ai une” (el verdadero ayuno, que nada tiene que ver con el “ieiunum” latino, sino con la supervivencia insalivando semillas trituradas), que explican las técnicas de aguante de los antepasados nómadas en situaciones difíciles.
La segunda parte, “koi”, indica la propensión, la pertenencia a un grupo, de manera que “baxk koi” y su contracta sonorizada, “baskoi”, describe a individuos capaces de sobrevivir con poca comida. Esto tiene actualidad aún entre grupos humanos como los bosquimanos, cuya estrategia de supervivencia cuenta con esta opción.
El paso de “oi” a “on”, es un clásico que está en infinidad de voces castellanas y de otros romances y lenguas cercanas, como avión, botón, bastón, león, cotton, latón, etc. etc. que proceden de sus precursores vascos abioi, botoi, bastoi, lehoi, kotoi, latoi… con los significados de: Habitualmente…”veloz, lanzador, brotador de abajo, mandón, enlazador, sonador…”.
Es posible que los vascos se autodenominaran “frugales” con esta forma “baskoi”, que los intérpretes romanos tomaron como “vascon”.
Aún hoy en día en lugares con vocación primitiva, como entre los pescadores de Bermeo, se puede oír un refrán dicho con orgullo: “Dauenien, bonbon eta eztauenien… egon” (“Cuando hay abundancia: derroche; cuando hay escasez, a aguantar”), que viene a describir la propensión a tomar la vida con sus oscilaciones, lejos de la uniformidad de la civilización.
Con respecto a “Euskera” (esta es su verdadera forma y no la de algunas zonas de Iparralde, Eskuara) y mi idea es que antes de “geu, gu”, nosotros, la forma arcaica del pronombre fue “eu”. La segunda parte, “iskera” no es sino el equivalente a método de lenguaje, idioma, así que en “eu iskera”, la fusión de las “u” e “i” centrales lo dejó en “euskera”: Nuestra lengua.