El nombre de Galilea nos suena mucho porque en las riberas de ese lago comenzó Jesucristo su vida pública y en él reclutó a algunos de sus apóstoles, pero Galilea no es un nombre judío aunque se citara ya en el Libro de Los Reyes; tampoco otros idiomas dan satisfacción del significado de ese nombre aunque los griegos quieren relacionarlo con “Galilalia” (Γαλιλαια), que tampoco significa nada.
Sin embargo, el nombre central y una amplia serie de variantes suyas se encuentran abundantemente en España, Francia, Italia y Portugal y lo hace siempre en entornos que se refieren a lagos salados o a puntos en que hay indicios físicos de que antes de esta “era agraria” nuestra, hubo lagunas que se desecaron y en los alrededores se conservan interesante hidrónimos que los habituales etimologistas que se dedican a la Toponimia, ni siquiera reconocen como tales.
Conviene comenzar este ensayo, recordando que en el mundo anterior a la agricultura, los fenómenos y procesos hídricos eran numerosos y variados, habiendo gran variedad de formas de corrientes, surgencias, simas y retenciones de agua, unas temporales, otrasperiódicas, dulces, saladas, someras, profundas…. En número, las pequeñas y medianas eran mucho más numerosas que las grandes (tipo Mar Muerto, Caspio, Balatón…) y cada una de las formas tenía su nombre propio.
La cultura escolástica es simplista, porque los propios agentes son ignorantes y porque el mundo se ha simplificado mucho en los últimos 8-9.000 años, así, la etimología oficial latina para explicar “lago”, se basa en la forma latina “lacus” justificándola como derivada de una forma imaginaria indo europea tal que “laku”, invención y mentira con la que se cierra despóticamente cualquier análisis como se ha hecho durante siglos, sin dedicar siquiera una mirada al Euskera, donde la forma actual del sustantivo agua, es “ur”, pero no es complicada -incluso para quien desconozca esta lengua- una indagación que lleve a deducir que la forma original fue “ü”, que en algunas épocas remotas evolucionó a “i” y en otras posteriores, a “u”, que articulada se usaba como “ua”.
Con esta forma fue tomado por el Latín “aq ua” (“ac, atque”, referido al agua, esencialmente agua…”), por casi todas las lenguas latinas, por el Inglés “u ater” ó agua del cielo y posteriormente por otras muchas lenguas.
Paralelamente, la raíz vasca “la”, está intrínsecamente relacionada con la retención, con la sujeción, con la idea de unión de elementos bajo una acción, de forma que “la (k) u”, donde la oclusiva es un enlace intervocálico, expresa sin posibilidad de duda, un conjunto de agua, un lago, laguna o cualquiera de otras varias formas 1) remotas, de evolución posterior o incluso alteradas por metátesis u otros barbarismos a lo largo de milenios.
La foto siguiente muestra el entorno de Laguardia (Álava), nombre alterado por la erudición desde “laku artea”, entorno lacustre, hasta La Guardia, para que encaje con el modelo guerrero y romano que se imparte desde San Isidoro. En la imagen se distinguen cuatro lagunas, pero hay pruebas rotundas de la existencia antigua de otras tres por el Noroeste, que en un conjunto o rosario de humedales, rodeaban al cotorro en que está la población. Este tipo de mentiras se han generalizado hasta el punto de que la enseñanza primaria, media y superior, se apoya en grandes paradigmas de fraude radical, que los estudiosos no quieren remover aunque sean advertidos, porque el paradigma acaba siendo como un bálsamo que rebaja las tiranteces y garantiza seguir disfrutando de las poltronas.
A lo largo de procesos milenarios, se producen en las palabras alteraciones de muchos tipos, especialmente cuando la semántica se desgaja del lenguaje. Algunas de estas alteraciones como las metátesis suelen afectar al orden de los morfemas, que el caso de “la gü” ha dado “ga lü, ga li», denominación que se encuentra no solo en Judea, sino en los territorios lacustres de la Galatia de Turkía, en la Galitsiye entre Polonia y Ucrania, en Rumanía, en la Galia francesa (imagen de portada), en Galicia, Portugal, Francia,
En cuanto a “Galilea” en concreto, así como en España, en Francia no solo hay lugares de nombre parecido, sino otros del cortejo, cuyo origen común es evidente como Galie, sino Galilee, Galinat y Galiniere (Sierra, Pico y Castillo), que nadie en su sano juicio podría relacionar con gallineros, como los más de quinientos Gallina, Gallinero, Gallinal, Galliner, Gallino, Gallinaza, que tenemos distribuidos por España…
En la imagen aérea, Ghateau de Galinieres, donde es fácil adivinar el gran encharcamiento circular que generaban los brazos del río Serre antes de que los embalses y siglos de agricultura redujeran y avenaran las masas casi lénticas de agua.
O en la Costa d’Azur está la Plage de la Galiote (en plenas Galias) con su gran lago o albufera interior que siglos atrás pudo ser mucho mayor.
En el Mar de Galilea, uno de los fenómenos lacustres de la fosa o “rift” que rasga de Norte a Sur varios países de oriente medio, parece conservarse el nombre completo e inalterado desde la antigüedad, ya que otros nombres con que se conoce en la cuenca del Jordán, como Tiberiades, Genesaret ó Kineret, se refieren a ciudades (obviamente posteriores al lago), a nombres de la literatura religiosa o a objetos, siendo Galilea el único no cuestionado.
Actualmente el lago es un lugar vivo y su agua procedente del Jordán y de otras fuentes y manantiales sirve de suministro para boca y riego; sin embargo, de su nombre podría colegirse que hubo épocas en que pudo estar seco o extremadamente salado, como el propio Mar Muerto, en el mismo surco y apenas a ochenta kilómetros al sur, ya que su nombre “Gal il ea”, significa eso, el lago muerto.
Hoy en día, Israel “desvía” el agua de los arroyos salados que entrarían en el lago (ver mapa) y los devuelve al Jordán tras su salida, pero es posible que en otras épocas la salinidad de estos arroyos fuera mayor por lo que pudo llegar a tener una concentración que hiciera difícil la vida a las especies “económicas”, como sucede ahora con el Mar Muerto y como sucedía al Norte en el Lago Hula (desaparecido hace setenta años por los excesos productivistas y que supuso grandes problemas ambientales y de salud); luego, el agotamiento de las sales o el lavado por procesos climáticos como “El Diluvio Universal”, pudo devolverle paulatinamente la vida.
En España hay dos lugares llamados Galilea, uno en Larrioja y otro en Palma de Mallorca, que sugieren un mismo proceso geológico reciente en ambos, proceso que ha dejado indicios físicos que se citaban al principio, consistentes en extensiones llanas y curvilíneas de tierras de aluvión en entornos que no son de condición dominante “sedimentaria” y también rasgos de canalizaciones o “sik i a” 2) , así como varios topónimos que organizan áreas de cierta amplitud en las que se produjeron varios fenómenos relacionados con la humedad.
Galilea en Larrioja, está en el segmento que drena la ladera Norte de Cameros entre los ríos Jubera y Cidacos, zona de unas cincuenta mil hectáreas que solo dispone de arroyos menores y aunque la intervención agrícola es total, hay abundantes muestras de antiguas lagunas reducidas a charcas 3) , nombres de claro origen hídrico, como La Laguna, El Salobral, El Salobre, Los Palacios, Los Aguazales, Canalón y otros como Río Galilea, donde no hay río y solo queda un surco abarrancado, que puede referirse al agotamiento de una laguna previa.
Al pie del propio pueblo de Galilea, encajado en un valle amplio (2 km.) definido por tres cerros, con una topografía de erosión muy movida en las laderas, está la única zona sedimentaria cuaternaria llamada El Plano, que con unas cien hectáreas es recorrida por un surco que termina en El Torco (torca), sumidero por donde pudo vaciarse la ciénaga, dejando el nombre íntegro a la aldea que se formó para explotar la rica vega.
En plena Sierra meridional de Tramontana, en Mallorca, se repite el nombre de Galilea para un lugar que figura en registros desde época medieval y el origen de cuyo nombre se asigna a su similitud con la Galilea judía, nombre que ahora ha quedado para una urbanización que desfigura la morfología original de la aldea, pero que en medio de unas formas calizas muy movidas, sigue siendo patente una zona llana (hoy abandonada) de varias hectáreas de evidente origen deposicional, geológicamente reciente, que seguramente fue la principal superficie agrícola durante siglos, hasta que cambió el sistema económico de la isla a mediados del siglo pasado.
Esta planicie denominada Pla de sa Mola, es mayor que otras montanas como el Pla des Pins, Pla de Son Cortei, Ses Planes, Pla de Sobremunt, de Ses Cuses, etc. y pudo tener un origen parecido al de otras pequeñas lagunas y charcas que se repartían por la sierra, algunas de las cuales fueron recrecidas durante el siglo XX porque disponían de un amplio vaso, como los embalses de Cúber y Gorge Blau.
No es fácil reconstruir la forma de vida de los isleños previos al impulso agrícola musulmán, pero la existencia de razas selectas de ganado como el “porc negre”, la cabra “fina”, la oveja mallorquina y hasta los perros pastores como el “ca de bestiar”, apuntan a que desde época neolítica se usaba una suerte de trashumancia entre los llanos y la totalidad de la sierra de Tramontana para aprovechar la estacionalidad, así que las balsas de agua, aunque efímeras, serían visitadas y posiblemente recrecidas por los pastores, así que la sierra era conocida con detalle y los nombres de los lugares, asignados con precisión en un idioma parecido al Euskera actual.
Como en otros casos, el entorno recoge varios topónimos de mensaje hídrico, como el borde y Puig de Galatzó, nombre que también se encuentra repetido (como Galatxo) al borde Norte y Sur de Delta del Ebro, en un barranco y rambla de Tortosa, en pleno Ebro, en Mora d’Ebre, como Galatos en un arroyo de La Serena, en Badajoz y como Galacho, Galacha, Galache, en una treintena de localizaciones, todas de contenido hídrico entre Salamanca y Mallorca.
En la imagen siguiente, el Pla de Sa Mola 4)
Como resumen, los topónimos de la familia de “Gali…”, merecen que se les dedique un análisis que contraste y evalúe un posible origen hídrico remoto.
[1] Entre ellas, “urmael, urgeldi, urlanga, zingira, ciénaga, os, osin, po os, urgune, lama, galatxo, estanke, uerka, paul, palacio, padura, txarka…” según fuera su origen. [2] “Sik”, que no deriva de “siccus”, sino que es evolución de “ze i ke, zik”, retirada del agua. [3] Hoyalago de las Cabañas, Lago del Cabildo, Las Hoyas, Hoya Lija, Hoya Mala, varias sin nombre… [4] Mola se suele tomar como muela o “turó”, pero también puede indicar humedal (“moll”)