Anatomía Árabe Castellano Euskera Prehistoria Útiles y Herramientas

Garfio

Garfio, gancho, ganzúa, garra, garabato, gafa…

Tanta “ga…” en estos objetos que nuestros sabios titubean e improvisan para señalar sus orígenes y significados etimológicos… ¿será casualidad? ( gan, gar, garr…)

La cuestión ha surgido porque Omar -que tiene un olfato especial para lo que desentona[1]– me consultó si sabía que en la zona de Ubrique llaman “garfio” a los orzuelos.

No tenía ni idea, pero sí que me sonaba que en las antiguas rejas de arado múltiples tiradas por animales, se llamaba “ortz” (diente) a los elementos forjados que se ensartaban en el enrejado de madera y tanto el sonido de orzuelo, como su vocación puntiaguda, recuerdan a los incisivos (“kol (m) eillo”, el que agujerea)[2], que en forma exagerada remedan a esos hierros forjados, de la misma manera que un orzuelo (ver imágenes) guarda cierto parecido con un diente que está cercano a romper la encía y asomar, lo que da cierta licencia para asimilar el orzuelo a un pincho e incluso -por su imagen- a un diente emergente y quizás de ahí el “orz”, aunque el garfio no parece tan obvio.

La continuación, “txu el” del orzuelo, pudiera asimilarse a “pequeño o menudo e inmediato”, es decir, una especie de broma para quien lo sufre, acosado por “te va a salir un dientecito”, ya que la explicación desde el latín “hordeum”, cebada, que se suele achacar a Marcelo Empírico (que era Gascón), bien podría ser planteada al revés.

La explicación culta para el garfio, también se “pasa de frenada” ya que se va al Griego y al grafismo para postular que la forma del garfio es como una letra, así que según la dinámica que propugnan estos sabios, primero se aprendió a escribir, luego se le puso nombre (“graphos”) a los elementos de y de ahí el garfio que valía para todo… la historia y el proceso, no pudieron ser así. En la misma naturaleza se da con frecuencia el caso de que ramas muy vitales sean rasgadas o forzadas por otras y crezcan formando ángulos agudos como en la imagen siguiente, tomada del video de un campesino centroamericano que -a continuación- corta ese retoño y usa inmediatamente el garfio natural para sujetar la maleza mientras con la otra mano aplica el machete al haz o gavilla de hierbas y tallos.

Esa es una funcionalidad evidente, pero tiene y ha tenido otras muchas.

Recuerdo con nitidez las vísperas de San Juan en los años cincuenta -cuando aún se podían hacer hogueras en los cruces de algunas calles- los chicos arrastrando con garfios madejas enormes de zarzas secas que los camineros habían segado los días anteriores… también los estibadores portuarios garfio en mano, descargando los últimos sacos llenos de azúcar cubana que enviara Batista, sacos de yute cerrado en los que se hincaban los garfios de dos en dos para acercarlos en volandas a la bandeja de la grúa sin daño ni herida aparente a su tensa piel.

La última vez que vi usar garfios quedé espantado. Era el año 69 y acababan de descargar una piara de cerdos en el matadero de la Calle Santander[3], cerrando la puerta con la propia caja del camión y su cartola bajada.

Seguí el comienzo de la operación desde una rendija sin perder detalle detalle. Los cerdos aturdidos por el viaje empezaron a olisquear el pequeño patio hasta que se abrió una cancela y un matarife con el garfio en una mano y un cigarro en la otra, lo clavó en la papada del cerdo más cercano y se lo llevó arrastras matadero adentro mientras sus agudísimos gruñidos se iban disipando hasta desaparecer. El griterío y la desazón de los otros diez o quince animales fue creciendo hasta que el matarife volvió con el garfio teñido de rojo.

Al instante el griterío cesó y los animales se echaron a un rincón, de manera que los unos se subían sobre los otros formando una verdadera pirámide que llegaba al techo. El garfio se volvió a hundir en la delantera del más cercano y la secuencia de griterío angustioso se repitió casi idéntica mientras arrastraba al segundo al que parecía herirle más el olor y la certeza de la muerte que el garfio que le atravesaba el tocino.

No pude aguantar el tercero y me fui pensando tanto en lo pronto que se acaba la buena vida, como en el poder de los garfios para que un hombre menudo arrastrara un cerdo de doce arrobas…

Garfio no puede venir de grafismo; es mucho más probable que su origen sea la combinación de “garr” que con erre doble o vibrante es verbo y significa arrastre, cuando termina en “a”, “garra” es sustantivo y designa a una llama de fuego y si es suave “gar”, es un alto relativo y siguiendo esa versatilidad del Euskera, un morfema muy parecido, vale para distintas ideas según su situación en la oración o el sentido de la misma.

Como verbo, era la acción de arrastre o de rasgado, así, “garr eio” (“eio” es la acción en presente continuo) era en la antigüedad la actividad de arrastrar objetos sobre ramas desgajadas, fórmula que se mantiene en la actualidad para la denominación del transporte aunque ya no se usen ramas, narrias ni trineos y el movimiento se haga sobre ruedas, naves, aviones o sustentación magnética.

Logo del Departamento de Vivienda, Obras Públicas y Transporte.

 

Así no es extraño que el nombre del garfio se componga de una idea funcional de transporte “garr” y otra, material de geometría, “piku”, que en Castellano quedó como “garpio” e hizo garfio.

Con respecto al gancho, que está recogido en Castellano y Portugués desde comienzos del siglo XIV y que ha sido adoptado por lenguas diversas, los referentes y académicos locales prefieren irse a buscarlo a Irlanda, donde “geska”, rama les vale como fuente, que buscar en Euskera que desconocen completamente en su forma “micronizada” y que parece que temen, como si fuera a desmantelar su parafernalia, porque su nombre original, “ganá tu”,  es el de su función principal, la de acercar objetos o animales, donde “ganá” equivale a acercar algo al sujeto y “tu” es la acción verbal.

En esa voz integrada la “a” se ha absorbido por aféresis y la “t” se ha hecho “tx”, dando “gantxu” (casi igual que la ganzúa que usaban los cacos[4] para abrir las cerraduras) y así como en Euskera casi han desaparecido ambas, desplazadas por “kako” o robador, el Castellano las ha conservado como elemento acercador (gancho) a una o como removedor del mecanismo del candado (la nueca) a la otra.

En la imagen, bonito izado con el gancho o “kako”.

Con la garra impera el mismo despiste -que es endemia-, así que los sabios se van al árabe andalusí siguiendo las ocurrencias del gran Joan (al que veneran) y como el catalán encontró en aljamía que a un puñado de habas le llamaban “garfa”, la maridó con garfio y le salió garra; no importa que la garra en árabe rifeño se diga “maxlab” y en el oficial “miglabu”, a ellos les vale el puñado y evitan ir al Euskera y al efecto contundente de la garra rasgando la carne o ranurando el suelo, incluso el efecto de cardado y raspado, algo producido por varios pinchos o dientes, “garra”, rascado, de cuya acción ha recibido su nombre la garra de varios animales y el verbo agarrar y aún la carraspera e incluso la sensación de ronquera.

Del garabato no es fácil hablar porque es un útil olvidado hace cuatro generaciones, una especie de percha de cocina con varios ganchos para prender alimentos que se colgaba de una polea, cuando armarios y fresqueras eran un lujo. Su nombre procede a medias de “gara”, alto relativo y “batú”, recogedor, concentrador, prendedor.

Por fin, el nombre vulgar de los anteojos, “gafas”, se origina en la forma de garfio de sus patas que se adosaron a los anteojos primitivos que se sujetaban con un palito y que en algunos de los dialectos de Euskera era como se llamaba al gancho de hierro que cargaba la ballesta enganchando al cable y tirando de él.

Es curioso que la llegada tardía de esta novedad para los anteojos quedara fosilizada solo en Castellano, porque incluso en Catalán, donde “agafar” (coger, agarrar) es un verbo corrientísimo de uso constante, no ha quedado ese nombre para las gafas, que llaman “ulleres”, con parecida filosofía a las demás lenguas cercanas (lunettes, lentes, occhiali, óculos, achelari…), siendo como en otros muchos casos la castellana, la lengua más reacia a cambiar sonidos.

Como resumen, no se ha podido rematar la relación entre garfio y orzuelo, pero se ha constatado la necesidad de trabajar mas las etimologías que se han cerrado sistemáticamente como heridas sin sanar que supuran desde hace siglos por la soberbia académica y por no haber contado con el Euskera.

 

 

[1] Por algo es músico con vocación de matemático.

[2] La explicación académica es que deriva de “columela”, columnita, como si hubiera que haber esperado a que los templos tuvieran columnas para llamar al diente que desgarra…

[3] Burgos.

[4] La Internacional de Hipercultos nos dice que el caco (ladronzuelo sin trazas de maldad) viene del nombre “Kakos”, el malvado hijo de Hefesto, cuando lo hace de “gako”, horquilla o gancho para cerrar las cancelas, siendo oportuno recordar que “ga” verbal lleva implícita la idea de engarzar o sujetar.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

Deja un comentario

El tamaño máximo de subida de archivos: 10 MB. Puedes subir: imagen, audio, vídeo, documento, hoja de cálculo, interactivo, texto, archivo, código, otra. Los enlaces a YouTube, Facebook, Twitter y otros servicios insertados en el texto del comentario se incrustarán automáticamente. Suelta el archivo aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.