Toponimia

Getaria

Getaria

Hasta hace poco, Guetaria, el puerto y municipio guipuzcoano de Getaria (en grafía vasca, pero con igual sonido que en Castellano), es célebre por algunos de sus hijos y porque –ahora mismo-, tras el hundimiento de Bermeo y la degradación pesquera de Ondarribi y Lekeitio, es el único exponente vasco de la (mal llamada) Pesca de Bajura.

Getaria se menciona en crónicas castellanas y navarras desde el siglo XIII, no pudiendo extrañar a nadie, que la configuración de la península de Izarraitz, más conocida como “Ratón de Getaria”, protección formidable de los temporales del noroeste, favoreciera desde tiempos prehistóricos la existencia de un fondeadero en la ensenada formada al socaire del ratón y su cola respecto de los vientos del Noroeste y Sur.

Es evidente para cualquiera que sepa de mar, que el desembarco por la playa de Markobe sería fácil en cualquier condición del mar y del viento, por lo que su vocación como fondeadero, puerto y varadero es clara y llega a notable si se añade la existencia de fuentes como la del Arroyo Gárate; un lugar de anclaje y estancia alternativo al de los cercanos estuarios de Urola y Oria, a los que con mala mar, sería difícil el cruce de sus barras.

Siempre queda la duda de cómo ha sido en los tiempos “recientes” (digamos, 10-12.000 años) el balance de niveles entre la tierra y el mar entre la fusión de los hielos y la elevación de la rasa costera, pero lo más probable es que el nivel del mar estaría en general más bajo que ahora, con lo que la ensenada creada sería más amplia y el istmo mas consistente que hoy.

Esto nos lleva a pensar que no solo bajo las calles y edificios del casco viejo, sino debajo de dársenas y en los fondos cercanos de la bahía, ha de haber abundantes restos de edificaciones, pecios y elementos menores de actividades desarrolladas en el holoceno reciente.

De momento, las búsquedas de los arqueólogos han encontrado en el entorno de Getaria indicios de estanques de piedra que se han apresurado a llamar  “cetaria” (variante que dan por hecho, serlo de la voz latina “cetarium”, vivero) y no han perdido ocasión para buscar a Plinio y proponer que ya hubo una Caetaria en Algeciras y que –seguro- que se repetía el mismo proceso en las dos Getaria/Gethary vascas.

Arquetas en Algeciras

Emocionados los latinistas (que copan todos los puestos de la administración y entes de Euskadi) por este parto de los montes, se han aprestado a preparar una explicación exprés que difunden todos los elementos del sistema vasco de cultura y que el “latari” (los frailes lectores que adormecían con su monotonía a los hermanos que comían la sopa en silencio) del Museo de San Telmo nos refirió hace unas semanas, dando por resuelto el nombre de Getaria a partir del Latín “Cetaria”.

A un investigador no le puede bastar con buscar en Plinio o en cualquier cronista, sino que ha de molestarse en hurgar en otros yacimientos y cruzar informaciones.

El primero e imprescindible es la Toponimia oficial, no importa la grafía sino el sonido y tras la oficial española, la de los países cercanos.

Así se ve que la combinación de morfemas que caracteriza a Getaria,  “gue ta” no es escasa (aparecen más de 200, tales como Angueta, Flagueta, Argueta, Ergueta, Figueta, Malagueta, Laogueta, Sa Egueta, Zigueta…) y tampoco son raros los topónimos con “ge ta” (se encuentran casi 100, como El Getar, El Agetar, Elgeta, Loma La Geta, etc.).

También hay docenas de otras posibles variantes de la forma original, que decantadas en “el ye”, han dado lugares como El Yetar, Yetas, Ieta, etc., estos y los anteriores, repartidos por Toledo, Asturias, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Condado de Treviño, Cádiz…

La cercana Francia es también abundante en nombres de igual genética, como Bois du Guet, Auguette, Guette, Guethary, Guetard, Le Guetin, Les Guettaries…

Pero Túnez, al otro lado, no lo es menos: Oued el Guetaifa, Guetar, Guettar, Guetta, Guett, Al Guetarin, Bir el Guetar, Chot el Guetaia, Djebel Guetar, Garret el Guetania… para denominar arroyos, pozos o montes.

Incluso Marruecos tiene algunos como Ain Guetara, Guetita, Guettara, El Guetar, El Guetara…

Italia y Portugal, menos, quizás por haber alterado mucho las grafías, pero aún suficiente para dar fe de que existen solo con un vistazo: Guietta, Guetim…

Con semejante abundancia, la precipitación de los arqueólogos por tirarse de cabeza a la ensenada de Getares en Algeciras y asignarle un vivero de peces, es como decir que un mamífero terrestre tiene patas: No aporta nada nuevo.

La cuestión es que hay como una fiebre persistente y previa que nos hace creer que los primeros en navegar fueron los fenicios, que el salazón y el “garum” es un invento de los patricios romanos, que las almadrabas son una ocurrencia árabe o que la “vela latina” la pusieron de moda los romanos, calentura que nos distrae de la búsqueda independiente de la verdad, verdad que a veces es sencilla y carente de épica, lo que parece entristecer a los humanistas que necesitan gestas y sucesos para que el calendario no dependa solo del sol y de la luna, sino de los héroes y los santos.

La cosa es que al igual que en todo estuario con mareas han existido esteros y en todos los ríos caudalosos con episodios de “aguas altas”, nuestros antepasados han recrecido con limo los “galachos”, todas las calas y ensenadas aptas para recalar y en las que hubiera agua dulce y roca o materiales adecuados, han tenido sus “ar keta”, sí, como las arquetas eléctricas o de saneamiento, pozos excavados en la roca o elevados sobre la rasante con mampuestos, algunos con su drenaje y todo, en los que se podían mantener peces o mariscos vivos o bien se podían salar o escabechar peces de ciertas familias.

Así, los miles de kilómetros de costa, podían albergar cientos de localizaciones con estas infraestructuras en las que los pescadores podían arribar en cualquier momento, descargar  y elaborar sus capturas para luego llevárselas en recipientes, ocupando muy poco espacio tras resultar “semiconservadas”.

Como toda investigación oficial se desarrolla bajo las hipótesis grecorromanas, nadie investiga en el Euskera que se habló en Akitania, en Ipuzkoa o en Tarte Ezia, en cuyo idioma, “zeda” es confinar, delimitar, acción que si se hace con piedra, da “zeda ar” y que ha pasado con frecuencia a “keda ar” (padre del “quietus” latino) y “geta ar”, así como su inverso “ar geta”, refiriéndose a esos recipientes fijos de piedra, a esas arquetas.

Los desvaríos de los sabios para hacer que el monstruo griego “ketus” y su versión latina “cetus”, sea el origen de las “cetarias”, no tiene fundamento físico alguno, ya que la carne de los cetáceos no es susceptible de procesar por salazón, así que el nombre de las “geta ar – ar geta” es más lógico que provenga del sustrato vasco con significado de “recinto de piedra”, una asignación funcional y práctica, no una fantasía literaria.

Es decir, la actividad complementaria a la pesca, que consistía en prolongar la duración de esos alimentos, era algo normal en la prehistoria y es seguro que en esas localizaciones mencionadas habría ocasionalmente gran actividad para lavado, eviscerado, limpieza, salado, humeado y secado al sol de peces y moluscos. Es mas, no es osadía pensar que las instalaciones eran “publicas”, es decir, en un mundo aún no exhaustivamente  colonizado, los primeros en llegar podrían usar las instalaciones para hacer su trabajo antes de marcharse.

La genética protovasca de “getar” no tiene duda, pero no es frecuente que los nombres de lugar se asignen por elementos “menores” o antrópicos; menos aún cuando estos son comunes aquí y allá.  Los análisis toponímicos no se deben acometer con casos aislados; cuando los nombres se repiten hay una razón y esta hay que buscarla en esos múltiples lugares de Francia, Marruecos o Túnez.

Aunque nuestra Getaria pudiera tener su nombre relacionado con esas arquetas, es obligado un análisis más amplio para determinar condiciones comunes de los numerosos lugares con nombre parecido.

Los que bautizaron esos lugares hablaban “Eukele” (Ver Eukele.com).

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

4 Comments

  • Ameno, instructivo, clarificador. Muy recomendable su lectura y estudio.
    Habrá que empezar a tomarse en serio estos cambios en el planteamiento de la formación de los idiomas.

    • No se si es buen o mal síntoma que alguien que me ha oído contar esto hace cuarenta años, empiece ahora a creer en ello. Muy largo me lo fian…
      Lo tomo por bueno, aunque yo esperaba comentarios más ácidos.

      Javier

  • Aupa Jabi!

    Hay otra corriente que asocia Getaria a «ke (t) arri», ya que tanto en la Getaria de Gipuzkoa como Lapurdi, presuponen que había rocas, promontorios o atalayas en las que se encendían hogueras para facilitar la visión de dichos puntos de la costa a las embarcaciones (antes de la existencia de faros).

    ¿Tiene sentido esta teoría?
    ¿Qué opinas?

    • Es cierto; los nombres de lugar se pueden «deconstruir» de maneras distintas para dar morfemas diferentes y consecuentemente propuestas de significado variadas. Según eso «Ke (t) arri» puede ser la «Piedra del humo», pero se hacían fuegos en tantos sitios, que el mundo estaría lleno de «Ke-lekus».
      En general los nombres de lugar hacen referencia a condiciones físicas del punto concreto (y a veces de una comarca), pero son muy raros los que han sido puestos por la actividad humana desarrollada. Lo del fuego y los «faros» es reciente; se trata de sociedades agrarias establecidas en la que había barcos mercantes. Dudo que en épocas remotas (estoy pensando en los milenios siguientes a la última glaciación), antes de que las poblaciones fueran asentadas, la navegación siguiera estos patrones, inicialmente porque parece que hubo largos periodos de bonanza climatológica y -además- no había urgencia alguna de volver pronto a tierra, porque el mar estaba lleno de alimento y bebida; es decir, si había niebla, se podía esperar hasta que disipara y si había viento desfavorable, usaban «anclas flotantes» de cuero, que lo mismo les permitían no derivar, que buscar corrientes submarinas y aprovecharlas para ser remolcados.
      El concepto de tiempo debía de ser tan diferente, que hoy en día cuesta imaginarse la vida antigua en el mar.
      Recomiendo el tomo de Mar, pesca y construcción naval.
      Que conste, que para Getaria, mi propuesta era solo eso, una propuesta.

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