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Guitarra

Aunque la guitarra actual goza de una salud, fama y renombre excelentes, tanto que ha trascendido su nombre y referencia a mundos distintos del de las tabernas, ventas y mesones (donde sobrevivió siglos en manos de cualquiera) haciéndose pop, heavy, flamenca o clásica, sufrió desprecios larguísimos ¡quién sabe desde cuando!.
Son ya ocho siglos desde que se maneja su nombre en papeles y pergaminos, pero hace tres, aún era denigrada por representantes de la cultura con poder estatal como Sebastián de Covarrubias, que en su Diccionario, se lamenta y rabia por ese instrumento “perjudicial para la música” y que no duda en hacerlo derivar de la vihuela o haciendo descender su nombre hasta la cítara griega, sin empacho ninguno para cambiar acentos, quitar consonantes, cambiar otras… con tal de que la herencia del Oriente culto quede en pie.

Este desparpajo y desprecio a la cultura local ha sido uno de los ejes centrales de esta cultura basada en la exaltación de Grecia, Roma, La Meca y Egipto y en la marginación de los disidentes que pedían investigar más en nuestra propia casa, por ejemplo, en la raíz de guitarra, “guita”, que el DRAE describe como cuerdita de cáñamo (y coloquialmente, dinero en zonas de Andalucía) y que el mismo engendro de enciclopedia define en otro alarde de estupidez como procedente del germánico “witta”, venda.
Así que los andaluces tuvieron que esperar al godo para una de sus más recurridas palabras…
Guita no era una voz conocida en Bizkaia en los años cincuenta, pero yo recuerdo la visita de un andaluz de Sanlúcar (“sand ugar” o arenales abundantes) a nuestra casa en Bermeo y el agasajo con quisquillas que “Ama” preparó y que el andaluz espetó con gracia: “Eto hay que selebrarlo con una boteya de mansaniya La Guita” y a la vuelta del paseo compró una botella negra que traía un cordel al cuello.
Nos explicó lo de la guita y ya no se me ha olvidado.
El cáñamo de la academia está muy bien para una civilización agrícola que puede sistematizar siembras, cosechas, almacenes y cordelerías, pero durante largos milenios anteriores nuestros antepasados nómadas y pastores han necesitado y conseguido otros materiales y productos para sus variadas e imprescindibles ataduras. Uno de los productos ha sido la tripa curada o “potra” elaborada con tiras de intestino curadas que debieron utilizarse para todo hasta que las fibras vegetales se impusieran, para ciertas cosas y hasta que los filamentos sintéticos -después-desplazaran a todo lo demás. En la imagen, cuerdas de tripa.

Entre las pocas cosas supervivientes, han llegado hasta hace poco los núcleos de la pelota vasca que se conseguían con tripa de oveja curada, estirada y cohesionada con colágeno (imágenes superiores en la foto adjunta, donde el núcleo era de tripa y las envolturas siguientes de lana) y los cordajes de las raquetas de tenis que la tradición asignaba a ser de tripa de gato, todos reemplazados ya por productos sintéticos.

La cuestión es que aquí está la explicación de la guita y no hay que ir a buscar cítaras al Peloponeso ni a las culturas urbanas, sino a los campamentos paleolíticos de los pastores que aprovechaban íntegramente todos los productos de sus animales. “Gui” es el nombre genérico del tejido blando animal que se prodiga en Euskera y Castellano; “gi ar” (“guiarra” o tejido macho) es el muscular con poca grasa, “gi bel” (guibel o tejido oscuro, son las vísceras), guiñapo es una piltrafa o desperdicio cárnico, guiso (“gi iso” es la carne al fuego), etc., llegando finalmente a que “gui ta” es el torzal de fibras (“ta” es el plural, la multiplicidad), el cordón resistente elaborado con tripa.
Quienes tengan cierta edad habrán conocido el armado de las guitarras (al menos algunas de sus cuerdas) con tripa y no es difícil imaginar que hace siglos lo fueran sus seis cuerdas.
Solo falta la coda “arra”, que se encuentra por todas partes donde hay procesos de arrastre, de rascado, de roído; en conjunto, guitarra: “Rascado de cuerdas de tripa”.

En la imagen de portada, restos de una guitarra española de comienzos del siglo XVIII sacada de un pecio en Florida.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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