Euskera Física Geología Prehistoria

Hueco

Hay veces que las explicaciones a través del Latín son verdaderamente cómicas (por no decir ridículas).
Lo que se nos dice del origen del hueco es un caso típico pues parte de un objeto, de una herramienta reciente (en términos de la antigüedad del lenguaje) como lo es el rastrillo que usan los hortelanos, “occa” en Latín y a partir de él, se abrazan al verbo “occare”, rastrillar y como a veces, al rastrillar la tierra no queda lisa, deciden que de la “occa” se tornó una “a” en “o” y se formaron las palabras portuguesa y gallega, “oco” y luego los españoles se liaron la manta del paso de “o” a “hue” (como en el huevo) y ya hay teoría y solo falta el relleno.
No importa que el objeto del rastrillo sea el contrario, es decir, alisar; no importa que los huecos hayan sido formas conocidas y denominadas por humanos desde la más remota antigüedad y usadas para depositar objetos desde la iluminación de la primera inteligencia; el fanático del Latín quiere que todo venga de esa lengua que solo hablaban las élites y no le importa que hueco-oco solo se diga en España, que los catalanes digan “buit”, los franceses “écart”, los corsos “cavallo”, los italianos “cavo” ni que los rumanos y su “gol” se parezcan más a los germánicos (“hole, hule, hul…”).
Y mucho menos que el propio Latín lo llame “cavas”.
Hace mucho que se sabe que en el Euskera, semántica y economía hacían que sus voces fueran estructuradas, breves, contundentes y unívocas para que su memoria fuera eficaz, pero ese criterio creativo no tenía su correspondiente en el celo para la conservación perpetua de las mismas, ya que cuando otro colectivo las tomaba, lo más frecuente es que se creara una voz alternativa, pero que solía ser de menor calidad semántica; es decir, era un sucedáneo.
Merced a que con esta lengua es relativamente fácil desandar caminos antiguos y aunque entre las formas actuales de llamar a un hueco o depresión (zulo, sillo, sakon, zokogun…), no se perciban rastros del “u eko” que es la forma primigenia de llamar un hoyo de una roca o un árbol en el que se recoge el agua de lluvia como en la imagen de portada, pero que también es el receptáculo que forman las manos y que aún sigue siendo un recurso literario vivo, su semántica tiene una explicación sencilla, lógica y difícil de rebatir:

“U” es la forma post arcaica o intermedia del agua (originalmente “ü” y actualmente “ur”).
Este nombre junto con la desinencia “ego, eko”, que es la raíz que determina la permanencia, lo estable, dan en “u eko” que viene a decir “capta, recoge el agua” como los huecos de árboles y rocas, algunos pequeños o medianos en las peñas de los torrentes y de las costas rocosas, pero otros enormes como el que se ve en la costra rocosa del páramo de la siguiente imagen.

Muchas de las leyes fonéticas que nos han enseñado con contumacia en la escuela, el instituto y en la universidad, son más falsas que un billete de tres euros y los agentes de la cultura, disparate tras disparate en vez de enmendar un camino errado gastan sumas enormes discutiendo si sólo debe llevar o no tilde. ¡País!.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

2 Comments

    • Muy complejo, Fernando, «aur» sin inflarlo ni pintarlo, es el futuro el porvenir, materializado en los niños, la nueva generación, de lo que dependía el futuro del grupo, el Euskera, si tiene alguna característica diferencial es la combinación de economía, univocidad, racionalidad y coherencia; nunca iba de lo complejo a lo sencillo, sino al revés, de lo elemental e indudable a su plasmación práctica.

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