Estrabón y Plinio el Viejo citan con poca diferencia de tiempo detalles coincidentes de las islas baleares y Ptolomeo dos siglos después abunda en ellos, así que sus explicaciones redescubiertas tardíamente no han dejado de repetirse por los rastreadores de referencias desde hace unos siglos, hasta el punto de que de pura reiteración, han saturado cualquier interés en discutirlos hasta que Internet y la variada información que aporta ha sido determinante para sugerir otros posibles argumentos que tienen visos de haber sido más importantes para poner nombre al archipiélago balear y a sus islas e islotes.
Los tres (geógrafo e historiador y astrónomo) parecen haberse copiado como hacemos hoy en día, ya que coinciden en casi todo, pero no cabe duda alguna de que ellos no visitaron las islas sino que uno, quizás los oyó citar a comerciantes o soldados y los demás copiaron y abundaron en las precisiones de aquéllos, coincidiendo en llamar al conjunto de islas e islotes, Pitiusas y a las dos mayores, por separado, Ebusus o Ibiza y Ofiusa.
Ellos mismos citaban y los posteriores no lo han discutido, que “Pitiosis -essa- en” son formas adjetivas griegas derivadas de “Piros-nos”, que significan “pinoso”, de muchos pinos 1) , así que una ligera variante se tomó como gestora del nombre Pitiusas hasta hoy.
En cuanto a Ebusus, el poeta y maestro Estacio la menciona como “Ebusia”, versión latina de “Ibosim”, nombre púnico según algunos y que de ahí paso a Eivissa y a Ibiza.
Lo habitual es aceptar que si a Formentera los griegos la llamaban Ofiusa, era por estar abarrotada de culebras venenosas y agresivas (“fidi”, en Griego), culebras, que no existían en la vecina Ibiza, fenómeno que no tiene explicación desde la ecología, pero aún así se repite y repite, asumiendo que el nombre latino, “Colubraria” es traducción del griego.
Así se rellenan nuestras enciclopedias, dando crédito a cualquier mención escrita, como si tuviéramos prisa por cerrar el vergonzoso proceso de asignar nombres pasando siempre por la patente de extranjeros, por asuntos fantásticos o mitológicos y por absurdos integrales.
Absurdos integrales como que se denomine a una isla por algo que es genérico en las de su entorno o por algo que no tiene soporte científico; por interpretaciones de extraños respecto a sonidos que les eran difíciles de reproducir o argumentos que no entendían.
Comenzando por Ibiza, su vegetación potencial tanto hace dos mil años, como ahora, es la de una formación Termo-Mediterránea del tipo Maquia o Garriga (según la fertilidad diferencial del suelo) con coscoja, lentisco, acebuche, algarrobo, pino carrasco y con sabina negral, en la que esa especie de pino, ni es de gran porte ni la formación llamativa, ni suele imponerse al resto del cortejo de tal bosque; es decir, su cubierta vegetal antes del pastoreo y agricultura, no se distinguía de la de las costas e islas cercanas y el pino no era un atributo llamativo, como se ve en la foto de una formación natural de ese tipo.
Siguiendo con Formentera, una isla casi plana y de poca altura barrida por los vientos era una versión “achaparrada” de Ibiza, en la que predominaría la resistencia de las sabinas a viento y sequedad con elementos como el de la siguiente fotografía.
Siendo así, que ni los pinos de Ibiza eran protagonistas ni distinguidos y los que hubiera en Formentera, lo eran aún menos, es imposible soportar que el nombre del archipiélago tuviera que ver con la dominancia de esa especie y mucho menos de otros pinos, como el albar, que se citan en alguna literatura.
¿Qué otra condición cumplía ese archipiélago?
Para un navegante bastaría con ver la carta marina y saber que en los últimos milenios el nivel relativo del mar en esa zona ha subido entre uno y dos metros, para trazar una línea imaginaria (en beige), que ampliaría notablemente la superficie de la cinta de arrecifes que unía ambas islas en época romana y que se prolonga por gran parte del perímetro, excepto la parte Norte de Ibiza y la Sur de Formentera.
Esta gran cinta de roquedos produciría una amplitud de rompientes mucho mayor que la actual, bien fueran los vientos de Levante o Poniente, resultando una línea de espuma mucho mas intensa que en las grandes playas o en los acantilados de Mallorca, por ejemplo. Una condición así se denominaría por los nativos, “bitsi usa”, donde “bits” es la espuma, el agua batida, “i” es un generalizador y “usa” que pudiera ser la coda que ponían los fenicios a muchas islas, o bien una desinencia del Euskera que indica frecuencia, cosa habitual, lo que serviría para llamar al archipiélago algo así como “la costa espumosa”. Foto de portada.
Lo siguiente, Ibiza.
[1] El nombre del pino en Griego es “peúco” y el de un pinar, “peuconas”, bastante lejanos de pitiusas