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IV Onomastika Topaketa en Amurrio

El sábado 6 se ha asistido a la Jornada y comida organizadas por la esforzada sociedad Aztarna de Amurrio en la que cinco conferenciantes iban a exponer ante los no menos esforzados asistentes, cuestiones sobre Toponimia, Hidronimia, pervivencia del Euskera en el Roncal, las señales de toponimia prerromana en el Pirineo y las aproximaciones entre la toponimia histórica y la nueva.
La comida y el ambiente en el restaurante Ruperto han sido excelentes, pero la sesión se ha parecido más a una merienda de negros. Fallos estructurales como no disponer de Wi-Fi (lo que ha repercutido en una deficiencia grave de las pantallas en algunas ponencias) y la decisión del moderador de cambiar la sistemática avanzada en la Sociedad de Onomástica de “turno de preguntas tras cada ponencia” por “todas las preguntas al final”, ha dejado muy poco juego a los asistentes para aclarar las fronteras entre propaganda y ciencia de algunos ponentes.
Enviado el día siguiente por email el “ppt” que no se pudo ver bien del primer ponente, he conseguido aclarar dos días después de donde venían los argumentos que se “mini-desarrollaban”, aunque yo iba más preparado para la “hidronimia”, cuya exposición me ha parecido “micro” en los campos tratados y nula en novedades.
Lo demás, bien.
La partitura de Ander Ros era sobre una ensalada rusa de escritos de Luis Michelena, apellidados “Toponimia, léxico y gramática”, que yo ya había rechazado por farragosa en 1973 y que he vuelto a leer ahora, cuando mi edificio -que entonces solo tenía cimientos-, tiene hasta ventanas y persianas.
De ese ensayo ya me llamó entonces la atención esta advertencia del sabio referencial:

La cuestión es que yo, técnico más que filólogo, estaba y estoy en las antípodas de esa valoración porque quienes escribimos no siempre estamos guiados por un espíritu santo, sino que exageramos, mentimos, difamamos, conspiramos, de manera que para mí la epigrafía hay que tratarla como una curiosidad que puede reforzar asuntos colaterales (como que tal año llovió mucho o ganó el “aleti”), pero por sí sola y por higiene, no vale para plantear proyecciones para un tema principal.
Para ejemplo de escrito bastardo, el del primer ponente, líneas de hace ya ocho años que podéis leer si buscáis en internet “Erresina-No venimos del latín Ander Ros Cubas”, una docena de páginas de exabruptos sobre un libro escrito por Carme Jiménez Huerta, amiga mía y mujer mucho más inteligente, preparada e independiente que su crítico que (por orgullo o miedo) no había leído el libro y armó su algarada a partir de trozos de otros similares que aparecieron en la red, pero que no sabían envenenar tan bien como Andrés.
Las mentiras e imprecisiones de tal escrito llegaron al catedrático de Barcelona que iba a dirigir la tesis de Carme, y “en entrándole la cagalera” decidió no dirigirla ni enviar una carta de recomendación (sino de advertencia) al de Tarragona, no fuera a ser que lo de que no venimos del latín tome fuerza como la tomara hace siete siglos lo de que “venimos del latín”.
Conclusión, los escritos para analizarlos y para mantenerlos en “prevengan” mientras su autor no resucite o se presente en el mentidero a dar la cara.
Mi metodología de trabajo en la parte de la Onomástica en que me muevo, la Toponimia, se basa en tres pilares, uno, conseguir el mayor número de nombres parecidos (por ejemplo, cualquier bilbaíno juraría que Bilbao está solo en el mundo, pero yo le aseguro que solo en España hay nueve bilbaos.
Dos, comprobar las características físicas e históricas del lugar: Cartografías de varias escalas con altimetría, Mapas de Hidrografía, Vados, Fisiografía, Litología, Geología, Edafología, Aprovechamientos y cultivos, Vialidad, Inter visibilidad, Pendientes, Insolación, Vías pecuarias, Pasos de fauna, Batallas y campamentos, Yacimientos arqueológicos, Batimétría, Riesgos….
Tres, recurrir a las raíces del Euskera que se recogen en El ADN del Euskera, ya que sin ellas las obras inmensas de Larramendi, Azkue, Mujika, Lopez Mendizabal… quedan cojas de ambas piernas para llegar al quid de la cuestión como es el SIGNIFICADO DE LOS NOMBRES DE LUGAR, que solo en una mínima y poco representativa parte son antropónimos o neologismos rabiosos, como aseguran los monjes que han seguido al papa Luis.
Hay muchas inconsistencias en ese batiburrillo de artículo de Michelena, pero como ejemplo de despiste, el autor desarrolla para “Dipulatçe” que lo traduce como cebolleda, cuando una cebolleda (sería un lugar que de natural da masivamente cebollas) no existe, porque estas liliáceas son modificadas por el hombre y solo prosperan mediante cultivo y entonces, el huerto cambiante cada año, se llama cebollar.
En España, Cebolleda aparece nueve veces, todas en el entorno de Picos de Europa entre 2.000 y 1.600 metros de altura; hay Cebolleda a secas, Sierra, Peñas, Collado, Llano y Pico de Cebolleda, pero ahí roca pelada y reventona por la decompresión no esperarían encontrar cebollas los seguidores del sabio en cuestión.

Tampoco ha habido nunca cebollas en la otra Sierra Cebollera entre Soria y La Rioja que aún supera a la cántabra en cien metros…

Estas alturas rocosas tienen la misma etimología que el macizo de Saboya entre Francia e Italia, lo que pasa es que cada administración ha escrito el nombre con distinta grafía, uno de los “problemas menores” de los escritos.
Estos tres entornos rocosos y muchos otros que llevan “saeb”, avanzan que estamos en una zona quebrada, un conjunto de sierras. La parte central detalla que hay simas “oi”, y la coda, que son abundantes.
Mejor hubiera sido dejar “Dipulatçe” como estaba, con un “dipu” que suele estar relacionado con un sentimiento de prevención, aborrecido, temido, amenazante y con “atxe”, peña, risco, como en el Barranco de Valdipuey en Zaragoza. Solo habría que haber comprobado si había algún risco que amenazaba caer…
En otro lugar, comentando “Tirapu”, dice que le parece un préstamo (no dice de quien, pero parece señalar al Latín), proponiendo metátesis de “Triapu”, forma de la que conoce algún caso, “nada vasco”… ¿Algún caso?, ¡toma varios!: Tribesen, Trintxaleku, Trintxera Nagusi, Trikumutegi, Trikutxeta, Trintxilikueta, Trikuegi, Tripazarra, Tripatueta, Trichuela, Triviño, Tribaldos, Triviña, Tribuna, Tribis, Trikiugarte, Trikamunota, Tricio…
Un paseo por la geografía de Tirapu en Navarra nos trae sugestivas informaciones, pero conviene ver antes sus lexemas: “Tira” y “apo-apu”.
El primero, inconfundiblemente, una franja o cinta de terreno.
La segunda, un adjetivo con significado de consistencia, cuerpo; una peculiaridad geomorfológica rara que hace que en una zona de su territorio que supone casi 300 hectáreas, la tierra de labor esté condicionada por costras paralelas emergentes separadas entre sí entre 30 y 50 metros, lo que da a las parcelas una forma exageradamente alargada.

Finalizando sus comentarios, Luis buscaba semejanzas a Tirapu con Biriatú forzando a que sea “ager privatus” (¡qué manía”).
También se lía Luis con el kirikiño vizcaíno que es de las etimologías más sencillas: “kir” es una protuberancia, un pincho; “igi” es manejarlo, moverlo y “eiño” contracto en “ño”, es el ejecutor: El que mueve los pinchos.
“Kiriko latza”, es algo parecido: “kir igiko” lo que mueve las púas y “latza”, su potencial perjuicio (áspero, indeseable) para quien lo toque.
¿Es que no sabía que los erizos “erizan” sus púas ?.
Y con “Triku”, la forma oriental que es menos didáctica, parecido.
“Tri” es una referencia a lo que no está firme ni gobernado, a lo flotante, ondulante; quien haya visto correr a un erizo, habrá apreciado las ondulaciones o bamboleos de sus púas. “Triku” es el que bambolea.
Finalmente, por no aburrir a quienes hayan llegado hasta aquí, al experto onomasta, el nombre “Mecansoteguieta” le sugiere comicidad (un sitio donde la gente se cansa).
Seguro que no sabe que “meca” es un morfo que aparece con frecuencia en la toponimia española: Meca (tres lugares), Arroyo, Barranco, Brazal, Cabezo, Casa, Fuente… de Meca, La Meca (8 sitios), La Remeca, La Romeca, Meca Baja y Alta, Mecachón, Valdemeca, Villameca, Casitameca, Castellar de Meca… y en Mekategi, aquí cerca, en Urbina.
Morfo corriente y con significado unívoco de “débil, enclenque, de poca frondosidad”, se puede “soldar” a Ansotegui, variante de “Alsotegi” haciéndote reír más cuanto más ignorante seas, cuando el topónimo se refiere a una aliseda que por estar a la sombra o por la pobreza del suelo, es de poco cuerpo.
Lamentable que entes que representan a los vascos estén manejados desde la miseria intelectual y desde un rancio corporativismo que lo único que consigue es retrasar y retrasar el volteo de la tortilla, el momento de analizar Latín y Euskera con criterios iguales para ver donde está el eje y donde las cadenas del tiovivo.
Sus señorías tienen que ir acostumbrándose a que los indicios del Euskera no se disipan en la Sierra de la Demanda ni en el río Garona, sino están en Saboya y en Las Canarias, en Bélgica y quizás hasta en el río Amur… pariente de Amurrio.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

2 Comments

  • Lamentable que entes que representan a los vascos estén manejados desde la miseria intelectual y desde un rancio corporativismo que lo único que consigue es retrasar y retrasar el volteo de la tortilla, el momento de analizar Latín y Euskera con criterios iguales para ver donde está el eje y donde las cadenas del tiovivo.
    Sus señorías tienen que ir acostumbrándose a que los indicios del Euskera no se disipan en la Sierra de la Demanda ni en el río Garona, sino están en Saboya y en Las Canarias, en Bélgica y quizás hasta en el río Amur… pariente de Amurrio.

    Mejor explicado imposible.
    Y más claro imposible.
    Zalú.

  • Hay una Cebolleta / Seboyeta, escrita de las dos maneras, en Nuevo Mexico. El nombre viene de “los españoles” probablemente la expedición de Juan de Oñate. Es un monte enorme que se ve desde muy lejos. La cima de la montaña entera es como un cerco de peñas menores con una hoya en el medio y el agua sale para el este. Nombre apto. Y por supuesto no se nota por cebollitas. Pinos, piedra, y uranio por dentro. (El mapa de hoy dice que se llama “Mount Taylor” o de vez en cuando se usa el nombre que viene de los indio Navajo). Otra evidencia que los vascos de hace 400 años sabían el significado de estas palabras y emplearon nombres que se podría esconder bien dentro del Castellano. Apuesto que dentro del nombre de la capital Santa Fe hay un significado apto que no tenga nada que ver con el catolicismo.

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