Cada vez hay más estudiosos independientes que encuentran indicios múltiples y variados de que hay una Semántica Global muy profunda que se puede reconocer en lenguas de un amplio entorno euro asiático, Norte africano y macaronésico, que en este forro se lleva años comentando.
Son muy interesantes las nuevas aportaciones porque traen puntos de vista no tratados y obligan a revisar papeles e ideas.
Ayer leía la propuesta de que una voz que solo se usa -y poco- en Castellano, “jamelgo”, tuviera un rastro semítico consistente en la tríada consonante “hml” que el autor relaciona con el verbo árabe usado para el transporte, fórmula que enlazaría con la “jml” del jamelgo.
Aparte de esta sugerencia, los latinistas, quieren que el jamelgo sea suyo aunque tengan que recurrir a la transformación “f -h-j” y explicar que el nombre original era hambriento, famélico, aunque antes de la aparición de la jota como letra no se encuentra a este animal con efe ni con hache. Además, los antiguos que convivían y necesitaban de los animales, no usaban los adjetivos alegremente, sino con gran tino y un jamelgo podía deber su mal aspecto a enfermedades infecciosas o degenerativas, parásitos, a la edad o a traumas mal curados y no resultaba preciso achacar su estado al hambre.
Lo mismo sucede con el transporte o el acarreo, que en Árabe se dice “al naquil”, limitándose “hammal” para los cargadores, para las personas que suben la carga a camellos, carros, embarcaciones o almacenes.
Esto quiere decir que ninguna de las propuestas es satisfactoria.
Sin embargo, la raíz vasca “samá” indica una forma peculiar de transporte, que no es rodada ni arrastrada, sino cargando el bulto sobre uno mismo. “Samari, xamari”, contracción de “sama ari”, conocido por todos que “ari” es dedicación, define al semoviente o persona que transporta cargas a lomos o espalda y “xam elgo”, donde “elgo-engo” expresa debilidad, impotencia, describe perfectamente al asno, mulo o caballo que por su estado físico, son incapaces de transportar algo sobre su lomo.
La precisión era una característica de la antigüedad que ahora no es valorada.
Pero la seguridad total no existe para el investigador, que ve continuamente otras posibilidades que la diacronía temporal pone sobre la mesa.
Lo que se acaba de tratar, maneja valores y criterios de una civilización del comercio y el transporte con mercancías y especialistas para llevarlas, pero antes lo verdaderamente importante era el viaje en sí, la garantía durante el tránsito y el movimiento guiando el ganado y entonces, “ia, ie” eran las raíces de esa actividad, que seguida de “meng”, adjetivo que indica deficiencia, incluso carencia de alguna condición y que frecuentemente muta a “melg”, pudo haber sido originalmente “ia melg ko”, el inválido para el transporte.
Esta posibilidad la apoya la “jaca” o potranca, nombre genérico donde los haya, que los sabios del norte la asignan a ser un producto racial de la ciudad inglesa de Hackney, sabios que no sienten ridículo alguno para plantear que nombres antiquísimos puedan venir de una granja donde se criaban y domaban caballos…
La forma “ia ka”, (parecido a la interjección “cá” ya apenas usada) indica negación y que ha dado en la jaca española no se refiere al bello paso de un caballo de circo, sino a que la edad y desarrollo del animal, no son aún adecuados para usarlo en los desplazamientos, esto es, no se debe cargar ni montar, so pena de afectar negativamente a su desarrollo.