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Joya

Joya
Elemento generalmente menudo e inicialmente artesanal, que combinando materiales nobles, bellos, duraderos y escasos, se exhibía sobre cuerpo o prendas y servía para denotar el nivel social de las personas.
La joya permanece huérfana de nombre tras miles de años de existencia y uso.
Huérfana, porque decir que joya procede del Francés y del término “joie”, alegría, pertenece al género de la más clara fantasía, especialmente el pretender enlazarlo con el término latino “iocus”, broma, juego.
Nuestros antepasados han conocido las pepitas de oro, las matrices de plata, las perlas de ostras, los ónices, el cuarzo y las amatistas y no puede caber duda de que antes de manejar la metalurgia y aprender a engastarlas en cobre, plata y oro, las habrán guardado con codicia en bolsitas de cuero o se las habrán insertado en tatuajes y escariados.
No puede caber duda de eso y de que a lo largo de milenios de observación de materiales y fenómenos, los más inteligentes de los grupos habrán dado con muchas de las claves de los minerales cristalinos y de los caprichos con que establecen sus formas al ser tallados, al darles pequeños golpes bien dirigidos.
Tenemos argumentos para pensar que ahí está la clave del nombre de las joyas en los idiomas más cercanos, donde la áspera jota solo aparece en Castellano.
Así, los gallegos y portugueses con su “xoia”, los catalanes con la “joia” que suena “dxoia”, los italianos y corsos con sus “gioiello, giollelu”, nos refrescan el sonido “dx”, tan del gusto vasco, advirtiendo a la vez que si los franceses usaron “joie” una vez, hace mucho que prefieren “bijou” que suena “bichu” y recuerda a la forma vasca actual “pitxi” y a los propios bichos, porque lleva el germen de lo raro o atípico (“bitxia”).
Porque las joyas, sus materiales, son ante todo raros, escasos…
Pero vayamos a la “dxo eia”. “Dxo” es la expresión más universal para definir algo contundente, desde una agresión o el puñetazo de un boxeador hasta el impulso a una pelota o la decisión de tocar una nota de música; “dxo” se dice docenas de veces al día y todo el mundo lo entiende, así que “djo eia” explica que el objeto en cuestión se ha hecho mediante talla, porque “eia” es el participio de hacer.

El artesano indio de la foto está calculando donde colpear a la esmeralda que acaba de encontrar para encontrar su plano principal… de ahí vendrá el resto de la talla y el pulido.
La joya lleva en su nombre el secreto de su elaboración y no la alegría que –dicen- produce su posesión.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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