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La Abadía

Recorrer las listas ordenadas de topónimos es un ejercicio primordial para quienes tengan afición a este “arte” de tratar de descifrar lo que esos nombres –casi siempre aparentemente incoherentes- nos quieren decir. Una de estas tardes me encontré con cinco La Badía seguidas; una estaba en La Lampreana, junto a la cola del embalse de Ricobayo, otra en La Bañeza, en pleno regadío, una tercera en la zona volcánica de La Garrotxa, la cuarta cerca de Olot y la última a caballo sobre el río Narros, en Soria.

También me encontré con una Casa de la Badía en la Sierra de Aracena y una Coma de Labadía en La Litera.

Con ellas venía un cortejo nada despreciable de Badas, Badinas y Badijas, pero lo que más me llamó la atención es que al ir a la cartografía, La Badía de La Bañeza, tenía al lado a una flamante La Abadía.

El lugar es uno de los infinitos predios muy alterados desde antaño por la agricultura tradicional y en tiempos recientes radicalmente desfigurados por las prácticas actuales que acompañan al regadío y por la racionalización que en aras de la producción dicta la “agricultura intensiva”; un lugar que de sus antiguas características solo le quedan los topónimos.

Dando unos pasos hacia el Oeste, en la misma ribera (ahora canal) de lo que fue el Río Jamúz se puede leer La Abadía en “correcta ortografía” y dado que la carretera LE 114 está señalada como un ramal del “camino de Santiago”, cien de cada cien “académicos” certificarían que ahí hubo una abadía donde se hospedaban los caminantes y que el nombre que analizamos es un vulgarismo recogido por los agrimensores, pero sin ninguna esperanza de que traiga otro mensaje que el suyo.

Otro de los numerosos lugares de dinámica parecida está en la zona desecada del centro de Palencia, concretamente en El Valle de la Cueza (Laku ez a), uno de los lugares más interesantes para estudiar el proceso de desecación de un área pantanosa extensa y la extraordinaria cantidad y variedad de hidrónimos poco conocidos que la colman. La imagen que se adjunta, cercana a Cervatos, un lugar que tuve la oportunidad conocer en los años 70, conserva aún fresca una “La Abadía”, lugar colindante a la muestra que aún queda de una laguna llamada de Carrelabadía.

El lugar, pantanoso hasta hace un par de siglos, no ha podido soportar ni hay indicio alguno de que en él hubiera abadía alguna. El lugar, como otros muchos, probablemente se llamaba “lava di a”, es decir, lugar de lavajos.

Cierto que se pueden achacar errores a una ortografía deficiente, pero ¿acaso no son deficientes todas las ortografías?; ¿cuántos signos serían necesarios para reproducir fielmente los sonidos ancestrales que los escribas plasmaban como les parecía?.

También hay que tener en cuenta la riqueza regional puede generar equivocaciones a quien no la conozca; por ejemplo, “badia” en Catalán es una denominación común para una ensenada marina (badias de Palamós, Palma, Roses…), pero también hay tierra adentro de Cataluña un par de La Badia y otro par de L’ Abadia; una de ellas, “partida en dos por el ferrocarril”, muy curiosa porque conserva las formas curvas de las parcelas que han sido lacustres, donde, obviamente no hay rastro ni ruinas de Abadías.

En la zona interior de habla catalana hay también numerosas formas parecidas como Badia a secas, Alzinar, Borda, Bordes, Cal, Can, Casa, Collet, Coma, Font, Gorga, Hera, Masía, Molí, Pla, etc. de Badia, volviendo a llamar la atención la poza que ha quedado confinada en el centro del lugar conocido como la Badia cercano a Lleida.

La voz está en toda la geografía española, así, en un salto hasta Orense, donde el río Xares antes de darse al Bibey (y luego al Sil), es represado dos veces, la segunda muy modesta con la presa de Santa Eulalia de doble curvatura (ver plano en el que se adivina un álveo amplio para un barranco estrecho) y con un nombre interesante para el embalse, “Encoro de Santa Badia”. Interesante porque no hay referencia alguna en el Martirologio ni en ningún lado a esta “presunta santa”. La pena es que el embalse ha cubierto totalmente las formaciones de cauce y álveos de este tramo de río y aunque en el verano de 2014 quedó seco, no se han podido conseguir imágenes de las antiguas vegas y contrastar la idea de que el nombre de ese tramo fuera “sanda badi a”, es decir, las charcas de arena, si bien los tramos entre presas, como el de la imagen sugieren que pudo haberlas.

Pasando a la forma tónica, “badía” que se encuentra casi exclusivamente como “Abadía”, figura en la geografía Española en más de cien lugares y lo hace con diferentes formas, unas articuladas, otras, no: En singular o plural, “abadía”, “la abadía”, “a abadía”, “las abadías”, “los abadías”, “las badías”, así como en forma compleja con el prefijo de agros, almacén, alto, arroyo, bárcena, barranco, casas, caserío, caseta, corral, cortijo, cuerda, dehesa, fila, granja, groba, hita, hoya, llano, llanos, mas, parideras, pico, punta, torre, umbría o val… “de la abadía” o de “las badías”.

Entre esta masa de lugares, hay alrededor de una docena en los cuales hay indicios de haber habido construcciones del tipo “Abadía”, pero son más de diez veces más abundantes aquéllas en que el lugar no es apto para el objetivo devoto y la mayor parte de ellos –además- son sitios con claras muestras de estar en zonas saturadas de agua cuyo pasado denuncian las formas curvas de los límites parcelarios o bien están directamente sobre antiguas “zonas de inundación” que el dominio de los ríos ha devenido en laborables o incluso urbanas.

Pero no es esta la única tipología superficial de lugares con nombres de esta familia, porque en zonas muy continentales de climatología extrema y con rocas sedimentarias y suelos erosivos, se dan una especie de coladas de materiales finos que crean formaciones como gradas de singular belleza en la fotografía aérea. A continuación primero se muestran algunos lugares de la tipología de inundación o saturación y luego las de barrancada y colmatación por colada.

En las primeras imágenes, Abadía de Agolada, Abadía de A Teixeira, Bárcena de la Abadía en León, que está en el recodo del río Cúa, Abadía de Masma…, la población más importante por su dimensión, que es la Abadía del río Ambroz en Cáceres, Abadía de San Vitoiro…

 

El otro tipo de formaciones que se dan en barrancos y laderas principalmente, suelen mostrar bien las erosiones, bien las “tortas” de suelo nuevo que siguen cultivándose desde hace siglos como en el Valle y Arroyo de Valdelabadía en Guadalajara, con una cuesta raída por una docena de barrancos o “lavados”, en Navarra, Huesca y Almería, parcelas escalonadas para aprovechar los materiales aluviales de algunos barrancos, llegan a crear formas estéticas sublimes que remedan organismos vivos o sus esqueletos, reflejando una actividad pretérita muy meritoria para frenar los procesos erosivos y aprovechar la productividad estacional de unas tierras pobres el resto dela año. Es posible que este modelado por arrastre manual o con animales se llamara “lavado” y las zonas modificadas, “labadías”.

No se va a entrar aquí en la discusión sobre la naturaleza de las abadías religiosas y las laicas ni si terciada la Edad Media, los monasterios regidos por órdenes cristianas, sentían celos de estas otras organizaciones y trataron de que desaparecieran, pero la idea que aquí se defiende es que la mayor parte de los sitios llamados “abadía” y otras formas muy cercanas, no se corresponden con lugares en que en un tiempo pudo haber monasterios o abadías religiosas o seglares, sino que se daban los fenómenos hidrológicos descritos.

La curiosidad no se limita a las abadías, sino que se prolonga con nombres aparentemente relacionados con la profesión de “abad”; el caso es que hay varias docenas de lugares en cuyo nombre parecen intervenir abades y pero un análisis detallado muestra que no; son, por ejemplo, Aldealabad, Malabad, Cuesta Labad, Peña Lavad, Valdelabade, etc.

El trabajo merece ser continuado.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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