La bahía y el entorno de Santander es uno de los marcos más bellos y representativos del Cantábrico tanto en sus versión íntima, cercana, como con respecto al fondo sobre el que se proyecta, no siendo extraño que hasta hace poco este fuera el nombre de la provincia –hoy región- entera.
Si ahora nos parece bella, es difícil incluso para los profesionales de la Geografía imaginársela en todo su esplendor en siglos anteriores, antes de que esta desgracia temprana que nos llegó vestida de avance y que no fue otra que la revolución industrial, desmembrara en siglo y medio un orden previo que se había mantenido durante milenios con “daños menores” en los sistemas que garantizan la vida y la riqueza, eso que ahora llamamos ecosistemas.
Me refiero al daño que comenzaron aplicando la minería industrial y el ferrocarril a ámbitos extensos con daños irreversibles. En concreto estoy pensando en aquélla nueva modalidad de “ganar tierra al mar” por medio de los vertidos masivos de los rechazos de la minería y por los escombros de las obras, que se cebaron en los ecosistemas más ricos como son las marismas y lo hicieron con la bendición de sanitarios y políticos que tildaban de “insanas” a las zonas de aguas someras, con jolgorio de promotores, contratistas y representantes municipales, con el silencio de los poetas y con la resignación endulzada por las promesas del avance, de la modernidad, para la gente sencilla.
Esto se hizo en todas partes y no faltaron leyes que desde Madrid animaran a hacerse con las marismas y con las riberas de los ríos, leyes que no han sido desactivadas hasta que en la década de los ochenta se impuso la sensatez y se comenzó a incorporar a la Ley, el Impacto Ambiental.
En el caso de esta bahía, cuya dimensión bruta a finales del siglo XIX se podía estimar en 4.500 hectáreas (ver la carta marina de 1840 firmada por el brigadier Antonio Arévalo ) y a la que solo unas décadas después de haberse tomado esos datos se comenzaron a verter primero cientos de quintales, luego miles de ellos y enseguida miles de toneladas de minerales de poco valor para resolver el problema doble de qué hacer con tanto producto que sobraba y –a la vez- conseguir tierras llanas para prados y para lo que hiciera falta.
Estimo que a día de hoy se han transformado en suelo urbano ( en riqueza para hoy y miseria para mañana), unas 950 hectáreas, pero han podido quedar con su dinámica estuarina dañada, otras quinientas, en total, una tercera parte del total de la bahía.
Si a eso le añadimos las alteraciones que causan los dragados necesarios para los calados cada vez mayores que necesitan los barcos para competir con un mundo del transporte intrínsecamente insostenible que nadie quiere ver, el panorama es desolador aunque esta mañana bellísima de fin de verano en Santander con fuerte viento Sur y una visibilidad impresionante, nadie podría adivinarlo.
Mal de muchos, consuelo de tontos, este mismo problema se repite en casi todas las poblaciones costeras y uno parecido en todas las interiores, donde el urbanismo y la ordenación del territorio no merecen escribirse con mayúscula.
Ahora con un COVID 19 que amenaza por todas partes, algunos ya comienzan a relacionar con estos daños las alegres alteraciones que se han aplicado masivamente sin saber prever ni calcular sus efectos a un mundo que no es infinito ni insensible.
Los sabios nos dicen que esta ensenada fue muy rica desde antaño porque su configuración era óptima como puerto y como ciudad: Los primeros asentamientos recostados en la ladera meridional de la loma de Somorrostro que con su dirección SW-NE de plegamiento, protegía de los vientos regañones del Noroeste y era caldeada por el sol del mediodía, debieron de ser un paraíso con pesca y marisco abundante, con numerosas fuentes y tierra fértil, no siendo extraño que con el paso de miles de años el resultado fuera esta conurbación que sigue teniendo entornos irresistiblemente atractivos para el humano urbanita y viajero.
Esos mismos sabios asistidos por eminentes lingüistas nos dicen que el nombre de Santander deriva del hecho de que en su catedral reposen las reliquias de las cabezas decapitadas de San Emeterio y San Celedonio que aparecen en el escudo de la ciudad junto a las cadenas rotas en Sevilla y cuyos otros restos se repartieron por una cristiandad hispana bajo la amenaza musulmana.
Según estos genios de la investigación, el nombre fue alterándose desde Sancti Emetherii a Sancti Emderii, luego a Sanct Endere, a San Andero, Santendere, Santanderio y por fin, Santander; para ello, primero vecinos y autoridades se olvidaron de Celedonio y progresivamente también de Emeterio, que –si bien se bautizaban emeterios con regularidad, nadie los relacionaba con la ciudad hasta que alguien redescubrió las reliquias y con ellas llegó la luz.
Increíble, que siendo tan fácil haber hecho depender su nombre de San Andrés, eligieran este santo de segunda, pero los hallazgos son hallazgos y al redescubrirse en pleno Renacimiento la urna con sus cabezas, la propaganda vaticana pudo con otros poderes y las eminencias se pusieron a diseñar un camino laberíntico para explicar la transformación de un nombre vernáculo, pero explicaciones como estas forman parte del Cuerpo Cultural de antes y de hoy.
En Toponimia, lo primero a hacer es comprobar si existen o no nombres parecidos y si están en entornos similares o tienen historias o se deben a procesos parecidos. Si los hay, hay que pensar que el nombre analizado no ha cambiado tanto como los eruditos aseguran; si no hubiera nombres idénticos, el método ha de bajar a sus componentes y ver como se repiten o reproducen en otros nombres. Las elucubraciones de parte y especialmente las que tienen componentes mágicas o religiosas, son nulas casi siempre.
Veamos que se encuentra en los Thesauros:
Santander no hay ningún otro en España, pero si hay Santandera, concretamente, La Santandera, una ladera de tierra suelta, empinada pero cultivada cerca de Castrogeriz. Si nos vamos hasta Menorca, isla en la que también hay una “Punta Rabiosa” como en Santander y un “Cap de Cavallería”, como los varios caballos costeros de Cantabria, hay una preciosa cala y puertito llamados Santandria, que son un Santander en pequeño.
Las curiosidades son interminables cuando se analiza Toponimia masivamente, por ejemplo, además de los casi 500 San Andrés con acento, bien a secas o como complemento de elementos geográficos que hay en España, de los otros 20 sin acento –que también hay-, de los 100 Sant Andreu, de otro ciento largo de Santo André y de otras variantes que parecen dedicarse al discípulo y apóstol de Cristo del que nadie sabe hazaña alguna (aparte de su muerte en la cruz) para merecer tantas apelaciones, hay otras muchas:
Por ejemplo hay dos Santandré en Galicia, uno es una aldea coruñesa a la vera del río Tambre y el otro un caserío cerca de Lalín en Pontevedra donde han construido una ermita a San Andrés.
Hay un modesto Santandrés a más de mil metros en un lugar remoto de la montaña palentina, que es una parcelita arada entre densos bosques, otro Santandrés en los montes asturianos junto a la boca del túnel ferroviario más famoso del país y un tercero también en Asturias, cerca de Mieres del Camín.
Muchos de estos lugares tienen ermitas, iglesias u hornacinas en las que honran al hermano de San Pedro y la tradición defiende su relación con el santo, pero algún día se harán estudios multidisciplinares que en muchos casos dirán que había un nombre previo parecido a “andrés” y que la fuerza de la cristiandad aprovechó para que se recordara a uno de sus modelos.
Ni que decir tiene que nombres que comienzan o llevan Sant… y no se refieren a santos, los hay aquí, en Francia, Italia o Portugal (por decir algo), como Santa, Santá, Santoviejo, Santovivo, Santochillo, Santocina, Santolea, Santomera, Santoña, Santillana, Santoñuca, Santoral, Santorcáz, Santos Garrote, Santotis, Santovenia, Santoveña, Sants, Santsoena, Santuarán, Santullán, Santuyano, Santillana, Santpedor, Santueña (3), Santurce, Santurde, Santiurde, Santurio, Villasante… ,varios de ellos en Cantabria y sus cercanías, pero también en Portugal, como Santa, Santalha, Santar, Santarem, en Italia, como Santadi, Valle Santa, Villasanta, Santena, Santerno, en Francia, como Santans, Santec, Santeau, Santenay, Santeuil…
Elijamos el Satarem de Portugal a orilla del Tajo, como modelo de arenales que muchos de ellos exhiben.
Pero también conviene mirar otras variantes; por ejemplo, en Euskadi, a Santander se le llama “Sandander”, que no tiene porque ser una sonorización de lo oficial, sino que puede haber sido el nombre antiguo transmitido oralmente por marineros; así, hay numerosos lugares que no comienzan con “sant”, sino con “sand”, como Sanda, Sandamil, Sandaruelo, Sandajo, Sandara, Sandamías, Sandaña, Sandar… y que con frecuencia están relacionados con la arena depositada masivamente.
“Sandar” es una forma de llamar a los depósitos permanentes de materiales finos en ríos y mares, por lo que es oportuno profundizar en los contrastes en lugares que llevan los lexemas “sant” y “sand” para ver la frecuencia con la que afloran bancos granulares actuales o fósiles.
De momento, es posible que el nombre de Santander sea el de su bahía, “sand and er”, arenal grande y hermoso, como el que se ve en este amanecer brumoso.
Pero Santander es mucho más. Por ejemplo, es el Sardinero, fondeadero, playa e “hinterland” que todo el mundo relaciona con abundancia de sardinas antaño, pero que ya ha sido discutido en “Eukele.com”, postulando que habiendo en España muchos más nombres parecidos a “sardina” en el interior que en el litoral (por lo que es obvio que los nombres no se refieren al pececillo sino a otros fenómenos), que es rarísima la toponimia dedicada a animales e masa (quizás algunas palomeras) y que en la cercana ría de Urdaibai hay una isla de arena que desaparece en algunas pleamares y se llama Sandinere, es posible que su nombre original fuera parecido a este, es decir, “Sandinero” y el olvido del lenguaje combinado con el parecido a la sardina llevó a un cambio mínimo: Sardinero.
“Sandinero”, explicado según “sand i (n) ero”, vendría a decir “el arenal modelo”. Esto no debe extrañar, porque la gran mayoría de los ríos que aportan agua dulce y arrastres al estuario, están en las colas de este, pero la vaguadita de Las Llamas, con unos 8 km. de recorrido rectilíneo ha debido de aportar cantidades ingentes de arenas casi en la boca del estuario, con lo que la playa que ahora llamamos “Del Sardinero”, representaba un modelo completo de playa submarina, terrestre e intermareal: La playa modelo.
Además, la bahía tiene otro topónimo que en Cantabria se repite varias veces allá donde la costa es caliza: “Caballo”; Punta de Saltacaballos entre Ontón y Mioño, Punta de Saltacaballo en Mioño, Punta del Caballo en Santoña, Punta Caballo en la península de La Magdalena, Playa de Los Caballos en Suances y ya hay que llegar a Ribadesella para encontrar otra Punta del Caballo.
Parece evidente que esas rocas acantiladas en el borde del mar no pueden hacer referencia al caballo tradicional, que tiene que significar algo distinto y así apuntan sus dos componentes, “kaba”, que se refiere a oquedades naturales, a “cavas” que suelen darse con frecuencia en las rocas calizas o dolomíticas y “adjo”, morfema difícil de pronunciar, que unas veces ha virado a “ayo”, otras a “ajo” y también a “allo” e incluso “año”.
“Adjo” es “la roca grande” y el complemento de “kaba”, indica que tiene huecos en su masa.
Otra curiosidad importante en Santander, es un lugar misterioso sobre el que mi amigo Jorge Ribero Meneses me ha llevado a estudiar por su insistencia en que es un lugar especial y sede de antigua concentración de decisiones, el ejido o finca que llaman “Campo Jiro”, que es citada desde hace siglos y que hasta ahora se ha salvado milagrosamente de ser urbanizada, pero sigue con un halo de misterio, especialmente el pozo circular de cien metros de diámetro que persiste en una esquina, como se ve en la foto aérea.
Hay una explicación desde el Euskera, que ratifica lo que dice Ribero Meneses, ya que su nombre original, “kanbo ox iro” apenas ha cambiado y se ofrece claramente a los estudiosos dando una clave misteriosa, ya que “kanbo” es la denominación de las fuentes minero medicinales, “ox” es la raíz que designa a los pozos, no a las fuentes e “iro” equivale a ponzoña, putrefacción, siendo elemental el paso de la “x” a “j” para dar “kanbojiro” y “campojiro” tras las oportunas correcciones cultistas para recordarnos que en algún tiempo el pozo fue maligno.
Persisten las dudas sobre la ejecución de su fábrica y sobre la posibilidad de un pasado interesante
Aún quedan en la bahía y su entorno nombres muy interesantes que estudiar entre los que se pueden citar los varios “castillo” que se perpetúan en lugares en que aún hay vestigios de roquedos en las cumbres de oteros, algún otro “rostro” y “rostrío” además del antiguo Somorrostro, los canales de las “hueras”, los numerosos lugares como La Raba, La Rotiza, La Ran, La Roza, La Rasa, La Revilla, La Remonta, etc. que con su comienzo con “Larr…” indican su pasado de pastizales, etc. etc.; en conjunto, un lugar donde pasar un año largo solo para coger datos.
[1] No me refiero a los ensayos medievales que ya cegaron la bocana de Becedo con un aviso tempranísimo de lo que sería en el futuro el voraz urbanismo. [1] Nombre de un escarpe del que no queda otro rastro que el nombre de una calle. [1] Jorge es –sin duda- el personaje con más cultura y experiencia en Historia y Prehistoria y más abierto a discutir los paradigmas oficiales.
Aúpa Jabi, como comentas, en el interior de la península hay muchos nombres con la raíz “sardina” en España, más en el interior que en el litoral
De hecho a 30 kilómetros de Valladolid está la localidad de Sardón de Duero, la cual se conforma por un arenal inmenso entre pinares a lo largo del Duero. De hecho hay una cementera donde explotan esas arenas y un par de caminos, uno desde Traspinedo, un pueblo cercano, y otro desde Puente Hinojo, un área recreativa, que se llaman camino del arenal. Así que, una vez más, lo has «clavao».
En cuanto a Kanbo pues lo mismo, me viene a la mente la localidad de Iparralde de Kanbo (Canbo le Bains como lo llaman los franceses),la cual interpretas como las fuentes minero medicinales. Es evidente que esa región de Iparralde… Biarritz, Kanbo etc… Si algo destacan, entre otras cosas, es por sus aguas y sus tratamientos termales.
Así que, me parece bastante evidente lo que has expuesto.
Por último, una reflexión, y es
que me causa mucha desazón el estado de degradación en la cual está sumido este país en muchas cuestiones que ahora no vienen al caso , pero una de ellas, es ver que gente que avanza, investiga, busca el conocimiento no se vea reconocida su labor.
En fin, siempre un placer leerte y aprender, y mucho ánimo en esa labor de investigación que realizas.
Hola Javier, fantástico tu artículo sobre Santander y su origen etimológico, relacionado con la voz «sanda» (arenal). Mencionas que en España esta voz aparece en muchos topónimos, a veces camuflada en santos y santas (la iglesia se apropió de ella). Un ejemplo de un santo que no lo es lo encontramos en el barrio barcelonés de Sant Andreu, donde se localiza la estación ferroviaria de Sant Andreu Arenal. Aquí vemos la relación existente entre un nombre actual (arenal) y el euskérico (sandar), viniendo a significar lo mimo. Seguramente en la zona donde se construyó la estación existió un arenal. Saludos
Hola Jose; posiblemente tengas razón; he encontrado un plano de 1926 en el que toda esa zona de la derecha del río Besós, eran inmensas riberas de aluviones y arenas. Ahí comenzaron a construir unoa Talleres de la Maquinista Terrestre y Marítima y en pocas décadas se construyó todo y se canalizó el río.
Saludos.
Mil gracias Javier por tus enseñanzas. Desde hace años soy un seguidor tuyo. Soy natural de Revilla un pueblo cercano a Santander, del valle de Camargo. En el artículo citas a La Revilla, otra localidad cántabra; creo que su toponimia es la misma. La mayoría de los pueblos de este valle (como otros muchos en Cantabria) creo que tienen un nombre que nos sugiere un origen euskériko: Maliaño, Muriedas, Herrera, Igoyo, Escobedo (un barrio suyo lleva el nombre del Churi)… Otra vez, mil gracias Javier.
Si, Daniel, pueblos, aldeas, laderas, cimas y barrancos tienen unos nombres que rezuman coherencia cuando los tratas en masa. El Euskera o un pariente suyo que yo llamo Eukele es una lupa con la cual apreciar mejor las coincidencias; luego es necesaria una formación y un cierto «don» para ver relaciones donde otros no ven nada. Saludos
Buenas Javier!! Se echa de menos un recopila torio en papel de topónimos y sus explicaciones… eres un artista y ojalá muchos de tus seguidores les pique el
Gusanillo y el
Día de
Mañana aváncenos aún más en estos temas!! Zorionak
Tienes Razón, voy a ver cómo poner una lista con link.
Eskerrik asko!! Será muy útil para ver raíces de toponimias y relacionarlos con otros muchos q nos puedan ir surgiendo dudas!! Por otro lado veo mucha diversidad de teorías analizando de otros investigadores( lengua ibérika, Amaata.. y otros de los q estáis en contacto.. entre ellos tu hermano..) pero la verdad me encanta tu método y lo veo muy acertado y además muy coincidente y estudiado… zorionak una vez más!!