¿Quién no ha estado en Covadonga para admirarse de cómo se organizaría Pelayo en aquella oquedad para convencer a sus cristianos de que había que enfrentarse a la morisma y luego ha subido a los Lagos de Enol y de La Encina sin darse cuenta de que muy cerquita hay indicios físicos y toponímicos de un tercer lago mucho mayor que estos, pero ya colmatado?
Se trata de la pradera conocida como La Comicosa, un fondo de cubeta de unas setenta hectáreas que se ha señalado con trazos en el mapa de portada y, como se ve en la siguiente imagen, suele conservar todo el año una poza poco más grande que una piscina olímpica y también dos o tres trampales que junto a su tierra fina de degradación de la roca local por el frío y los líquenes y su llanura, dejan claro que tras rellenarse, el agua “se le escapa” y no consigue emular a sus dos vecinos pequeños pero más profundos y cerrados por morrenas impermeables.
Analizando en detalle la pradera, es fácil distinguir cicatrices de antigua actividad humana, seguramente para ayudar a drenar el antiguo lago y así obtener espacios amplios y duraderos de prados frescos cuando los herbazales de suelos más someros se agostaran, proceso que pudo extenderse desde antes del Neolítico hasta hace apenas un siglo.
El entorno es muy rico en toponimia, porque lo es en fisiografía y fenómenos hídricos y además, como hasta hace poco solo visitado por pastores y militares, ha sido menos alterado que las zonas bajas, así, otro día se volverá para proponer algo sobre los numerosos “Jou” y el propio Lago de Enol que los sabios asturianos apuntan a que se refiere al agua, pero otros le vemos más mensaje…
Volviendo a La Comicosa, dado que se conocen multitud de nombres como La Coma y curiosas variantes (La Comadreja, La Comandanta, La Cometa, La Comina, La Cominera, La Comallarga…) con reminiscencias pratenses, lacustres y fontanares, todos fenómenos relacionados con el agua (“coma” en Catalán, suele llamarse a los glaciares), no es difícil recomponer La Comicosa según “laku miko tza”[1], que viene a rezar “el conjunto de lagos insignificantes”, siendo “miko” un adjetivo poco frecuente, pero que denota un carácter poco marcado, que con referencia a lagunas, indicaría que cuando se le puso el nombre, el fondo del antiguo lago, la llanada en cuestión estaba ya en un proceso terminal en que varias lagunas eran estables solo de vez en cuando.
Un proceso de este tipo puede durar varios milenios (a partir del último óptimo glaciar, hace unos 18.000 años) durante los cuales hay periodos en que los lagos permanecen durante años húmedos y luego desaparecen, proceso que aquí, en las alturas sigue siendo constatable, pero que en las tierras agrarias, donde tuvo dimensiones mucho mayores, ha desaparecido por la continua modificación del suelo.
El hecho de que queden nombres parecidos que guardan el esquema de un proceso que Geología e Hidrología confirman con facilidad, debe ser un buen motivo para analizarlos a través del Euskera que en esa época pudo ser una lengua franca de los pastores.
[1] Se ha de recordar que lago, no procede del Latín “lacus”, sino de “la (k) u”, agua retenida.
Fascinante