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La Escrita

Todos sabemos lo que es un escrito, pero cuando se usa la forma “escrita”, es que se está refiriendo por defecto a una modalidad o a algún soporte del género femenino, que lleva algo escrito; así, la escrita puede ser una sábana, una hoja de papel, una tabla o una pizarra… también una roca, efectivamente, pero lo que es atípico es que el número de apariciones de nombres de lugar en la forma “escrita”, sea de más de 150 y el de “escrito”, solo uno y en un remoto lugar de los montes de Cuenca cerca del nacimiento del río Cabriel, la Peña del Escrito que se ve en la imagen siguiente.

Esta desproporción de géneros a favor de lo absurdo, ya se había detectado entre El Herrero y La Herrera, muy a favor de esta y según la cual el número de ferrones hembra había sido en alguna época muy superior al de machos.

La Escrita aparece sola o con artículo (“a”, “la” o apóstrofo), en singular o plural y también como complemento de Alto, Arroyo, Barranco, Cerro, Cruz, Ermita, Fuente, Monte, Peña, Pico, Piedra y Sierra, ganando en número las Penas y Peñas, pero siendo curiosas e interesantes todas ellas.

Además, si se buscan derivados como Escribano, Escribá, Escribana, Escrivana, Escribanillos, Escribiente, Escritores, Escritorio, Escribanía, Escrich, Escriche, Escriñeros, y hasta Escribáñez, el número se triplica con la particularidad de que algunos de los nombres menos abundantes nos recuerdan los “scratch” (arañar, rasgar) tan conocidos últimamente por haberlos sufrido todo tipo de famosos, voz que nos orienta hacia algo rasgado, arrancado….

Si el investigador es paciente y decide “visitar” unos cuantos de estos –casi quinientos- lugares, verá enseguida que priman los sitios que nos recuerdan al Pico del Escrito mostrado arriba, porque en casi todos se ven claramente formaciones pétreas muy fracturadas, dando la impresión de que en los casos de rocas sedimentarias, los estratos gruesos, son verticales o con un buzamiento elevado y además de la separación entre estratos hay también fracturas transversales anchas, debidas a erosión de diaclasas. Esto mismo sucede en pizarras y algunos esquistos, mientras que en los escasos granitos, las cuadrículas son más regulares pero coincidiendo con lo que casi todos los lugares tienen de común, un aspecto de fracturación integral; muchos, cabezos de roca que sobresalen del resto de la masa ya cubierta de vegetación.

La forma más abundante es “La Escrita”, partiendo de lo cual, es coherente pensar que esta fuera la genuina y las formas que la siguen en número, como “Escrita”, “A Escrita, “l’Escriú”…, sean consecuencia de las correcciones culturales aplicadas por los sucesivos gestores, bien para disimular la ausencia de objeto al cual asignar el escrito, bien como la consolidación de Gallego y Catalán o Valenciano como lenguas oficiales.

En vista de este hecho, la primera hipótesis trabajada consiste en suponer que el nombre original dominante fue “laskarreta”, compuesto por “laska”, trozo menor separado del principal, “arr”, piedra y “eta” generalizador, significando “lugar de roca suelta”.

Antes de seguir, es oportuno mostrar el desacuerdo con la etimología oficial de “lasca”, que se atribuye al alto germánico “laska”, pero que debe de ser mentira, porque ni hay tal rastro en ninguna de las lenguas germánicas ni se explica porqué causa misteriosa tal voz solo ha cuajado en Portugués, Gallego, Castellano y Catalán, mientras nuestros primos latinos le llaman “puce”, “lastra”, “diviso” o simplemente “chip, cip”, como lo hacían antes los de más allá del Indo y como lo hacen ahora casi todos los germánicos.

Conviene recordar que en Euskera “la” es una raíz verbal, adjetival y hasta sustantiva, que significa “adosado, sujeto, integrado, pegado…” y “aska” es la idea de liberación, de separación, así que “la aska”, sea cual fuere el material o elemento de que se hable, es una parte que se separa; una lasca.

Por este motivo, tras un breve recorrido por algunos lugares en que el detalle a nivel fotografía imágenes que se acercan en su nombre al modelo La Escrita y se pueden observar las masas rocosas fracturadas y apenas emergentes. También se verán algunos otros que parecen del mismo origen etimológico aunque estén “escondidos” bajo nombres tan comunes como Blasca, Velasca, etc.

Este es el aspecto del Alto da Escrita cerca de la Puebla de Trives en Orense:

Y este otro el del Alto de La Escrita en Bizkaia entre Karrantza y Truzios.

La Casa la Escrita en la serranía del Norte de Cuenca (esquina superior derecha).

 

Cuesta ver la zigzagueante línea de roca emergente en la Ermita de Piedra Escrita, junto a la Cañada Real en Campanario, Badajoz.

Este del sur de Sevilla es uno de los 16 lugares llamados “La Escribana” que se pueden encontrar en parajes tan remotos de Burgos, Teruel, Cuenca, Toledo, Ciudad Real, Jaén, Granada, Sevilla, Cádiz o Asturias, que cualquiera ha de preguntarse qué haría allí una escribana.

 

En la alta cuenca del Nalón, la vegetación oculta la presencia de las hileras de roca

En Asturias, Galicia, Zamora y León, coincidiendo con sustratos calizos, de granito, pizarras y esquistos, se concentran más de la mitad de los lugares con nombres cercanos a La Escrita, como este de La Pola.

O la imagen de portada, también asturiana, donde el mapa es tan evidente como las fotos.

O esta otra ya en plena Maragatería.

 

Y estas imágenes de la Sierra de la Culebra occidental y central, la primera transformada en cantera de pizarra.

 

O parientes como la Fuente y el lugar de Mariblasca en la comarca soriana de Gómara.

Y para terminar, la Peña Blasca, que se repite en Alicante y la frontera entre Cuenca y Valencia, mostrando toda su aspereza (Sierra de la Fontanella).

Para rematar este artículo es oportuno ver cómo dicen los sabios británicos que creen que el “scratch” troncal, se formó en la Edad Media a partir de dos voces dialectales, “scrat” y “cratch”, ambas de origen incierto, es decir, no saben nada pero no se les ha ocurrido hacer una incursión por el Euskera donde podrían haber encontrado otras dos que si son conocidas, “atx”, peña y “krask”, estallido, que juntas como “atxkrask” y obviando la variada forma de escribirla, puede fácilmente mudar al gusto germánico.

Quien haya visto el desprendimiento de un farallón rocoso, no olvidará lo imponente del espectáculo ni el ruido único y profundo que le acompaña y que “scratch” reproduce muy bien.

Imágenes del barranco del Escriche en Teruel y de las peñas de Escriú en El Cadí.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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