Este ensayo se ha preparado como aportación a las VI Jornadas de Lengua y Cultura Ibérica que deberían haberse celebrado a finales de Agosto en Zaragoza, pero las restricciones de reunión han impedido.
El contenido está muy comprimido y trata de decir que los millones de nombres de lugar de Iberia, se reproducen en otros muchos lugares de lo que se conoce como Llanura Euro Asiática y sus derredores, muchos de los cuales muestran coherencia cuando se estudian con el Euskera y que este yacimiento debería ser estudiado y la metodología mejorada.
Mañana día 20 se discutirán en la Red las cuestiones que hayan despertado interés (http://meet.com/gzv-hzps-mtq)
Introducción.
Este fin de verano de 2020 no va a ser posible abrazar a esas tres docenas de investigadores vocacionales que bajo el anagrama de “Lenguaibérica” habíamos hecho tradición lo de reunirnos en Zaragoza para contarnos en directo lo que ya habíamos esbozado a través de “La Red”.
Este puñado de entusiastas hombres y mujeres que remueven lo desestimado por los grandes profesionales de la cultura (con minúscula), como aquéllas espigadoras que buscando lo caído de las parvas de los señores, eran capaces de recoger pan para todo el año para sus hijos, tienen un mérito extraordinario que reconocen ese ciento escaso de seguidores “no menos entusiastas” que nos animan (casi nos obligan) a continuar.
El estudio racional combinado y esforzado de los varios miles de epigrafías ibéricas, su ordenación y análisis desde diversos puntos de vista y la aplicación sistemática de la Lengua Vasca sintética como herramienta, lleva camino de desarbolar una parte de la Historia Oficial que ha negado sistemáticamente el rol de este extremo suroccidental de Europa que es Iberia en la Historia.
Si con lo trabajado por este grupito ya se está en condiciones de ampliar la frontera hasta Aquitania y el Languedoc, hasta Liguria, Córcega y el propio Latzio planteando que ligures corsos y etruscos hablaban una lengua muy parecida al Ibero, en este viaje por La Llanura Euro Asiática, el autor quiere estirar los límites hasta el otro extremo diagonal de este gran continente, hasta el entorno de la península de Kamtchatka. Para ello se basa en la riquísima y densísima Toponimia Ibérica que solo puede explicarse por la enorme diversidad geográfica de nuestra península y busca a lo largo de un viaje de casi 10.000 kilómetros, numerosos nombres de lugar que también se hallan aquí, en una aldea orensana, en la campiña navarra, en las Alpujarras, en la tierra “Charra” de Salamanca, en un “malpaís” de Huelva o en los secarrales de Murcia o Almería.
Mi colaboración como euskaldún, como geógrafo, ingeniero, artesano, agricultor, pescador y navegante, cazador y admirador de la ganadería, la técnica y la poesía, es la de proponeros una cincuentena de nombres de lugar muy conocidos a través de ese viaje y plantearos sus posibles significados desde ese Euskera o Eukele homogeneizado y enriquecido por el continuo viajar de sus hablantes, lengua que sirvió para comunicarse durante decenas de miles de años en un territorio inmenso y que con la evolución de las formas de vida fue retirándose hacia Poniente para tener sus últimos coletazos como lengua culta en el Ibero y luego, “liofilizarse” en este Euskera que ahora estamos remojando para poder entender lo que guarda en sus arrugas.
El Viaje.
Esta es la reconstrucción de un mundo diferente, un mundo en que los grupos humanos no estaban clavados a un territorio (asentados, como gusta llamar a los cultos), sino que su forma de vida consistía en un equilibrado “comensalismo” que se establecía entre rebaños de ganado y grupos humanos, según el cual los animales veían asegurado su pasto, su descanso y la cría de sus recentales a salvo de lobos, chacales, leones o águilas (según el lugar que atravesaran) y a cambio los humanos les sisaban parte de la leche para beber o para el queso, a veces unos sorbos de sangre, el estiércol para el fuego y –en las celebraciones- la vida de algunos machos no seleccionados y de algunas hembras viejas para carne, cecina, pieles y cuernos.
De paso, hombres, mujeres y niños, recogían cuanto la tierra ofrecía en el lugar y estación del momento, desde frutos a granos y desde huevos a caza, pesca, setas, miel o fibras y dejaban cada estación sin apenas daños para que se recuperara el equilibrio ocasionalmente alterado.
La vida nómada no era cómoda, pero en cambio era tan variada como las vacaciones actuales y tan instructiva como la mejor enciclopedia.
Esta forma de vida duró de forma intermitente al menos desde el periodo interglaciar que en Europa conocemos como Ris-Wurm e intensa y continuamente desde la culminación de la última glaciación hasta que comenzaron a establecerse los primeros imperios agrarios occidentales.
La progresiva configuración de estados fue trazando fronteras que –cada vez menos permeables- fueron limitando los movimientos masivos de gentes con sus ganados, forma de vida que se fue extinguiendo y que en España (territorio que en realidad es un pequeño continente) duró hasta que el ferrocarril dio la razón a la nueva civilización y desapareció la Mesta1.
El mapa y las regiones de España y Portugal están muy trilladas y ya nadie con conocimientos sólidos e independientes duda de que la gran mayoría de los nombres de lugar son aquí muy antiguos y los avances acumulados sobre la evolución de la Lengua Vasca ayudan a explicar claramente el significado de algunos de ellos y de manera altamente probable el de casi todos. Tampoco hay duda de que los territorios fronterizos de Aquitania y Occitania siguen esa misma regla, pero más allá, cuando se entra en el dominio de lo que se llaman “Lenguas Celtas”, a nadie se le ha ocurrido pensar que haya indicios de ese mismo tipo.
Bueno, en realidad, si. Hace unos años algunos investigadores alemanes llamaban a la prensa para comunicar que habían encontrado indicios del Vasco en los nombres de algunos ríos, pero ahí terminó su descubrimiento y se ahogó su investigación, probablemente porque cientos de departamentos de universidades europeas siguen paradigmas incompatibles con esa novedad y la presión local por un lado y la ausencia de cualquier apoyo desde las universidades españolas o francesas, hizo tirar la toalla a esos incautos.
De cualquier manera, para encontrar relaciones fiables, no basta con cotejar nombres porque las secuencias de sonidos pueden generar multitud de coincidencias que parecen familiares, sino que es necesario escrutar el territorio con conocimientos sólidos sobre Fisiografía, Hidrografía, Geología, Edafología, Botánica, Arqueología, Climatología, Historia, Logística y sobre diversas actividades económicas e industriales, sobre Navegación y Pesca, sobre Agricultura Ganadería, artes venatorias y pesqueras e incluso Mitología, para luego proyectar los nombres obtenidos y sus posibles alteraciones sobre este Euskera Arcaico y otros idiomas troncales.
En este breve Ensayo se va a comenzar un viaje pastoril virtual hacia el Nordeste, partiendo de la frontera septentrional que se suele asignar a la Cultura Ibérica (el Languedoc Francés), para ir tocando unos y otros países2 hasta llegar al extremo norte de Asia en la península de Kamtchatka y seleccionando algunos nombres de comarcas, ríos y montañas que “suenan a Euskera”, con la idea de plantear que a lo largo de largos periodos de docenas de miles de años y a través de climatologías muy distintas a las actuales, contingentes de pastores utilizaron una amplia zona entre Portugal y esa península asiática, zona de la que aún queda un pasillo del que se pueden extraer nombres que se asignaron en un idioma que luego decantó en lo que ahora se llama Lusitano, Ibero, Ligur, Etrusco y –posiblemente- Bereber o Thamazig.
Desde niño me gustaban más los mapas físicos que los políticos. Entonces, cuando los Mapa-Mundi eran de yeso y los mapas enrollables de hule, entendía mejor el juego de colores limitados para distinguir llanuras, montañas y mares: Azul oscuro y claro, marrón y beige, verde, amarillo y blanco con sus fronteras lógicas, mejor que la paleta multicolor de los mapas políticos llenos de letras que –como un mosaico hecho por un artesano de mal pulso-, dibujaba y limitaba los países con trazos caprichosos.
A escondidas del maestro que siempre llevaba una morena, brillante y amenazadora caña de bambú, con los ojos cerrados me gustaba pasar el dedo entre África y Europa, subiendo luego por España a los Pirineos y a los Alpes. También recuerdo que los Urales apenas se notaban, según el maestro, porque Stalin no se merecía tener montañas…
Ahora, sesenta años después sigo mirando y remirando la gran llanura euro siberiana y comprobando que tras las montañas de Iberia, al Norte de los Pirineos y de esos mismos Alpes, dejando el escudo escandinavo allá al Norte, sigue habiendo una gran zona menos montañosa que los cinturones meridionales, llanada que los Urales como un gran eje vertical dividen en dos partes.
La occidental podría explicarse con un límite meridional marcado por dos ríos que nacen en la vertiente norte de los Alpes, el Rin que tras un cambio drástico de rumbo, se va hacia el Atlántico y el Danubio que lo hace desde el principio hacia el Mar Negro, mientras la oriental se entiende limitada por el Sur por las masas montañosas de Kazakstan y el Altai y al oriente, por el río Amur.
Comparados con otras cadenas y masas montañosas, los Urales son unos montes modestos para los pastores paleolíticos pero que a través de la historia han frenado a grandes ejércitos.
Hoy en día, con Google Earth es tan fácil viajar, que se puede montar una expedición de antología por todo ese territorio sin moverse de la mesa de trabajo, debiendo prepararnos para oír nombres “variados” para cada uno de los elementos geográficos que tratemos.
Pongamos que partimos –como hacían los antiguos pastores- del centro de Francia y vamos hacia el Norte, disfrutando de las dulces e innumerables colinas redondeadas (ellos dicen, “mamelonés”), donde apenas surgen hitos de formas destacadas en el horizonte como pasaba en España, por lo que la orientación se rehace cada pocas horas buscando otra referencia para llegar a ella o evitarla, según se estime.
Los ríos de corriente tranquila, muestran con frecuencia de aquí en adelante los lugares en que hay vados; los viejos del grupo sabían “leer” en las onditas de la superficie y en la luminosidad del agua, el tipo de fondo, su continuidad y la profundidad: Francia se cruza con facilidad hacia Europa que se va despojando de los hielos que han limitado el disfrute de sus tierras solo a los especialistas, pero ahora es un gran destino para todos “Eure Opa”, nuestra promesa, dicen algunas viejas que van remolonas al fondo.
Francia tiene muchos y muy caudalosos ríos, porque su ligera pendiente hacia el Oeste con el Macizo Central, los Alpes y el Jura al fondo y los Pirineos por el Sur, captan toda la humedad de las nubes atlánticas.
Muchos ríos y tres cuencas; la mayor coge los dos tercios suroccidentales del país, la segunda el tercio suroriental y una pequeña parte septentrional recoge agua de montes más bajos para llevarla al Mar del Norte. Pensando en el tránsito con ganado desde Iberia hacia Europa, se pueden describir dos líneas rojas, una cálida y otra fresca, entre medio de las cuales se pueden elegir cien opciones según los pastos que se esperen y los vadeos a superar; Francia es un país dulce; no presenta otros problemas, aunque ahora la zona de paso preferente se localiza –al contrario que en los pirineos-, al centro de esa especie de embudo.
Entre sus infinitos ríos, merece la pena fijarse en unos pocos como el que se escribe Loira, pero se pronuncia “Luar”. Luar, como una aldea de La Coruña o como el pequeño río Luar, también de La Coruña, como Luarakieta, Luarca, Luartre y otros lugares de España.
Los galos dicen que su nombre deriva de la palabra Celta “liga” que significa aluvión y que los romanos alteraron a “Liger” y poco a poco a “Luar”. Otros vemos más cercana una explicación desde el Vasco “lu ara”, “tierra llana” indefinida, que por un frecuente apócope, habría pasado a “luar”. Cualquiera que haya visto el valle medio del Loira desde un avión, dará la razón a esta opción, aunque también es verdad que el río lleva a veces aluviones (no en esta foto).
Un afluente suyo es el Seille que nos recuerda a otros de España, como A Sella, Asella, Basella, Caselles, Rosellas, La Sella, Masella, Río Sella, Sella, Selles…
O el Indre, que nos recuerda a Busindre, Villasindre o Colindres…
El Allier y sus primos de España Alli, Allide, Alliri y Allista…y el inevitable Garona, que como cualquier aficionado a la toponimia recordará, nace en el altiplanito pirenaico de Garona, “alto grande y plano”, de “gara”, lo alto, “o”, muy (lo muy alto) y “na”, plano limitado …
El Isar, Isare ó Isara, que pasa por Grenoble y desemboca como un río apacible y lleno de sedimentos en el Ródano, cerca de Valence (el lodazal) , tiene su primer tramo encajado en profundos barrancos y réplicas en varios países como en Baviera, donde se llama Isar y es conocido por hacerlo por Munich, donde me sorprendió en mi primer viaje, que el Museo de la Técnica estuviera en una isla “viva” de este río.
El Yser de Flandes, conocido por una batalla decisiva de la II Guerra Mundial, el Isara del Véneto. El común denominador de sus nombres según el Euskera significa “De aguas encajadas”, pero los sabios franceses y alemanes que quieren ver la huella celta y no la vasca, dicen que aunque antes se llamaba Isara, esta voz adoptada por los celtas probablemente de los indoeuropeos que usarían algo así como “iseros”, significaba “impetuoso”.
Y el Escalda (cuyo nombre “borde duro, ribera dura”, parece una burla a no ser que se refiera a motas o diques ya al final del Paleolítico) río apacible y lleno de meandros y lagunas que ha sido humillado y estirado desde antaño para hacerlo canal entre Francia y Bélgica, pasa por otra valencia, “Valencienne” que nos recuerda el fango, tiene también réplicas en España: Escala, Escalada, Escalante, Escaldao…
Siguiendo el camino, se duda si coger el occidental por el valle del Mosa3, cuyo nombre nadie sabe con certeza de donde procede, aunque en Navarra tengamos un “Mosa Erreka”, que va a alimentar las aguas del pantano de Añarbe y otro “Río Musa”, afluente del Trubia, cerca de Oviedo, o el oriental por el Mosela, del cual también hay réplicas en España, como un Mosela en Málaga y Mosella en Lérida, El Musel en Gijón y Musela, un barranquito del río Butrón, a menos de cuatro kilómetros de mi casa.
Se toma el Mosela, río que deja Las Ardenas al Oriente y que no tiene grandes llanuras de inundación, sino valles generalmente estrechos con más bosques que pastos y avanza hacia el Norte hasta dar con el Rin de forma distinta al Mosa, que corre paralelo a él hasta llegar al mar, a un mar que hace 10.000 años estaba mucho más lejos (con un Canal de La Mancha, la mitad de ancho que ahora). Los que marcan las pautas de la cultura, dicen que Mosa tiene que ser una voz celta que indica “retorcido”, voz inventada apresuradamente por los sacerdotes del modelo indo europeo, que no saben que el cercano Escalda es mucho más retorcido y para el Mosela (también más retorcido que el Mosa) no dudan en asegurar que es la versión latina de un Mosa pequeño.
Con una cuenca ligeramente mayor del Mosa y unos caudales similares, esta última explicación no tiene fundamento.
Es posible que sus nombres no tengan relación directa, estando la del primero relacionada con la “captación” de parte de sus aguas en cabecera “motz” por el Mosela, cuyo nombre original fuera “Mus sela”, con un significado que haría mención a su limitado valor como cuartel para el ganado, “mus” es una raíz que indica poco valor, cosa despreciable y “sel” equivalía entonces al establo, majada o lugar de concentración del ganado.
Bélgica es un país de países, cuyo nombre principal se mantiene sin cambio desde las crónicas de guerra romanas y que en los ambientes cultos se da como seguro de que era debido a la tribu celta de los “Belgies”, para mi, versión local del “bergiers” francés, pastores, que los mismos franceses ignoran que viene de la aféresis de “abere gier”, “abelgier”, “belguier”, guiadores de ganado, pastores que hablaban Vasco.
Las Ardenas son unos montes modestos que ni los propios belgas se atreven a confirmar la idea generalizada de que el origen del nombre sea Celta ni qué podría significar. Como casi siempre, nombres de la misma genealogía se encuentran en España en forma neta como el monte Costa Ardena en Ripoll, Girona o bien sea con la terminación “nya” (ña, muela, colina) en lugares como en los montes de El Masnou en Barcelona y en Tarragona o como Ardeñanez en los bosques de las montañas de Urbión o bien integrada en numerosas “bardenas” (“bae-ardenak”), montes relativamente planos.
Aquí se postula que el nombre original fuera “Jardenak” que evolucionó a “Hardenaz” según leyes conocidas; en la toponimia española actual solo hay media docena de lugares que contienen “…jarde…”, en cambio hay más de cien que usan “…jardi…” debido a modas y preferencias a lo largo de milenios y del olvido de la lengua matriz. Según ese nombre inicial significaría “los grandes jarales”, siendo uno de los escasos nombres que hacen referencia a la flora vocacional de un territorio, en este caso la maleza arbustiva.
Hay afluentes del Mosela como el Sambre, con nombres de lugar parecidos en España, como Ambre, Sambre, Hambre, Lambre, Sajambre, Oyambre, Pambre, Tambre…
Superado el Mosela se llega al Rin, con el cual sucede algo parecido al Mosela, que quieren que sea Celta y aseguran que su nombre es alteración de una de las formas en la que los celtas llamaban a los ríos, “renos” y que en el Irlandés ha dado “rian”, mar.
Parece muy forzado y aquí se pondera una de las peculiaridades del Rin que han hecho pelearse a muchos geógrafos de todas las épocas y es que aún no hay unanimidad en fijar su nacimiento, bien en la rama occidental, bien en la que pasa por el Lago Constanza (ciudad que no nos creemos que deba su nombre al emperador Constantino, sino que hace referencia a un cataclismo remoto que hizo que la parte occidental del lago reventara súbitamente a través del canal del lugar en que se halla ahora la urbe, para crear la parte oriental, “Lako estan ta”, lago desbordado). El problema de la duda de la fuente matriz del Rin, ya sería una cuestión de discusión hace miles de años, lo que explicaría un nombre euskériko a partir de “herri in”, donde “herri” es el origen e “in” el interrogante, ¿dónde nace?.
Con el Rin se entra en Alemania, país con un Sur montañoso, un Norte llano y un corazón que alterna llanuras con pequeñas montañas y se caracteriza porque sus ríos son caudalosos, plácidos y con numerosos cambios de rumbo, como si dudaran a qué vertiente dirigirse. A la cultura local le gusta decir que el nombre procede de “alle man”, algo así como “todos los grupos de hombres”, pero a otros nos parece más lógica la explicación que partiendo de “ale”, grano y “man”, de tamaño extra, haría referencia a las gramíneas cargadas de granos de sus praderas.
Aparte del Rin, que ya se ha visto que va al Atlántico, el Ems (ó Amisia), el Weser y Elba, van al Mar del Norte, el Odra y otros pequeños ríos, al Báltico y por fin el Danubio, al Mar Negro.
El primero tiene un nombre tan breve que parece una abreviatura y es difícil de escrutar, pero tiene afluentes como el Ángel y el Lutter, cuyos componentes están muy repetidos en España en barrancos, arroyos y fuentes. El Weser es muy discutido en cuanto a su etimología y los indo europeístas han inventado el término “weis” para indicar flujo (cosa absurda para el nombre de un río, porque todos fluyen), pero parece más cercano al Euskera el nombre francés, “Vase”, lodo, (“basa”, barro) imagen que guardo del paso del Weser por los marines americanos durante la ocupación de Alemania con unas riveras totalmente enlodadas:
El Elba, que nace en Chequia, donde le llaman Labe, tiene con este nombre muchos más parientes que con el alemán, aunque la forma “Helves” nos recuerda al entorno de Lion y a Suiza. Por lo demás, ni el propio río ni los afluentes conservan formas arcaicas, que a partir de aquí son mucho más escasas. A los alemanes les place que el nombre proceda del Latín “albis” (aunque el Elba que he cruzado en Ferry en Wischhafen, era muy turbio), pero a mi me parece que el nombre puede hacer mención a lo silencioso que es el río, prácticamente sin resaltos ni murmullo de las aguas: “ele bae”4, “elba”
El Odra u Oder, que nace en Polonia, contra lo que pudiera parecer, tiene muchos más nombres de lugar parecidos con el nombre polaco, “Odra” que con el alemán. Para empezar, un Río Odra afluente del Pisuerga y un Río Odrón en el Sur de Navarra, una Fuente Odra (cerca de Villadiego) y Fuente Odre (en el Cerrato), Reguera de Odra (en Carrión de los Condes), Los Odrales, Codra, Colodra, Godral, El Odrado… Se impone un estudio de detalle del primer tramo –que suele ser capital para la denominación-, pero es posible que algunos tramos fueran subterráneos o corrieran “entubados”, respondiendo a la raíz “od” que indica esta condición.
Por fin, en el Danubio, que es llamado con variedad de nombres5, el más cercano al original parece el Alemán “Donau” que podría tener un significado tal que “agua distinguida, sobresaliente”, a partir de “dona”, el elegante, distinguido y “u”, agua. En España hay un Río das Donas (en Lugo ) y otro Río Donas, afluente del Tambre, en La Coruña.
A punto de abandonar los Alpes hacia el oriente, es de justicia comentar algo sobre este nombre que se repite en varias cadenas montañosas muy quebradas y que apenas sufre las variaciones de otros y del que hay una pelea entre latinistas que lo ven relacionado con el color albo de sus cumbres y celtistas que juran que “alp” es altura en su recompuesto idioma y que a eso se debe el nombre.
Hace ocho, diez o muchos más miles de años, cuando se pusieron esos nombres, cualquier cumbre con más de mil metros permanecía blanca casi todo el año, así que la blancura no parece una característica singular. La altura podría serlo, pero sabemos que los Alpes eran cruzados sin problemas por varios pasos de menos de 6.000 metros y –por obvia- no era una información distintiva. Aquí, en la toponimia española hay lugares como Alpedriñas en Cáceres, Alpedroches en Guadalajara, Alpens en Barcelona o Alpeñés en Teruel, que se caracterizan por tener colecciones de mogotes puntiagudos, destacando la concentración de picachos en el monte de la aldea de Alpens, aunque yo siento especial devoción por el morro de Alpenarri en el acantilado de La Galea, donde hice una tesis de sedimentología litoral, morro de casi 100 metros de caída, notablemente agudo y pendiente que recuerda la fisiografía alpina como se puede apreciar en la foto adjunta.
Sin embargo, a la hora de encontrar posibles encajes para el lexema compuesto “alp e», resulta que la abundancia de la forma alternativa “arp e” es mucho mayor en la toponimia ibérica actual6, lo que apoya la idea de que esta fuera la forma original, siendo más alterable la forma escrita, la culta. Según eso, la explicación de los Alpes estaría relacionada más con su fisiografía escarpada, (“arp” elemento agudo, zarpa) con las formas características quebradas de las montañas jóvenes, que con el hielo o la blancura.
La antítesis de los Alpes es la montaña central alemana conocida como “Hartz” (en la literatura, macizo Herciniano), que consta de series de formas de roca redondeadas y suaves. Los sabios a sueldo dicen que su nombre deriva de una forma germánica antigua para los bosques, “hardt”. Yo no me lo creo, porque antes, mucho antes, con la excepción de algunas praderas de los llanos extensos, casi todo eran bosques.
Es probable que en contraposición a los Alpes, donde el componente es la roca que exhibe numerosas fracturas, aquí, lo que se ve es la piedra lisa, “har”. Así esta montaña rodeada de llanuras pudo llamarse inicialmente “har tza”, entorno de piedra y luego haber perdido la “a” final por apócope.
De los montes metálicos, “Erdzgebirge” que son como una rampa que va subiendo suavemente hasta Polonia, para caer de golpe a ese estado, puede ser verdad que haya sido una zona poco habitada hasta la industrialización, porque los nombres de lugares son todos modernos; es como si lo antiguo no hubiera podido ser sustentado por ausencia de población.
No obstante lo agreste de su cara oriental y lo áspero de su clima, estas montañas no presentan impedimento alguno para el tránsito de contingentes de pastores con sus rebaños, incluso de su entrada en Polonia con cierta comodidad; lo que pasa es que al romperse la continuidad de paso, se perdió la Toponimia menor.
Hacia el Sur, Austria es un país estrecho y largo que parece ser la continuación de Suiza y la frontera con el Mediterráneo. Lo oficial, lo “internacional”, es que su nombre procede de una alteración (achacada a la estupidez de la gente, claro) del nombre latino “Marchia Orientalis”, frontera oriental, pero los locales imperialistas, prefieren que sea evolución del alemán “Ostarrihhi”, relacionado con lo austral, con el mediodía de su soñado imperio.
Ambas explicaciones son obra de los hipercultos tratando de cuadrar el círculo para que ganen sus intereses. El caso es que en la Toponimia española hay varias “Austria” en lugares remotos donde no es probable que haya subido un secretario con el notario y también varios cientos de voces parecidas. Por ejemplo, en los montes de Huelva hay una peña llamada Doña Austria y en un malpaís inaccesible del extremo occidental de la misma provincia, una “Fuente del Huerto de Austria”.
La Punta Austera es un morro acantilado de la costa asturiana y en la Sierra del Gorbea hay un barranco llamado Austeritza. “Auts har”, que suele metastizarse a “austra”, significa piedra fracturada en Euskera y “ost har” que da “ostra”, equivale a la peña de atrás. No hay que descartar, por tanto, que la parte occidental y montañosa de Austria tuviera que ver con su nombre y no una imaginaria frontera, elemento que en el Paleolítico no existía.
Sus ríos, excepto una porción mínima, van al Danubio y son tributarios suyos, casi todos con nombres extraños aunque llama la atención el Gailitz, que también llaman “el río del lago”. Llama la atención porque postulamos que ese “Gal, gali” designa a una de las numerosas formas de dinámica lacustre. También suena familiar el Ager, que en España es abundante, bien al principio de los nombres, como Aguera, Aguerche, Aguergo… como al final, Balaguer, Arguelaguer, Verdaguer…, pero también como “agüe”.
El Sill, vuelve a recordarnos al Sil entre León y Galicia y en Tirol hay un nuevo Isar que añadir a la lista.
Entre los que van al Mar Negro, se puede mencionar el Galina, nombre relacionado con pozas y que allí no saben explicar.
En cuanto a sus regiones, la más conocida, El Tirol, dicen que es una alteración del Latín “Terrae”, cosa dudosa, porque ni la tierra es lo característico del Tirol, ni la transformación que habría sido necesaria es creíble. La búsqueda en España trae un un cordel ganadero en Segovia que se llama Tirol y varios lugares que parecen su femenino, “Tirola” e incluso en Barcelona una sierra conocida como “Serrat de la Tirolena”. No es abundante la forma, pero bien pudiera ser una sonorización y evolución de “dir oi” a “tirol”, ya que el paso de la “semivocal i” a “l”, no es raro.
Si esto fuera así, el significado sería algo así como “el que brilla”, cosa que llama la atención en sus montañas cuya luminosidad es notable.
Cuanto más al oriente vamos, menos claros están los indicios de la lengua original, borrados por milenios de colonización agraria y civil, así como por la absorción de la lengua paleolítica.
Polonia, país de los “polans”, según lo que se dice en todas partes, tiene docena y media de provincias, de las cuales tienen nombre llamativo Pomerania, Silesia y Masuria y pocos contrastes fisiográficos, así que analizados tres de sus grandes ríos compartidos, Elba, Oder y Danubio con el Dnister, apenas queda el Vístula y el Niemen, además de unos pocos que recuerdan origen no eslavo, como el Ina, Obra, Ner, Mala, Voda, Lega…
Nuevas opciones a partir del recién inventado Indo Europeo, prefieren “pole” que en esa jerga significa llanura. Si el análisis se hace desde el Euskera, “pol” tiene más información, porque a la llanura, le añade el borde o terraza fluvial, algo general en Polonia.
Los sabios locales dicen que Silesia deriva de Silingi, un grupo de Vándalos (¿cómo no?), pero la gran abundancia de lugares con ese comienzo (Río Sil, El Sil, Sila, Silla, Siles, Silos, Sillo, Silencio, Sílex, Silillo, Isil, Isilla, Hisilla, Silán, Silancón, Silecua, Silleta, Siloé, etc…) en Iberia, invita a investigar con tiempo si en esta comarca hay rasgos parecidos a los de la península.
Lo mismo pasa con sus montañas, de las que la gente solo ha oído hablar del Tatra de aspecto alpino que Polonia comparte con Eslovaquia y se puede considerar el extremo norte de los Cárpatos. Apenas este nombre y el de la cumbre conocida como Ganok tienen una sonoridad que no parece eslava y que así reconocen los expertos polacos, pero tampoco saben su origen que en el primer caso porfían porque sea balcánico (Ilirio), pero nada dicen del segundo.
No es imposible que dado que están rodeados de tierra, el nombre de los Tatra sea arcaico y tenga una intencionalidad cínica a partir de “tat” que en Euskera equivale a trozo, pedazo (“zat”) y “har”, piedra, “tat har a”, algo así como “cacho piedra”. Algo parecido sugiere el Ganok (ver imagen), que pudiera significar “demasiadas cumbres”, de “gan”, alturas, cimas y “ok” hartazgo, demasía.
Chequia comparte geografía con Polonia, Eslovaquia y Hungría y en ella persiste la escasez o un estado de gran alteración de sus nombres de lugar, por ejemplo, entre las montañas es especialmente cómica la explicación de los montes Sudetes como “montes de jabalíes” por la coincidencia parcial del nombre germánico de este suido (“schwin”). En España hay algunos lugares con “sude”, pero muchos más con “sure” : Suret, Sureda, El Suretell, Suretegia, así que conviene investigar aquélla graciosa explicación, que –en principio- se intuye más relacionada con “xudetes, judetes”.
También hay materia para estudiar los montes Karkonosce, o Corconti, como los llaman en algunos círculos, porque esta fórmula es abundante en España: Corcos, Corconte, Corcoya…
Ríos ya explicados, al Norte Elbe ó Labe, al Báltico, Oder, Danubio, queda pendiente El Moldava o Moldau que nos lo explican como alteración del germánico “wilt awha”, río salvaje, pero suena mucho mejor la explicación antagónica desde “molda u”, algo así como “agua controlada”, agua predecible, aunque la fiebre urbanizadora de los tres últimos milenios, ha metido las ciudades en las llanuras de inundación y últimamente ha habido graves inundaciones del Moldau (ver imagen).
Entre los lagos merece la pena citar el pequeño Laka, un laguito glacial cuyo nombre “Laka” es el mismo Laka de un apellido común y que en Euskera antiguo y actual y nos recuerda el barrio de Lakua en Vitoria.
El nombre de la capital, Praga, es posible que sea nativo, ya que en Eslavo, “prah” significa rápido y a veces los vados estaban asociados a estos rápidos y eso explicaría la multiplicidad de puentes; no obstante conviene estudiar otras posibilidades, ya que en Galicia tenemos varios Praga y en el conjunto de España una veintena de derivados, voz que en Euskera y relacionado con el terreno, significa estable, no desmoronable. Otras ciudades, como Karolinka y Liban, también tienen explicación distinta a la eslava.
En Hungría, país para el cual la explicación oficial de su nombre es cómica sino ridícula (dicen que procede de la frase turca “ono gur”, diez flechas como idealización de diez tribus que dominaban el país, cuando tiene mucho más sentido la versión vasca “une gara”, “ungara”, centro, interior florido en referencia al entorno del Danubio), su idioma Magiar es distinto a los del entorno, emparentado con el Turco, los nombres de montes son muy extraños, pero entre ellos hay algunos como el Galya, cuya cima, totalmente modificada para los deportes de nieve, puede haber desbaratado alguna pequeña laguna glaciar a la que debería su nombre con más probabilidad que a la mitología griega, que es lo oficial.
El Danubio ya ha sido explicado, pero hay un afluente, el Zala, que ha dado origen a una ciudad y comarca, además de ser apellido de famosos, allí nadie sabe lo que pueda significar y aquí nos recuerda a numerosos lugares conocidos, Zala a secas, Zala Erreka (2), Zalamea, Zalambre, Zalagarda, Zalabar, Fuente Zalama, Zalaeta, etc. etc. de los que nadie puede discutir sus significados relacionados con la vegetación (jarales).
No se puede pasar de país sin mencionar el lago “nacional” Balatón, un lago tan largo y estrecho como somero. Sus nativos aseguran que no es nombre magiar, sino que procede de una voz “deducida” de los vecinos eslavos, “bloto”, que significa fango. La cuestión es que es certero, porque su nombre arcaico, “baela (t) oi” y su transformación en “balaton”, significa lo mismo, “el fangoso” a partir del Euskera “bala”, fango orgánico negro y la desinencia “oi”, habitual, general. En la foto, su fondo somero bien iluminado y con bolos sumergidos en el fango.
Pasa algo parecido con el laguito Palatinos al Norte de Budapest, un lago transformado en urbano y separado de su río matriz con tejido urbano, del que no hay duda de que está emparentado con los cientos de “palacios y palazuelos” de España y Portugal, que significan simplemente, “zonas palustres”.
Y el mismo razonamiento se puede repetir para la ciudad y lago de Velence, a un par de kilómetros del Danubio, que es prima de todas las Valencias, Palencias y Valences de esta vieja Europa, con significado parecido “Bael aen tzae”, el gran lodazal.
Aparte de Velence, otras ciudades húngaras que nos recuerdan lugares ibéricos son Cigand, Zamardi y Zalakaros, cuyas etimologías quedan para la segunda vuelta.
La explicación oficial de que Rumanía deriva de “romanus”, ciudadano romano, es como un chiste para un país que apenas estuvo un siglo dominado por Roma. Es más probable que el nombre esté relacionado con las amplias marismas y las extensas áreas de desbordamiento de la red danubiana, que es una preocupación no solo de su estado, sino de organismos mundiales.
Inundaciones que se repiten cada pocos años y que bien pueden haber sido conocidas y soportadas desde antaño, lo que habría dado el nombre “Ur manea”, golpeada, afectada por el agua, voz que habría evolucionado a “Ru manea”.
En Rumanía termina el Danubio entregándose al Mar Negro en un inmenso delta, donde entre lagos está el puerto y ciudad de Galati, nombre que ya hace años nos llamara la atención por no ser de origen eslavo ni latino, las dos culturas que han porfiado en Rumanía.
Aparte del Danubio que forma gran parte de la frontera meridional y el Moldava ya comentado, apenas hay ríos de cierta magnitud cuyos nombres no sean de aspecto eslavo, cosa que no sucede con los lagos: Balea, Zatón, Vaduri, Urlea, Peleaga, Galesu, Amara, de sonoridad familiar.
Aparte de Galati, otras ciudades de nombre familiar son Constanta, que la cultura oficial vende como nombre debido a la hermana de Constantino, pero que no me lo creo porque además del mar, está rodeada por lagos con un cierre endeble, lo que recuerda un posible proceso prehistórico parecido al de la Constanza suiza y Deva, con su impresionante roca y fortaleza y la fuente artesiana de La Rana que nos recuerda que “dee eba” , como en varios ríos de España, Francia y Reino Unido, significa la grieta que vierte.
Sebes, que en España se encuentra como río, rego, valle y prado en dos docenas de lugares y ellos dicen que es de origen sajón. Y finalmente Simeria, que nos recuerda a La Siberia rusa, a la extremeña y a la Züberoa de Iparralde y que en España tiene varios lugares muy parecidos: Sime, Simes, Simeta, Guasimeta…
El estudio de los nombres de montes que configuran el arco de los Cárpatos, exigiría un año de trabajo, pero en un repaso rápido se reconocen nombres Peleaga, Gugu, que recuerda a los Gurugús (cumbre agotadora) en el nombre y en la forma del pico, Toroiaga, que con sus innumerables plegamientos recuerda al Toloño, Aradului Plateau, meseta relativamente llana (“Ara”), el conjunto de Sinaia, literalmente, “peñas de fiarse”, en la foto o las de Victoria y Amara que nos suenan a todos.
Volviendo hacia el Norte, Eslovaquia, hasta hace poco la parte oriental de Checoeslovaquia, tiene a primera vista muy pocos nombres familiares; quizás entre los ríos, aparte de afluentes del Danubio, el Cirocha que tiene primos con Siro… y Ciro…, dos de nombre Cierna, que en España se repiten como La Cierna, Soncierna, Sancierna…, el Ida que recuerda a Idarga, Idao, Idate… y Tisa, que también tiene representación (Tisamar, Tisaire, Antisa…).
Entre los muchos montes y cimas de los Tatra que comparten con Polonia, está el Ganek, posible evolución de “Gan eka”, cima modelo.
Entre numerosas ciudades con nombres de apariencia eslava que sería necesario “decapar” para ver su interior y entorno, a simple vista destacan Martín, que como siempre se suele explicar que es por el San Martín de la capa, Galanta, que como era de esperar “gal and a”, el lago grande, está en el borde original de un lago formado por un río (el Vah), lago que se ve en la fotografía adjunta que ha sido secularmente desecado para aprovechar sus ricas tierras.
También la ciudad de Gelnica, que nos recuerda a nuestra Gernika.
Bielorrusia, desgajada de la URSS hace treinta años sigue acusando una cantidad menor de nombres familiares según se avanza hacia el Este. Aquí, apenas la región y ciudad de Brest, que nos recuerdan al Brest francés y a varios “prest” de España, Polesia fronteriza con Polonia y que los sabios de asiento numerado relacionan con voces eslavas que significan bosque o campo (así de precisos andan ellos…), cuando “pol” –como ya se ha citado- hace referencia a las extensas terrazas fluviales de altura moderada, a esa especie de bancales o escalones tan frecuentes en ese entorno creado por los ríos.
Lo mismo con las Ciudades, pudiendo citar como muestras menos alteradas a Marina, que los especialistas asocian a seres mitológicos, cuando su significado está relacionado con la abundancia de charcas y Masti, en el extremo occidental, que nos recuerda a la holandesa Maastricht, según los sabios, “camino hacia el Mosela”, pudo deber su nombre –como Masti- a la antigua existencia de viñedos silvestres de los que aún quedan descendientes en ese frío país. Foto.
El Norte de Bielorrusia tiene un modelado glaciar con miles de colinas, arroyos y lagos, la mayor parte de ellos muy pequeños como para poder haber mantenido el nombre original. Entre los lagos, apenas el Osveya y entre los ríos, aparte del Dnister y Divina, que viene de Rusia y reconocen que no es eslavo, el Usa y Ula.
Hay numerosos hidrónimos que contienen lexemas del tipo “jib”, “djib”, “chiv”, “sif” y están relacionados con manantiales artesianos o sifones y la sección septentrional del río “Dvina”, tiene numerosos de estos fenómenos.
Tras Ucrania que tiene un pasado reciente similar a Bielorusia, se entrará en la gran Rusia; pero, ¿Qué dicen los ucranianos que significa su país?
Lo que digan sus catedráticos, la mayo simpleza que una inteligencia puede concebir: La Frontera. Pero, una frontera puede tener 1.000 kilómetros de fondo? Ucrania está relacionada con la inmensa fertilidad de su suelo, el famoso “cherno ziom”, cosa que era conocida por los pastores paleolíticos antes de que los desgraciados labradores del final del Neolítico comenzaran a abrir el suelo con sus arados. “Ugari ena” ha sufrido una metátesis interior doble, a “ugra ena” y “ugranea”, la fértil por excelencia.
De la treintena de regiones ucranianas, creo que la única que nos suena es Odesa por su parecido a Ordesa, Gandesa, Condesa, Ardesa, Odeiza, Oderitz… y hasta casi un millar de nombres del mismo tipo. De las ciudades, Mariupol, Nikopol y Sevastopol, tal vez Simferopol que recuerdan a Castropol, Ternopil que tiene en España desde un Garropil, Espil, Teso Rapil… hasta una veintena que riman con ella, Uman, que recuerda a Humanes, Yalta que lo hace a Rialta, Rialtes y Rialto…
El puerto de Izmail, que lo hacen derivar del Visir Ismael, Lozovaya que se parece a Lozoya, Mena, como un valle Burgalés…
De los ríos principales, solo el Alma tiene réplicas en la toponimia española en los ríos Almar, Almanzora, Almarchal, Almargen… y de los lagos, el Bile en Bilengua, Bilezeta, Bilela y Billela.
La entrada natural en Rusia es de tipo “campo libre” y no es difícil imaginar la dispersión de cientos de rebaños en un escenario parecido al del “far west”, alejándose entre si cuando interesara para serenar, engordar o criar los animales o acercándose siguiendo lo que aún se llama “elé”, que además de lengua, sistema de comunicación o idioma, significa “el ruido ambiente de cada rebaño”, ese ruido que en el silencio de las inmensidades filtra algunos de sus tonos y llega a grandes distancias con unas secuencias propias que los antiguos leían como si fuera morse y también leyendo otros signos y señales para realizar intercambios de información, sangre o excedentes, o, simplemente charlar con otros grupos.
Rusia equivale a amplias tierras, por eso, por la amplitud, no es creíble que su nombre no tenga que ver con la etnia “Rus” que nunca hubiera podido recorrer Rusia, sino con la frase “Har uts”, carente, escasa en piedra, que por la habitual aféresis habría perdido la “a” inicial; “ruts”.
En las primeras ojeadas a los mapas rusos se siente un escalofrío al ver que las montañas de rango medio y las colinas, siempre llevan el apellido “Gora”. Gora, hacia arriba , a lo alto en Euskera es en ruso la forma general de llamar a los montes, un complemento que nos acompañará hasta el límite del continente.
La inmensidad de Rusia comienza por occidente con los ríos Volga y Don, ambos para cuyos nombres aún no tienen explicación los rusos (ni nadie) porque siguen hurgando en los componentes eslavos que para el primero dan como resultado, “humedad”, solución paupérrima que solo convence a los promotores para el primero, y la cita de una diosa celta para el segundo.
El inmenso Volga que drena una superficie triple de la española, se calcula que tiene 150.000 afluentes de distinta magnitud, el 95% de los cuales son ríos esteparios que discurren por tierras poco accidentadas. El Volga, tiene otra peculiaridad que tiene que ver con el “hinchamiento”, la elevación de las tierras del Norte de Eurasia debidas a la desaparición de la carga del hielo polar, que se ha manifestado aquí antes que en otros sitios. Este basculamiento de las tierras, hace que este río corra al revés de lo normal, desde la periferia, desde cerca del Océano Ártico hacia el centro del continente, hacia el Mar Caspio.
Río con tan pocos afluentes montañosos y tan periféricos, que las pocas rocas arrancadas y redondeadas, los bolos y cantos rodados, nunca llegan a los cauces principales, en cuyas riberas solo hay fracciones menores como arenas y limos. De ahí viene su nombre “Bola ga”, sin bolos pétreos, nombre que por alguna convicción lingüística los sabios han ordenado escribirlo con “V”.
En cuanto al Don, se postula que de forma parecida al Danubio (Don a u), Don se refiere a su belleza, muy superior a otros ríos de estepa.
Así como en Iberia la cantidad de topónimos llega a ser hasta de cuarenta o cincuenta por kilómetro cuadrado, en estas tierras tan vastas y homogéneas la densidad puede ser cien y hasta mil veces menor; además, los pequeños elementos, bien por no aparecer en los mapas o porque la concentración de la población en ciudades ha llevado a su olvido y no existen, así que solo prestaremos atención a los grandes elementos como cordilleras, ríos, lagos, ciudades y comarcas; aún así, por la necesaria limitación de este “paper” (tratando de no superar las 20 hojas), el transecto pasará por alto muchos lugares, fijándose solo en los que tienen cierta popularidad.
Vistos en los mapas, los Urales siguen antojándose como una pequeña arruga recta y transversal en la pata de un pantalón, una arruga de casi 3.000 kilómetros, pero de anchura escasa, que era desconocida para la cultura occidental hasta la época del Renacimiento.
Desde entonces, cuando los cronistas y geógrafos rusos que iban en retaguardia a la conquista de Siberia empezaron a hablar de ellos, siempre se ha asignado su nombre a algún dialecto turco, quizás al Tátaro, donde había una palabra parecida con la que se llamaba a los cinturones y así quedó hasta ahora en las enciclopedias de todo el mundo porque nuestros sabios no tenían otra cosa que ofrecer: El Cinturón.
Es posible que loe militares que asesoraban a los cronistas asintieran esa función de cinturón o de elemento de difícil superación porque pensaban en ejércitos con toda su parafernalia, pero esta cordillera de alturas y anchuras muy inferiores a los Pirineos, formados por rocas antiquísimas redondeadas por el tiempo, no eran en manera alguna un límite difícil de franquear para pastores y rebaños.
De hecho en España hay del orden de 500 lugares con nombres parecidos, como la ladera Los Urales y el Arroyo Urales en Cádiz, Ural en La Coruña y Zamora, Uralita en lo más remoto de las Batuecas o una docena de Ourales en Galicia, nos dicen que esta designación era común y el hecho de que la mayor parte de estos lugares se hallen en grupos de montañas y en laderas áridas, apoya la idea de que su nombre ruso pudiera tener un significado hídrico a partir de “ur al”, algo así como escasos de agua.
No sería de extrañar esta denominación que habría sido asignada en origen a los Urales meridionales, donde las escasas precipitaciones (especialmente en el lado oriental) junto con unos suelos de alta escorrentía y una climatología que mantenía las escasas fuentes, los arroyos, pozas y ríos congelados durante más de medio año. El nombre corto y contundente, se habría añadido al tramo septentrional según se retiraban los hielos, aunque las precipitaciones fueran mayores, se hizo general.
Tras los Urales, es de ley citar el Altai, cuyo nombre se explica en todas partes como originado en un dialecto mongol que significaría montes de oro o por el Turco “alti”, oro. Es posible que así sea, porque geólogos rusos dicen tener esperanzas de un yacimiento en el norte, al pie de las estribaciones, pero también es posible que el nombre sea anterior a las invasiones turcas y los mongoles hayan mantenido el nombre anterior, que, este sí, haría referencia al imponente macizo al expresar una característica general: “Alt ai” donde “alt” es la raíz de lo alto (el “elevatus” latino) y “ai” es una forma de designar a las rocas, variante y apócope de “haitz”, con el significado de “rocas altas”. Ver foto de una de sus cumbres, el Beluka.
Un tema de parecida dimensión al del Volga, es el relativo al (ex) Mar de Aral, que los responsables de Geografía rusos asignan al nombre de las islas en otro dialecto turco, islas que eran abundantes en la orilla oriental a mediados del siglo XIX, como se ve en el primer mapa que se publicó en Europa.
Usando el Euskera como herramienta, no solo se puede poner en duda lo adecuado o no de bautizar a un lago tan grande por tener islas, sino incluso la propia existencia de un lago que es “muy joven” en términos geológicos, estimándose su inicio en el comienzo del Pleistoceno (10.000 años), cuando aquella zona eran enormes pastizales “trillados” por los pastores. El argumento es que su nombre pudo ser “Ar an”, la llanura grande y que olvidado el sentido de la frase cuando el agua comenzó a cubrirla, la “n” se tornó en “l” como pasa a menudo con estas líquidas, quedando “Aral”.
Dicen los rusos, que el nombre del Mar Caspio que es el mayor lago del mundo se debe a una etnia de Kazakstán asentada en el extremo suroeste del mismo que se llamaban los “Caspi”. Esta manía antropocéntrica de geógrafos cronistas, historiadores y lingüistas de que los grandes y pequeños elementos de la geografía deban sus nombres a personas destacadas, a grupos o a eventos, es una patología que yo relaciono con la angustia vital que crea lo limitado de nuestros días y el deseo reaccionario de que sobrevivan nuestras obras.
Hay algunos casos antiguos y recientes de este sistema, pero la absoluta mayoría de los nombres de lugar se suelen deber a condiciones diferenciales del entorno, que para las sociedades nómadas primitivas hacían la función de localización parecida a la del “Tonton Macute” que hace veinte años empezó a usarse en los coches en sustitución de los mapas de carreteras.
En el caso de este mar, hay una característica singular del mismo que sí merece ser el motivo de su nombre. Se trata de que siendo un lago salado, la sal del mismo llega a precipitar sobre algunas costas tras el efecto combinado de vientos persistentes y mareas, creando costras increíbles. “Katz” es la sal en Euskera y “pio” es el proceso de rezume arrastre y aglomeración de los materiales granulares o líquidos; así, “katz pio” significa “costra de sal proyectada”, imagen que algunos identificarán enseguida con postales de este mar, como esta hecha en Kazakstán por Doménico e Morena.
Docenas de otros lagos y ríos7 han de dejarse para otras ocasiones para dar prioridad a dos de los ríos fronterizos orientales, el Ussuri y el Amur. El primero se plantea como contracción de “u isuri”, que viene a decir “manadero de agua”, nombre que encaja bien con su registro de inundaciones periódicas y el segundo, contracción de “Ama ur”, el río madre en atención a su desarrollo, el mayor del mundo, es una explicación más lógica que las que circulan por Siberia y que dicen ser una evolución de una de las formas coreanas de llamar al agua, “mul”.
En cuanto a los grandes lagos –y para terminar- una rápida mención al Baikal del que nadie osa proponer una etimología mas allá de sugerir que “baygal” es una voz buriata muy antigua.
Nuestros antepasados sabían más que muchos oceanógrafos y limnólogos, habían sido capaces de navegarlo y sondarlo completamente para certificar que era el más profundo de los conocidos y eso dice su nombre, “bai kalá”, algo así como “profundo con seguridad”. Ha habido que esperar al Siglo XX para que los batiscafos rusos certificaran que los 1600 metros de profundidad de este lago, lo hacen el más profundo del mundo: Los pastores de hace milenios sabían navegar y construir escandallos para grandes profundidades.
De las ciudades rusas hay que decir que apenas un uno por ciento guardan restos de la civilización prehistórica, así. Apenas Astrakán, Sevastopol, Oryol, Grazny,Engels, Abakan, Salavat, Maykop (Maikupe), Sarapul, Magadán Azov y Yalta ofrecen indicios, indicios que hay que trabajar no solo en la propia ciudad, donde han podido quedar difuminados, sino en los alrededores…
Valga por ejemplo Yalta y su peña Aipetri (“Ai”, peña y “petri” la repetición latina de lo mismo), alto que nadie deja de visitar. En la imagen el funicular.
1 Mesta, que los fanáticos latinistas quieren que venga de “mixta” (porque iban churras con merinas), pero que su origen es “mes ta” que viene a decir “estado de acuerdo o de favor”.
2 Suiza, Bélgica, Alemania, Polonia, Austria, Chequia y Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bielorrusia, Ucrania, Rusia (especialmente Siberia) y Mongolia.
3 Mosa, Mosela, Moselle, Meuse, Maas… según los países
4 “Ele” además de lenguaje, es el sonido filtrado por la distancia, en el que solo algunos tonos perduran.
5 Dunarea, Dunaris, Donaris, Danubius, Danubio, Donau…
6 Auntzarpea, Barranco Arpe, Escarpe, Eskarpe, Harpe, Harpeak, Sierra Carpetana, Arpeko Malda…
7 Ríos como el Oka (tres distintos en Rusia y otros tres en España), Belaya, Bureya, Kama, Katanga, Laba, Lena, Moskva, Muna, Pola, Tura, Uda, Ugra, Uzola, Vaga… Lagos como Beloye, Emanda, Laba…
Después de leer el artículo de Gascuña y ahora este de la llanura euroasíatica, me ha venido a la cabeza el famoso topónimo donostiarra de «Amara» que nos dicen viene las gascón (y por tanto del protoaquitano/protovasco) que significaría zona de aumulación de arena, arenal.
Se podría añadir que -ara- además podría ser valle, llano, tierra de cultivo, arena…
Así de cabeza, sin investigar demasiado me vienen topónimos similares:
-SAMARA -Самара- (Distrito Federal del Volga) Rusia
Ubicado en un arenal que forma el río Samara al confluir con el Volga.
Para rizar un poco más el rizo Ahmed ibn Fadlan (921) se refería a este río como «Samur». (Un río y zona con agua que lleva la partícula -ur)
-SAMARRA y AMARAH Irak
Situados en sendos arenales junto al Tigris
-SAMARCANDA (SAMARQAND, Самарканд) Uzbekistán
También un arenal junto al río Qoradaryo
-AMASYA Turkia
Otro arenal junto al río Yesil
-AMASRA Turkia
Probablemente el ejemplo más claro, situado en la costa del Mar Negro, es un tómbolo de arena donde se situa la parte antigua de la localidad.
Saludos Jabi!
Aupa Igor, ya ves que la Geografía es un libro abierto. Comienzo por decirte que hoy en día, pese a nuestras pretensiones y humos, somos bastante ignorantes. A una persona instruida le costaría mucho dar dos nombres para la arena explicando porqué, sin embargo, en el Euskera antiguo hay más de media docena: «Are, arei, arin, le, legar, odar, ondar, salbe, san, sar, sarr…» además de otras mixtas como «arri pio, zaburra, zaorra, ondakin, lo ez…».
Me parece muy interesante tu repaso a lugares orientales, que están llenos de mensajes.
En cuanto a «amar», lo tengo en duda, pero me parece posible, sobre todo si tienes en cuenta que los arenales de las bocas de estuario en el norte, están siempre a la derecha, como Amara y Zurriola.
Echaré un vistazo; mila esker.