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Lana

Hoy en día solo se conoce como “lana” el pelo de las ovejas, pero es muy probable que en épocas prehistóricas se incluyera en este nombre el pelo de otros animales cuando fuera susceptible de formar mechas, torzales y cordones.

Esto es –al menos- lo que sugiere el análisis desde el Euskera que contradice las explicaciones cultistas que parten de la misma voz “lana” del Latín, sin explicar nada más sobre esta parca palabra que les debe parecer que no lleva consigo mensaje alguno, cuando si que lo lleva y es muy conciso y descriptivo.

Estos sabios han respirado cuando uno de los impostores de ese grupo de poder que llaman “IE” ha asegurado tener indicios de que hubo una voz que sonaba “wel” que dio origen no solo al “wool” inglés, sino a la “vulna” eslava y a la propia “lana” latina y tras colocar un asterisco al flamante invento, como quien pone una peineta a cualquier morena para hacerla flamenca, lo han integrado en su vergonzosa lista.

Porque la lana es uno de los primeros elementos que manejaron los humanos con idea industrial y con gran éxito porque les permitió –antes que tener prendas- disponer de cordeles, lazos y sogas para manejar animales y realizar amarres efímeros o duraderos.

Antes de la explicación etimológica, conviene dar una vuelta por el Euskera actual, donde la forma oficial de este pelo animal es “artil” (composición de “ardi”, oveja e “il”, pelo), evitándose desde las autoridades la forma arcaica “lana” por creerla préstamo del Castellano y olvidando que su forma inicial era genérica (pelo de animal indeterminado), mientras “artil” está limitado a los ovinos.

También es interesante recordar que las lenguas que se suelen presentar como antecedentes del “IE”, es decir, las indias; todas menos una llaman a la lana “na, oon, ona, una…” y solo el Bengalí la llama “ula”, voz que si bien se parece al “invento” IE, se parece mucho más a la forma vasca del pelo “ül”.

En efecto y en general, el pelo de mamíferos se llama “ül”, raíz nominal que en algunos dialectos ha dado en “il” y en otros en “ul”.

Pero no ha sido el nombre “ül” del pelo el que se ha proyectado para la lana, sino la singular propiedad que tiene este material de enroscarse o adherirse entre sí al manipularlo tras haber sido cardado, formando mechas que admitiendo la torcedura, conservan una elasticidad que por la combinación de textura y elasticidad del material hace que las fibras se abracen formando hilos de mayor resistencia a la tracción cuanto más finos son. Ver imágenes de la carda, hilado rústico y lanas al microscopio.

Esta propiedad de la adherencia, de la retención mutua, (insuperable en las merinas, nombre que significa “apreciadas”) se llama en Euskera “la”, una partícula fundamental que hoy en día se aplica en todo tipo de enlaces de elementos y piezas, sean uniformes o distintas; está en el “la-zo” (enlace instantáneo) y está en la “ko-la” (enlace fuerte), en el “la (k) u” (retención de agua) y en docenas de casos más.

La partícula genitiva “ena” puesta a continuación de “la”, dio “laena” y “lana” tras la absorción de la “e”.

“Lana” es una frase ancestral que refiriéndose a fibras, viene a decir, “la que se enlaza”, la que forma hilos.

Algunas de las formas germánicas y eslavas, como “wool, wol, uld, ull, ylle, vülna, volna…” proceden probablemente del “ül”, radical para el pelo en vasco.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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