Casi todo el mundo sabe que hay una comarca en Salamanca que se llama Las Batuecas y también sabe que esta zona junto a Las Hurdes, Las Villuercas, La Maragatería y Los Filabres, está a la cabeza de la lista de pobreza y despoblación, aunque todo el mundo reconoce la fuerte personalidad de esos territorios y el mérito de sus moradores históricos para conseguir sobrevivir durante milenios en unas geografías tan difíciles.
Tras unos días de paseo otoñal por sus alrededores, hay que reconocer que ninguno de los entrevistados sabía explicar el origen de su nombre, ni siquiera que hubiera una “Sierra de Las Batuecas” o un Río Batuecas; allí el nombre genérico era Sierra de Francia.
En descargo de esta ignorancia hay que decir que se explica porque de los actuales moradores, los escasos jóvenes que quedan, viven en el pasillo que marcan los núcleos rurales y las carreteras, ignorando los hábitos el uso intenso del terreno que se hacía hasta hace sesenta años y con ese olvido han desaparecido, los pastores, carreteros, leñadores, carboneros, apicultores… nativos y los romeros, buhoneros, quincalleros y tratantes de ganado de otro origen, que conocían al dedillo las denominaciones de todos los puntos o lugares importantes, de las fuentes, caminos, veredas, sus cruces y señales entre poblaciones.
Se han olvidado los nombres de los vientos principales, los de árboles, arbustos, hierbas y líquenes y se ha olvidado hasta la sorna con que antes se decía “está en las batuecas…” para decir que alguien “no pillaba” el tema o el hilo de una conversación.
Los ancianos actuales son de la época del butano y de los coches nacionales, de los tiempos de la emigración a Eibar, a Francia o a Suiza y con esa modernización, con la llegada de los “camiones-tienda”, llegaron lechugas, pimientos y tomates “frescos” y ya en los años sesenta desapareció bruscamente el uso de esa solución mágica que son las terrazas escalonadas para cultivar (y multiplicar el valor natural del lugar) y poco a poco la costumbre del trueque, los animales domésticos y con todo ello, una cultura secular.
Es una suerte que los mapas y nomenclátores hayan recogido gran parte de estos nombres, que aún habría que completar con información “de detalle” que descansa en escrituras públicas y privadas y en informes municipales o provinciales de deslindes, demandas y pleitos y que vendría muy bien para rellenar – los aún- grandes vacíos de información.
Tradicionalmente, la pobreza en trigo de estas tierras que era un estigma, no podía ser suplida por sus castañas, madera, uva o miel y la comarca se fue vistiendo de mitos religiosos y sociales negativos que agudizaron la incomunicación y hubieron de esperar al fenómeno del Romanticismo para que algunos extranjeros hablaran de ellas y entrado el siglo XX, el rey de España decidiera hacer una visita a esos súbditos marginados. La visita no ayudó a desatascar aquel aislamiento que solo en las últimas décadas con el “turismo para todos” ha impulsado la mejora de carreteras, energía y comunicaciones y la decidida iniciativa de los batucanos que quedaban ha conseguido salvar algo de su arquitectura y tradiciones.
En resumen, se ha conseguido frenar la ruina de viviendas, edificios civiles e iglesias, pero otros tesoros como esas “terrazas de piedra en seco” comparables a las de la comarca vecina de Arribes, a las baleares o alicantinas, desaparecerán en algunas décadas, derruidas por el agua o por las raíces de castaños y rebollos que crecen en ellas aprovechando unas condiciones óptimas para medrar. En la foto de Google Earth, terrazas abandonadas con inicios de ruina de su fábrica en Mogarraz.
Si los nativos no se atreven a proponer un origen para el nombre de su comarca, los eruditos no se muerden la lengua y plantean siempre que pueden soluciones basadas en citas de crónicas aunque habría que pasarlas previamente por la fragua y el yunque.
Basta que Polibio citara alguna ciudad occidental como Helmántica perteneciente a los Vacceos para que vean en ella a Salamanca y en Batuecas un derivado de Vacceos.
Otros prefieren una comarca mayor que incluya a estas Batuecas y proponiendo la serranía de Francia que las disuelve en ese nombre y ya tienen disculpa para ver francos postromanos dejando su dulce Francia para meterse en la áspera selva mediterránea de unos montes de granitos y gneis con menos tierra –aún- entre sus peñas que la réplica francesa de Bretaña. ¿Quién puede creerse que los francos vinieran masivamente a instalarse en esta tierra “de supervivencia” teniendo tierra abundante en su Francia y en otras anchuras de Castilla, León, Aragón y Andalucía que podían aceptar más población?.
Ver la explicación de Francia y Franceses en Eukele.com. En la foto siguiente, la Peña de Francia salmantina, una de las varias que hay en España.
Pero el topónimo batueca, no es exclusivo de Salamanca ni de ese entorno áspero, sino que reaparece “tal cual” en Huesca y en Ávila, en Navarra y Valladolid y tampoco son extrañas formas de la misma familia como “hueca” y “zueca”, ambas variantes debidas a la aspiración y a la dualidad “t x z”, en las cuales, la terminación “eca” suele estar relacionada con la propensión de un entorno a presentar cierto tipo de tierras, peñas o especies vegetales.
Si se analizan la singularidad del Río Batuecas a lo largo de sus escasos diez kilómetros desde su nacimiento en el paso de Monsagro hasta su confluencia con el Ladrillar en Las Mestas, se comprueba en la imagen de portada que un tramo considerable (casi cinco kilómetros señalado en rojo) del camino ahora carretera verde de enlace entre Pinofranqueado al Sur y La Alberca al Norte, seguramente antigua ruta ganadera, discurrían por el cauce mismo del río, un río que por la constitución física de su álveo y por la estructura de las rocas, presenta infinidad de vados, algunos de los cuales parecen por su perfección geométrica, construcciones hechas por artesanos de la piedra.
Los numerosos vados han debido facilitar este paso incluso antes de que se consolidara un camino estable que aún ahora cruza varias veces de un lado a otro del río mediante sólidos puentes, constituyendo un itinerario impresionante de uno de los ríos que aún conservan íntegramente sus valores ancestrales. En las imágenes siguientes, algunos de sus numerosos vados.
Dicho esto, la propuesta para su nombre y para el proceso posterior de denominaciones del territorio, es que el cauce del Batuecas era una parte ineludible del paso ganadero prehistórico entre Extremadura y Salamanca y que por ser un lugar transitable sin necesidad de entrar en el agua, se le denominó según su potencial, esto es, “bae (d) u eka”, donde “bae” es bajo, “u” agua, formando el complejo “baedu, badu” que ha dado en el “vado” del Castellano, Gallego y Latín (“vadum”) y posteriormente al “guado” del Italiano al introducirse la “d” oclusiva entre las vocales para mejorar la dicción.
La calificación de “adecuado, múltiple”, la da la desinencia “eka”, a la que a lo largo de los siglos se le ha añadido la “s” pluralizadora en virtud de los numerosos casos de vado existentes.
La personalidad del río ha trascendido a la sierra y al entorno, quedando en lo sucesivo el nombre compartido por la comarca entera.