Cualquier aficionado a la arqueología, a la antropología o a la prehistoria, sabe perfectamente lo que es una lasca; las escamas de sílex o de otras piedras duras que se desprenden al golpear tales nódulos con percutores adecuados, resultando unos elementos cortantes de aguzados filos, que han sido usados desde el Paleolítico hasta hace una cincuentena de años para cortar y rascar todo tipo de productos animales, vegetales y minerales, cuando los trillos tirados por bueyes pasaron de las activas eras desde julio a septiembre a dormir “de pie” en cocheras y almacenes -los más de ellos- o a transformarse en lujosas mesas con grueso cristal, los más afortunados
En la uiquipedia se explica la lasca con el dibujo de portada, pero para comprender bien lo que fue esta industria durante milenios y para reconocer su utilidad, hay que coger un nódulo de sílex y golpearlo con una piedra de estructura distinta ( isótropa, no propensa a dar escamas), porque no es fácil tener a mano un percutor de hasta de ciervo, hasta conseguir una lasca como la de la siguiente imagen…
Lasca se dice también en Portugués y en Catalán, pero a excepción del Francés que usa un término que recuerda a la brecha o fractura (“ebrécher”), casi todos los cercanos han recurrido a variantes del aparente británico “chip”, que ha colonizado hace ciento cincuenta años las patatas fritas y desde entonces se usa para todo, desde los cereales tostados al jabón en escamas, a los circuitos electrónicos y a mil productos más.
Tan fuerte ha sido su colonización, que aún reconociéndose por los analistas de etimología, que lasca “… parece provenir del Euskera “lezca”, tallo delgado…”, nuestra gloriosa academia en lugar de profundizar en esa sugerencia o buscar otras, bendice “txipa” sin complejo alguno y así nos subimos al carro del chip y “txipa” escriben los niños de ikastola cuando tratan de la edad de piedra.
No se sabe a ciencia cierta de donde llega el “chip” al Inglés, aunque los inventores del indo europeo proponen que sea de una voz que debió existir, “keipo” que el Latín modificó a “cippus”, poste, estaca… aunque nadie le vea la relación con las escamas o esquirlas de piedra.
Pero, volvamos a la lasca y al Euskera, donde “la” es una de las raíces fundamentales cuyo significado como prefijo se refiere a la unión, al estado de cohesión que presenta un material y al verbo “aska”[1] liberar, de forma que “la aska” y su compacto lasca, es una pequeña oración que describe el acto y efecto de desprender una parte de un todo.
¿Qué es una lasca sino eso?, un trozo de sílex desprendido.
¿Y el sílex?
Aunque las enciclopedias y aún la uiquipedia digan últimamente que su nombre viene de la Silesia polaca de Katowice, antes lo relacionaban con el cilicio[2], los ásperos ropajes que se ceñían los que buscaban santidad, este óxido de silicio[3] amorfo tiene un nombre antiquísimo relacionado con su extrema dureza, tal que era posible fracturarlo, pero no perforarlo, expresión que en Euskera es “zil ez”, siendo “zil” la forma de llamar al agujero en Bizkaia, más conocida como “zul, zulo” desde que los activistas de ETA pusieran de moda los bidones enterrados donde escondían armas y materiales y “ez”, la negación, es decir, imposible de taladrar.
De hecho, el sílex perfora a todo tipo de piedras excepto el corindón y diamante.
Es que las cosas no son tan complicadas cuando se explican bien.
[1] En origen “atz ka”, quitar los dedos, soltar.
[2] Que tampoco tiene nada que ver con la comarca turca de Cilicia -como dicen-.
[3] Los sabios tampoco resuelven el nombre del silicio y salen del apuro dejándolo como “Latín científico”