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Lastre

Estos días, con el Canal de Suez bloqueado por un barco gigantesco, la palabra lastre se oye con cierta frecuencia en los Medios, así que puede ser oportuno echar un vistazo a los disparates que se ofrecen en libros, diccionarios y blogs sobre esta palabra tan verdaderamente castiza y llena de información como ignorado es su origen por los que pretenden ser sabios “de referencia”.

 

Hoy en día, bueno, desde que los barcos comenzaron a hacerse de acero, el lastre tradicional de arena o piedra, quedó relegado por el uso de agua que –aún siendo menos efectiva que el balasto- era cómoda por cargarse y vaciarse por medio de bombas o eductores actuados por el vapor.

 

Quizás habría de comenzarse diciendo que el lastre que ahora se estudia en las carreras de Náutica en las disciplinas relativas a la estabilidad del buque como un elemento imprescindible para que los barcos que van o retornan sin carga consigan una profundidad de inmersión adecuada para que la hélice y el timón se sumerjan y el barco pueda navegar y maniobrar con estabilidad y solo en parte como un medio para “trimar”[1] la nave, antes, desde el comienzo de la navegación a vela, quizás hace 45.000 años, era una “pieza” casi permanente de los pequeños barcos, que solo se deshacían de ella cuando la carga era de ciertas características de peso y forma o cuando se transportaban solo seres humanos.

 

Entonces, ni había puertos ni nadie pensaba en ellos. En los mares “sin marea” y sin estuarios, los barcos varaban en las playas y se elevaban a los “graos” y en los mares con ella, subían por las rías y varaban igualmente en las barras o anclaban en ensenadas tranquilas.

 

Los puertos artificiales, llegaron mucho mas tarde, ya en época de imperios aunque previamente también se llamara “puerto” a esos lugares de varada o amarre.

 

En esas playas y barras, siempre había áridos de distinta granulometría disponibles con solo empuñar una pala, árido que valía perfectamente para acopiarlo en la sentina y clavar en él cientos de ánforas picudas o docenas de barras de oricalco o estatuas, ídolos u otras piezas de arte…

 

¿Hay alguien tan ocurrente que pueda mencionar una forma más adecuada de transportar materiales que si se movieran podrían hundir la embarcación o causar mil problemas?

 

Además de esta labor de reparto del peso de forma que no dañe la entablación, el conjunto de lastre y carga manejado por un buen contramaestre, podía prefijar la forma de enfrentarse con ventaja a un mar determinado, siendo, por tanto un elemento esencial en la navegación a vela durante milenios.

 

Todos sabemos que el binomio de técnica más ambición, ha llevado a barcos cada vez más grandes, barcos que ya no pueden varar en los graos ni en las barras, sino que lo hacen en puertos o meros atraques del tipo “duque de Alba” que ahora son gigantescos, pero empezaron siendo cuatro postes clavados en el fango y una pasarela para unirlos a tierra. En estos lugares ya no había arena disponible y el lastre comenzó a tomar la forma de bloques de piedra, un material que podía ser traído por un barco y llevado por otro, pero que generalmente era tirado al agua o depositado en algún relleno cuando no había otro usuario inminente o que era suministrado por canteros y carreteros cuando un barco de vela lo precisaba para equilibrar alguna carga o para poder volver “de vacío”.

Es francamente divertido caminar por rías y playas como las de Plentzia durante bajamares equinocciales, buscando entre la roca nativa, trozos de rocas de Noruega o Islandia, trozos que barcos de hace siglos trajeron como lastre y que cuando volvían con las bodegas llenas, tuvieron que arrojarla.

 

De esta época es la definición de Covarrubias que ya marcaba formas como los académicos actuales, apresurándose a asignar el Lastre al Griego “las-lapis” (que se parece a ese lastre como el corcho a la botella) la paternidad del lastre antes de preguntar a cualquier marino vasco que sirviera en las escuadras reales o que fuera a Terranova a pescar bacalao:

 

Hoy en día los sabios “de bibliografía”, disputan sobre si el origen es germánico, porque dicen que en Neerlandés, “last” es peso o si viene de una forma del Latín Vulgar “astricum”, que no han encontrado pero  que tuvo que existir, derivada de la “ostraka” griega o si quizás viniera del universal “ballast” del Inglés, éste de una forma medieval “bare last”, algo así como “mero peso”. Pero los libros dan de sí lo que dan y llega un momento que hay que buscar en otros yacimientos.

 

En mis repasos por registros germánicos actuales, por el Godo, por las variantes Celtas, hasta por los inventos de Pokorny, no he encontrado ese supuesto “last” con significación de peso; había “burden, gewicht, load, schwer, tung, weight, zwaar….”pero nada de lo buscado, así que bien pudo ser la feliz idea de algún trastornado por las letras…

 

Donde si está el lexema “ast”, es en el Euskera; “ast” es el peso de algo inerte, forma que está en “lastre” y en “balasto”, en la primera, composición de “laa”, arena de acarreo, arena hidrográfica (ojo, no arena de cantera) y “ast a” para hacer “la asta”, voz antiquísima que significa “el peso de arena”.

 

La “lastra” que menciona Covarrubias y que es una voz común en zonas como Segovia, es también arcaica, pero de significado radicalmente distinto, refiriéndose a lajas de piedra que son fáciles de separar y acopiar y su nombre está compuesto de “las”, sencillo, fácil y “dra” arrastre, separación, haciendo la “lastra” que aún perdura. Es posible que Sebastián tuviera razón, porque esas lajas de piedra son relativamente fáciles de manejar y es posible que se usaran en algunos puertos, por lo que “lasta” y “lastra” pudieron llegar a significar una misma función.

En cuanto al “ballast” que se usa en casi todas las lenguas germánicas, en el francés, en las védicas, eslavas y en las bálticas, pero no en Catalán (“llast”), Portugués (“lastro”), ni Gallego y Castellano (“lastre”) y tampoco en Latín e Italiano (“saburram”, “zavorra”, que trataremos otro día), no es cierto que proceda del “bare last” que juran los britones, sino de «bala ast», siendo «bala» un sustantivo que se refiere a los materiales a granel y en cantidad indefinida, abundante, que combinado con «ast», viene a decir, peso de materiales sueltos, lo que es el lastre cuando está acopiado al borde de la embarcación. No es imposible que su estado una vez vertido en la sentina, se hubiera confundido con “bae(l) ast”, del Euskera, peso inferior, donde la líquida intervocálica es una solución aposítica muy corriente.

 

[1] Conseguir que el plano de crujía sea vertical.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

2 Comments

    • Hola Xisco; mi metodología de trabajo no se basa en bibliografía, aunque durante el proceso ojeo la que pudiera existir «all around the world». Mi sistema consiste en buscar cuantos topónimos de la misma sonoridad existen (en este caso, más de 1.300) y analizar los más destacados considerando su localización y características físicas y de procesos dinámicos.
      Lastra, Lastre, Lastras, Lastres son absolutamente correlativos con estratigrafías líticas de «pequeña potencia», esto es, lajas centi y decimétricas.
      En Euskera, «las» ( contracción de «la ez», lo no fijo, que el latín ha copiado en «laxus laxa laxum») , flojo, suelto y «dra-tra» arrastrable, desplazable, no habiendo duda posible.
      Así, Llastarri en Lérida (piedra deslizante), Lumandaka Arlastra en Jaizkibel, Peña Lastra en el valle de Mena y varios cientos más lo confirman.
      Por supuesto, el cabo y faro de Lastres.

      Saludos.

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