Concepto difuso que en lo físico se refiere a lugares no accesibles fácil ni inmediatamente.
Los que establecen leyes y orígenes, dicen que el “laxius” latino es el padre y que el “tantum” de esa misma lengua no ha servido para el Castellano, pero tampoco para los “lluny, luntanu, loin, lonxe, lontano, embora ó departe”, forma en que dicen “lejos” las otra lenguas latinas, algunas de las cuales se parecen más al también latino “longe” pero otras parecen huérfanas.
“Laxius”, dicen, se tomó en el sentido de relajado, amplio, flojo…, pero hay que ser muy propenso al Latín y su poder para tragarse que algo tan elemental durante milenios, como la lejanía, hubiera de relacionarse con algo no denso, no prieto, algo expandido… Mucha lírica hubiera hecho falta para que nuestros antepasados nómadas se refirieran así cuando hablaran de sus andanzas más remotas.
Además, el propio “laxius”, como el adjetivo “laxo” del Castellano, son derivados de la forma original “la-ez, la-z”, donde “la” es la raíz que marca la unión de elementos por un agente constrictor externo y “ez, z”, la negación; la misma raíz que en “lazo” (derivado de “la djo”, enlazado, aprisionado), indica lo contrario; es decir, es de origen Euskériko y en absoluto relacionada con lejanía alguna.
Sin embargo, la raíz “le”, absoluta y contundentemente relacionada con el dominio, con el control y la gestión de algo, si parece estar en la génesis de lejos a través de “le ez”, que se puede referir a territorios no familiares, no frecuentados o que no formaban parte de los itinerarios habituales.
“Le z” habría evolucionado a “lex”, habría agudizado su significado con el sufijo “o” para indicar un grado superlativo. La “s” final añade generalización, indefinición y así habría llegado a “lexos” y lejos.