Llodio es la segunda entidad de población de Áraba, pero se encuentra en plena geografía bizkaína, de manera que su condición física es -mas bien- la de un enclave en el señorío como lo es el propio Valle de Ayala que contiene también a Amurrio, Oquendo y Artzeniega.
Desde hace veinte años, su nombre oficial es distinto en Castellano y Euskera, porque las disputas partidarias llevaron a que los partidos nacionalistas solicitaran de la Academia de la Lengua Vasca su pronunciamiento sobre el nombre y este grupo de “vividores del cuento” no desaprovecharon la operación para pontificar sin tener ni idea de aquello en lo que andaban.
Como es habitual en los documentalistas de Euskaltzaindía que dan más valor a un pergamino del año 1095 (y a la elaboración consecuente de una leyenda) aunque lo que rece esté claramente afectado por la corriente cultural, que a un análisis lingüístico, geográfico y etimológico profundo que son incapaces de desarrollar, optaron por elaborar un informe-bodrio, que contentando a la parte nacionalista por hacer prevalecer “Laudio” (como lo pronunciaban en algunas zonas del valle) sobre “Llodio”, metían una carga de profundidad en lo más hondo del lago tranquilo de la Toponimia, inoculando la idea (que tanto les gusta) de que el nombre sea de origen patronímico y relacionado con algún “Flaudio” famoso que pasó por allí y dejó su nombre en un cartel.
La cosa es que los industriales de señalética y carteles, los editores de cartografía y un sector de la población aceptan gustosos los grandes descubrimientos de la academia y aunque fórmulas como “Laudio” hay que ir a buscarlas a Francia, donde Laude, Laudeux, Laudinie… se pronuncian “lod”, ellos creen que hay que seguir así.
Y ante carencia de otras iniciativas, usan su poder para ello.
Por supuesto, nadie sabe nada de ese Flaudio ni de las docenas de otros supuestos prohombres latinos que -según ellos- han dejado nombres por doquier (teoría que eruditos españoles del XIX sugerían con cautela, pero que la escuela de Michelena elevó a categoría de ley hace cincuenta años y varias camadas de seguidores explotan como la costurera a la que acaban de enseñar que una tela se rasga quitándole un hilo y la chica no para de sacar retales inútiles de un precioso lienzo) en un ejercicio increíble de irresponsabilidad, aprovechando las libertades democráticas para hacer el juego a grupos políticos de exaltados de corte nacional o social, que no están interesados por la verdad sino porque sus planteamientos del terruño o del prohombre ganen un casillero en el juego de la oca.
Se busque en documentos antiguos, en el Censo de Floridablanca o en mapas y nomenclátores recientes, Llodio está solo, pero del análisis de cientos de nombres de lugar parecidos, algunos de los cuales se citan a continuación, se tiene la impresión de que la forma original fue parecida a “loid i o” y a lo largo de miles de años, especialmente desde que el sedentarismo ha ido venciendo al nomadeo, las distintas regiones y comarcas han ido plasmando sus preferencias en variantes respecto a este “loi loid” central que se refiere a una determinada modalidad de decantación de materiales aluviales a lo largo de los cauces aguas arriba de un estrechamiento.
Rebuscando por toda la geografía española, apenas una vega del perezoso y lodoso río Nora que llaman Llodines cerca de Lugones, donde tantas veces nos hemos sentado en La Máquina para comer fabada asturiana, otro lugar en Picos de Europa llamado Llodín donde hay numerosos indicios de torcas colmatadas y varios Llodos, Lloderos, Llodrá, Villlodas, Villodre, Villodrigo…
En las imágenes, Llodines y Villodas, donde los limos del meandro del Zadorra son confirmados por el topónimo “Las Arenas”.
De cualquier manera, el sonido “llod, yod, iod…” al comienzo, no es abundante y eso ha podido contribuir a que haya perdido parte de su personalidad a favor de formas como “lod, nod, ñod…” para dar infinidad de Lodosa, Lodoso, Lodares, Lodera, o se haya metastizado en “loi, loy, loid…” frecuentes en onomástica y toponimia: Loiarte, Loiate, Loiategi, Loiaundi, Loiketa, Loinaz, Loiola, Loira (como el río Loira francés que se ha alterado a “luar”, pero su nombre hace mención a sus arrastres), Loidi, Loidia, Loiti, Loizaga, casi todos en el entorno vasco-navarro, pero con algunos exponentes en Galicia, como la aldea de Loira en Pontevedra, en la ribera del arroyo que nace en O Lodeiro, ambos con claras referencias al lodo… O en la Fuente Loyola en el propio cauce del río Navaleno, casi la única escrita con “y” tras décadas de “correcciones” en Navarra y Euskadi.
Algunos nombres originalmente más cercanos a “loid”, pueden encontrarse disfrazados por siglos de manipulaciones de los lingüistas como en la denominación en Euskera de San Juan de Luz (Donibane Lohitzun), que con las formas “lohiz, luis, luz…”, aparece en la península ibérica y Francia en cientos de lugares donde no hay nada de luises ni de luces, sino de entornos de limos y fangos como la ensenada de San Juan de Luz en el tramo final del río Nivelle.
Vistos algunos de los lugares en que se plantea este significado de fuerte componente física relacionado con el limo, es oportuno, hacer un recorrido por el río Nervión desde que “se precipita” con sus dos cataratas desde la losa burgalesa hasta el fondo del diapiro de Delika y luego hasta que se une en Basauri al Ibaizabal.
En lo hondo del valle de Orduña, el Nervión descansa del salto y soporta la primera doma que es preludio de las que le esperan, hoy metido en un canal para hacer aprovechable para la agricultura esa llanura con sus más de 700 hectáreas, una de las más extensas de Bizkaia.
Tras apenas tres kilómetros de correr libre una vez superada la estrechura de la Barranka del Manzano, vuelve el río a tranquilizarse en la llanura de Amurrio que con sus 350 hectáreas y un urbanismo caótico, acoge lo mismo un núcleo urbano creciente que fábricas sin futuro, urbanizaciones dispersas, granjas y caseríos.
Otro tramo sin domar del río da a la “llanadita” de apenas 40 hectáreas de Luiaondo (“lui a ondo”), tres nuevos kilómetros de río indómito y se entra en la alargada llanura de Llodio, que con sus 250 hectáreas es la última de cierta entidad del Nervión hasta que se llegue a las vegas de Basauri y Urbi (de 70 y 50 respectivamente) donde se une al Ibaizabal.
El último sedimento fino ha quedado retenido en la mancha azul del mapa superior, antaño fertilísima huerta y desde hace ochenta años totalmente ocupada por fábricas, viviendas e infraestructuras: “Loi di o”
A partir de Llodio, las llanuras son apenas los recodos de sucesivos meandros donde los depósitos no son tan finos como en Llodio, porque la corriente es mayor y el río lleva mayor energías al pasar por Arakaldo, Arrankudiaga, Bakiola, Miraballes, Martiartu, Arrigorriaga y Basauri, para seguir con igual régimen hacia Bilbao y el mar.
La toponimia de las zonas aluviales ha desaparecido en mayor proporción que la de laderas y cumbres, porque ha sido sometida a grandes modificaciones (encauzamientos, canalizaciones, drenajes, ordenación parcelaria, caminos, ferrocarril… y desde el fin de la segunda guerra mundial, la industria pesada y media y un urbanismo alocado), así que apenas quedan recuerdos fósiles como Paul, Belandika, Saratxo, Arenalde, Areta, Luiaondo y el propio Llodio, que indican antiguos encharcamientos, tierras bajas, bosques de ribera, arenales y lodazales, porque este Llodio, alteración de “lo i di o”, no es sino una descripción de la última lengua de tierra de importancia, formada principalmente por fracciones finas, por lodos decantados durante milenios.
“Lo” del Euskera, que como idea radical representa la quietud, también está en el sueño (en estar dormido) y llega a denominar a los depósitos del aire y viento, a lo que decanta del agua que arrastra tierra, “lo i”, al limo e incluso, a la suciedad (“loi”) en una época en que no existían los materiales, subproductos y desechos industriales de hoy y la única suciedad sobrevenida era la natural del barro y limo.
“Lo” también está en ese material finísimo que ocupa media Mongolia y el Norte de China, polvo que los sabios llaman “loess”, invento de Karl Kässar, que dicen lo tomó de una raíz germánica relacionada con “dividir”, pero que su explicación desde el Euskera describe mejor a esas partículas imparables con el viento y que causan la paralización de regiones enteras: “lo ez”, lo imparable la enorme masa de granitos de tamaño coloidal (del Euskera “kol”, filtrarse, atravesar) que los chinos se han empeñado en frenar plantando millones de hectáreas de plantas (imagen antes-después).
Esta raíz aparece en diversos entornos de decantación de ríos, como en Loiola casi al final del Urumea, pero la intervención tan extensa y profunda, la modificación de llanuras de inundación y vegas ha sido tan importante, que apenas en los mapas geológicos se puede comprobar la naturaleza de los suelos originales, porque la remoción y cubrición han sido generales y la población ha perdido la noción de la naturaleza de los lugares urbanos que solo se recobra cuando llegan grandes inundaciones y el agua desbocada, primero destruye y luego lo cubre todo de lodo.
Imagen de Llodio en 1983.