Las imponentes agujas graníticas de la sierra de Gredos que se conocen como Los Galayos, son un exponente arcaico de la toponimia ibérica que se ha conservado durante muchos milenios sin apenas cambios en su sonoridad respecto al original “garaidjos”.
La fidelidad general que conserva este nombre –como cientos de miles de topónimos mayores y menores- solo se ha alterado ligeramente por las intervenciones sucesivas de distintos sistemas ortográficos, no capaces de representar con autenticidad las consonantes intermedias entre “l” y “r” o la “dj”, la primera de las cuales suele decantarse preferentemente por el lambadismo y la segunda, que a veces ha dado en “j” y otras en “y”, dependiendo de variables mínimas como el estar en una u otra vertiente de la cima.
¿Qué significa su nombre?, pues algo explicable con el trabajo conjunto del Euskera actual y de ese Castellano que ha conservado infinidad de arcaísmos prerromanos.
La primera parte “gara, gala”, es un topónimo relacionado con la cota, con la altura, que significa “lo alto”, la cima.
La adición de la “i” (travestida a “y” por los académicos), no hace sino pluralizar el concepto anterior, así que, tanto “Garay”, apellido vasco muy común, como “galay”, expresión transcrita en los documentos, se traduce por “los altos”.
La parte final es más fresca, espontánea y graciosa y está relacionada con la forma vertical, abrupta y provocativa con que brotan los ajos (ver figura) y que ha quedado fosilizada en una de las expresiones castellanas más castizas, la interjección “carajo”. “Adj, atx” es una peña y el sufijo adjetival “o” indica grandeza en la vertical, lo mismo que nuestro humilde ajo, formado por la raíz “aij” con que se denomina a los brotes principales y a las lianas y con el adjetivo “o” de grande, rememorando con su vitalidad a las potentes agujas graníticas o calizas, a esos “frailes” y “relojes” que se repiten en muchas de las bravas siluetas pétreas en zonas de geología “reciente”.
Los que se pregunten por el “carajo”, tienen la explicación en que “kará” (ninguna semejanza con el “faciem” latino) es la parte frontal de cualquier elemento, ser o formación, la fachada; así, “karajo” es la prominencia frontal que caracteriza a los machos humanos (en erección).
En conjunto, la expresión vernácula “garaidjos”, compactada, suavizada y encriptada a través de “galaidjos” y “galayos”, no quiere decir otra cosa que “Los altos abruptos y verticales”.
La forma canónica ha dejado numerosos homónimos en la brava toponimia española, nombres que han cambiado ligeramente, pero que pueden ser fácilmente reconstituidos. Cataluña concentra algunos de los más destacados que han perdurado como los “Carall Bernat” de los conglomerados terciarios de Montserrat y de las Islas Medas (ver fotos inmediatas).
Nombres algunas veces son alterados por la pérdida progresiva de la cultura popular como sucede a la versión serrana, que rechazando la semejanza con otros nombres que se consideran foráneos, se adapta a los gustos o mitos locales o también por la influencia nefasta de los eruditos, académicos o políticos, resultando deformaciones como la sucedida al ser denominado con frecuencia “Cavall Bernat”, frase que en Catalán resulta más familiar al aparentar referirse a un caballo y a una garza.