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Los Pecados Capitales

envidia

Los filósofos griegos, los anacoretas y eremitas y otros pensadores antiguos han manejado desde tiempo inmemorial una lista de vicios o pecados que se generan y aplican en el ámbito social, cuyo número ha oscilado según las culturas, filosofías y religiones y –dicen que- una pandemia parecida a la que estamos sufriendo, llevó al obispo Gregorio a limitarlos a siete.

Yo hace algún tiempo que estimo que son diez, aunque el establecimiento de límites no es fácil, pero de lo aquí se trata es de plantear que mucho antes de que los griegos urbanitas escribieran sobre esto, las sociedades nómadas ya los manejaban, la prueba es que las etimologías que ofrece la cultura actual, que las remite al Latín, Griego o a ese invento llamado IE, nutrido por Julius Pokorny son poco satisfactorias o, simplemente forzadas, en tanto que el sentido de algunos de estos vicios, son reflejados con gran claridad por el Euskera que en aquéllos tiempos previos al sedentarismo, estaba soportado por la combinación de Memoria, Entendimiento y Voluntad de las tribus migrantes que recorrían Eurasia, las campas verdes del actual Sahara y se aventuraban a navegar a las islas mediterráneas, a la Macaronesia e incluso al Atlántico Norte.

Como es habitual, las etimologías “comerciales” que se nos ofrecen dejan mucho que desear ante un análisis crítico; a continuación se da un repaso a lo oficial, quedando constancia de que varios de estos pecados tienen su raíz en el Euskera y otros tienen una relación procesual más o menos relacionada con este idioma.

Avaricia.

Este deseo exagerado de poseer dinero, joyas u otros bienes de valor concentrado, que puedes disfrutarlos a escondidas y de los que no te desprenderías por nada, es resuelto desde el Latín con la sencillez con que se casca un huevo: “Aviditas” y de ahí “avaritia”.

Como gesto de generosidad, se desciende un peldaño para explicar que ese estado procede del adjetivo “avarus” y éste, bien de “avare”, avidez o bien de “habeo”, tener.

¿Avidez como la que tiene la esponja por el agua o los áfidos que arruinan mis rosales por el jugo que chupan entre un mar de espinas que ellos burlan? ( esos si que vienen del Griego ἀϕειδής, sin límite). La avidez -en humanos-, si no es por el dinero o sus vectores y si no va unida a una dependencia desordenada del montón que se tenga, de una obsesión igual de fuerte por verlo crecer y por que no decrezca y de su periódica contemplación enfermiza, no es avaricia, es solo avidez o tenencia, el “habeo” que se cita con igual de poco tino.

En nuestra cultura de obsesión grecolatina, todo el inicio de los conceptos se lleva al entorno urbano, a la ciudad, a la corte o al templo, como si las pasiones y cualquier otro sentimiento no hubieran existido antes o los pueblos nómadas no hubieran sabido ponerles nombre, pero el Euskera tiene entre sus pliegues mucha información que está esperando ser cotejada.

Por ejemplo el adverbio “abar”, que indica cantidad indefinida o enorme y que frecuentemente se usa unido a “eta” (y) , para dar “etabar”, que es equivalente al “etcétera”.

“Abar isi”, donde la coda significa insistencia, obstinación es una voz compuesta que articulada resulta “abarisia”, prácticamente lo mismo que la “avaritia” y la “avaricia” y su significación como desviación lógica y moral, se entiende para cualquiera que sea la acumulación pretendida; el ser que

Todas las lenguas “latinas” usan formas parecidas habiendo que ir más allá del Indo, a las derivadas del Sánscrito para encontrar formas como “abha” que nos recuerda al “abar” vasco, lo que en uso lógico de los datos, llevaría a pensar que Euskera y Sánscrito estaban mucho antes que el Latín y que los sabios de carrera pueden haberse precipitado al hacer caso a su pasión latina.

Envidia

Se suele definir como el pesar del bien ajeno, dando a entender por “bien”, las posesiones físicas, pero también son objeto de envidia el cariño o el aprecio social por alguien, definición que debería ampliarse a otras cuestiones intrínsecas, como la inteligencia, belleza u otros dones.

envidia

Se explica desde el Latín “invidia”, relacionándolo con “videre”, ver y con el prefijo “in”, de interior, algo así como “ver con los ojos de otro”. Todas las lenguas latinas tienen formas parecidas, variando sobre todo (entre i, e, a) la vocal inicial y también el Inglés usa “envy”, no siendo fácil determinar de cual de las variantes proceden todas, aunque queda claro que también el Euskera (que tiene más de diez formas para llamarla), prefiere “bekaitz”, que significa, mal de ojo, forma de tipo vectorial que parece más un deseo, un mensaje de maldad que un simple sentimiento negativo.

Gula

Tendencia irrefrenable a comer que lo oficial es derivarla del Latín “gula”, garganta, lugar por donde entran los alimentos al estómago. Parece apropiado, pero merece alguna reflexión. La glotonería que se usa hasta en Inglés (“glutonny”) sería un derivado de “gula” o quizás de “gola”, relacionado con el verbo colar, asimismo derivado del Euskera “kol”, agujero, desagüe, voz que está tanto en la anatomía (colon), como en la geografía hidráulica donde los lugares por donde se vacían las albuferas y los encharcamientos fluviales, se llaman “golas”; también actualmente en las universidades con aprobados fáciles: “Coladeros”.

Se descuelga el Francés con su “gourmandise” (que los del gallo no saben a que origen atribuir) que tiene mucho en común con la forma principal en Euskera, “litxarkeri”, donde “litxar” es el cazo o concha donde se recoge la grasa del asado o la mantequilla y “keri” es afición, tendencia; asimismo, el comienzo francés de “gur…”, está relacionado con la mantequilla en Euskera, “guriñ”, sugiriendo para la forma francesa esta fuente, quizás arrastrada desde la Prehistoria, cuando los pastores manejaban con destreza las grasas animales, portadoras del sabor y la energía.

Ira

Un nombre tan breve es difícil de diseccionar y de seguir puesto que figura ampliamente en textos latinos antiguos, pero eso no quiere decir que naciera en Latín. El hecho de que una de las principales formas del veneno en Euskera, sea “ira, iro”, sugiere que las explicaciones prehistóricas a los arrebatos violentos estuvieran en la convicción de que algún veneno externo (o generado por su organismo) afectaba al individuo iracundo, como lo solía hacer a algunas cabezas de ganado que presentaban explosiones de agitación y violencia.

Como se ha explicado mil veces, el Euskera ha generado continuamente neologismos para sustituir a voces que habían perdido fuerza o habían sido aceptadas por otros, siendo probable que algunas de estas voces tengan incluso milenios de existencia, así la las actuales “asarre, sumiñ”, no aportan gran cosa sobre el proceso de la ira.

Lujuria

La exageración en la actividad o en el simple deseo sexual debe haber sido una desviación que existía desde siempre en cierta proporción entre la población (yo recuerdo que ya antes de la adolescencia conocí un individuo lascivo que practicaba sus tendencias en la misma aula), ante la indiferencia de los demás niños.

En infinidad de textos latinos figura con una forma diferente, “lascivia”, pero sí lo hace en formas parecidas en casi todas las lenguas latinas e incluso en el oportunista Inglés que nunca “pierde bola”, con un sospechoso “lust” que aún cuando ahora lo pronuncian “laast”, se encuentra entre el “lux” de la lujuria y el “las” de la lascivia.

Quizás por esto, los sabios en cónclave han decidido que la “lujuria” que no tiene el Latín por algún oscuro capricho, viene de otra voz latina que significa “dislocación”, así explican que se arrastra desde “luxus”, cuya procedencia es del verbo “luctari” y que de forma trópica se entiende como “demasiado” (en referencia a las luchas de gladiadores y a los daños que se infringían al producirse dislocaciones de miembros).

Error en el origen del “luctari”, que en realidad procede del adjetivo vasco “luz”, largo y error en la etimología, por desconocer o subestimar el Euskera, donde “alú” es la vulva, el sexo exterior de las mujeres y “jori” la abundancia, la exageración, de donde la frase “alú jori” que indicaba la atracción por “el coño”, perdió por aféresis la vocal inicial, dominando la “ú” sobre la “o” para quedar como “lujuri”.

Pereza

Antiguamente confundida con la tristeza (que se quitó de la lista de pecados capitales), el nombre de pereza, se achaca en el mundo culto a la “pigritia” latina (basada en “pigrere”, demorar), quizá porque en ciertas lenguas latinas como Gallego (preguiza), Corso (pigrizia), Italiano (pigrizia), Portugués (preguiça), Latín (pigritia) y hasta en el Esparanto (pigreco) se han conservado o elegido estas formas semejantes, obviando que en la que llaman Lengua del Latzio, también se le llama “accidia, desidia, ingavia, , segnitia, socordiae…”, mientras la forma rumana (lene) está emparentada con las lenguas eslavas y para la “rareza” catalana (mandra), sus personajes cultos, prefieren relacionarla con el Griego “mandra”, cuadra (que nada tiene que ver con la pereza), que revisar el Euskera y comprobar que en la provincia de Laburdi, se usa profusamente “mandrakeri”1, holgazanería.

La pereza española y la “paresse” francesa exigen un esfuerzo de alquimia mayor para acercarlas a esas otras variantes, que cuanto más al Oeste, menos recurren a la “i” de la primera sílaba.

El recurso al Euskera tampoco resuelve el problema del origen, pero si se acerca mucho al concepto esencial que es “que el ejercicio no se desarrolla fácilmente” o ”beréz”, de por sí.

Así, “berez eza”, fundido a “bereza” (“eza” es la negación) y ensordecido a “pereza”, dice que “no hay facilidad para la acción”, que la cosa no rueda, lo que explicaría las formas francesa y castellana.

¿Es posible que las formas lusa y gallega procedan de la contracción de “perez” a “pre guisa” (“giza” es manera, tipología, forma)? y las demás, incluso la latina de ahí?… Se seguirá estudiando.

Soberbia

Adjetivo inicialmente muy negativo, que nuestra cultura comercialista ha ido dulcificando hasta permitir usarlo continuamente como “excelente, insuperable…”, pro que antes era aplicado sin rebaja alguna para señalar a los individuos que se valoraban a sí mismos por encima de lo que realmente valían y que con frecuencia actuaban con desdén e incluso crueldad.

Se asigna sin ningún tipo de duda al Latín “superbus-a-um”, basado en “super”, superior, dominante.

Lo raro en este caso, es que solo Castellano y Catalán (“superbia”) coinciden con el Latín, mientras todas las demás lenguas latinas, prefieren acercarse al orgullo.

Hay que recordar que el “super” que se da universalmente como latino, deriva en realidad del “up, a up” del Euskera, arriba, hacia arriba.

 

 

[1] En el resto de Euskadi, “baldar, baldarrá”, desmadejado, sin energía, que ha podido dar en “mandar” y “mandrá”

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

1 Comment

  • Interesante revelación la del Alú. ¿Estamos ante el núcleo de expresiones como «alumbrar» o «dar a luz»?

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