Todo cuanto se escribe sobre Lugo comienza diciendo que es el Lucus Augusti, una ciudad fundada por los romanos unos años antes de iniciarse nuestra era y que el nombre tenía que ver con “Lucus”, selva, monte no explotado en Latín.
El hecho de que la muralla fuera un ejemplo neto de las obras civiles romanas y la estructura de la ciudad que se adaptaba a la urbanización romana, parecían confirmar ese origen… o eso parecía hasta que han surgido dudas con las últimas excavaciones que muestran de el Cardus y el Decúmenus… no coinciden con lo esperado, cosa que no debe extrañar a nadie medianamente crítico, pues durante siglos, las interpretaciones de la arqueología y documentos, han sido realizadas por obsesos de la cultura romana que han ocultado indicios y han forzado cuanto han podido los evidentes para acercar la realidad a sus objetivos.
De igual manera, los apasionados por lo celta, juran que no, que “Lugh” es un dios celta múltiple o válido por tres (Esus, Toutatis y Taramis) que lo representaban con tres caras y era el símbolo de la destreza guerrera y laboral. Muy bonito.
Sea o no sea ciudad romana o celta, lo cierto es que Lugo tiene una gran personalidad.
Si el viajero llega andando “Miño abajo” (se lo recomiendo), el contundente morro de casi cinco kilómetros de longitud y uno de anchura que va dejando a la izquierda y que mira al sureste, le va preparando para la llegada al límite Sur, donde el hecho de que las nuevas edificaciones impidan ver la muralla, no quita espectacularidad a la imponente mole de viviendas que bordean el morro, remedando una nueva muralla de casas que cierran filas y parecen proteger el casco antiguo que queda dentro.
El Lugo original ocupaba el lugar preferente del morro que forman los ríos Miño y Fervedoira, morro que se eleva unos ochenta metros sobre la cota de los ríos y que no es difícil imaginar rodeado de un páramo cerealista, una fértil campiña en sus cuestas y una feraz y fresca ribera, intensamente trabajadas, con una densa cabaña ganadera de vacas, ovejas, cerdos y caballos: Un lugar rico, apacible y bien defendido.
Para este investigador que ha revisado multitud de lugares semejantes en la geografía española, la ciudad, centro comercial, recurso de poder civil artístico y religioso, se edificó en el lugar llamado “Lugo” y su nombre nada tiene que ver con selvas (un páramo no es lugar idóneo para ellas) ni con dioses que tiran la lanza con precisión, sino una simple expresión de la morfología de un lugar.
Luego, el poder adquirido por la ciudad trascendió su comarca para llamar así a toda una provincia.
Lugo no está solitario en la toponimia, ya que hay una treintena de nombres que tienen su misma composición, cuatro de ellos idénticos en Tenerife, Ponferrada, Asturias y Las Palmas y cerca de sesenta con formas como Luco, Luxo… (Zaragoza, Álava, Burgos, La Coruña, Almería…)
Predominan los lugares altos, pero también hay alguno en un llano al pie de un cerro o como Val…, Muiño, Alto, Cerro…
Los lugares más parecidos al Lugo gallego, han resultado en Aragón y en la aldea de Luxo en Álava, en el borde de la sierra llana que da a Bizkaia y se trata de una prominencia de la meseta que termina en una balconada. Se puede apreciar en la foto obtenida de Google Earth.
Rechazada la idea de dioses triples y de selvas –que no encajan en un páramo-, en el proceso de tratar de encontrar significado a su nombre, se ha de recomenzar por lo que me aseguraba Antoni que significó tal nombre en Celta; según él, “luminoso”.
Aparte de que este adjetivo sea un tanto atípico para un lugar, algunos latinistas opinan lo contrario, ya que parte de su nombre les suena a “lúgubre”, triste, oscuro, calificación más fácil de asignar a lugares escondidos o con mucha vegetación, como la selva que algunos proponen.
El altozano alargado en que se asentó la ciudad, ha quedado ahora totalmente cubierto de intervenciones urbanísticas y de alteraciones de la forma y la piel, que es muy difícil recuperar morfologías locales, sumideros u otras cuestiones destacadas, así que la única posibilidad es la de recurrir a las “grandes formas”, donde la más destacada es el morro mismo en cuya parte meridional se alzaron –seguramente- las primeras casas y –luego- la muralla.
En Euskera existe la raíz “lug” que hace referencia a penumbra, luminosidad escasa y recuerda a la misma idea del Latín, pero que solo se ha encontrado en micro topónimos para designar a algún tipo de rocas y que algunos querrían ver en las negras pizarras y esquistos que forman la muralla y los propios tejados de la ciudad, pero que a mí no me encajan en el lugar previo a la urbanización.
Superado esto, lo más probable es que el nombre sea una contracción de “lux go”, es decir, la combinación de largo y alto para describir el morro elevado que forma la esencia de Lugo y que se aprecia mucho mejor a pie que desde las fotografía tomada desde el Puente Romano. (Google Earth)
La “x” se disolvió por la potencia de la gutural o se fundió con ella y “luxgo” quedó en Lugo.