Carbonato cálcico que tras una formación sedimentaria, ha sido sometido a grandes presiones, sufriendo un proceso metamórfico que le proporciona una estructura llamativa.
Nuestros sabios no se complican la vida y como hay miles de menciones de esta roca en los documentos clásicos latinos llamándola “marmor” y algunas decenas de griego que citan al efecto del brillo como “mármero”, concluyen que el origen es griego y se basa en la belleza y brillo del mármol pulido.
Todo es perfecto en estos sabios insuperables que se basan en que el primer mármol que la gente veía era el de la tapa de una mesita de noche o un candelabro de lujo, ambos finísimos y brillantes, pero eso solo hace tres o cuatro mil años que sucede; el mármol que los antiguos vieron durante milenios era una fractura al descubierto en alguna falla o derrumbe, donde aparecía una roca con un rayado, con unas manchas alargadas caóticas (como la del bloque adjunto…).
Si esto ha sido así, y nuestros antepasados han bautizado a la extraña roca por sus características, el brillo no tiene sentido.
El brillo tardaría muchos milenios en llegar y en ser apreciado, porque para unos grupos nómadas, aquélla piedra extraña solo era interesante como localizador, como la pista que te dice dónde estás.
Siendo curiosa la uniformidad del nombre del mármol en la mayor parte de las lenguas europeas (“marbele, marble, marbre, marmara, marmaru, marmer, marmo, marmor, marmore, marmura, marmuras, mermer…”), lo primero que se comprende es que no tiene relación alguna con las lenguas de más allá del Indo, donde el nombre es o mucho mas largo, como “sangamaramar” o muy diferente, como “arasa”.
¿Entonces?
El primer indicio importante es el comienzo “mar” que en Euskera significa marca, trazo y el segundo es “mor”, raíz del color morado que solo usan los romances españoles (los demás romances y ramas lingüísticas prefieren “lil”, “violet”…), así que el nombre “mar mor”, indica que la masa de la roca, generalmente clara, tenía trazos oscuros asimilables al violeta.
Este tipo de mármoles que aparecen en zonas de contacto que los plegamientos alpinos –a veces- sacaban a la superficie, debieron ser más frecuentes que los mármoles de otros colores y cuando estos fueron apareciendo tras ardua minería, recibieron el mismo nombre que sus antecesores.
El cambio de la “r” por “l”, de marmor a mármol, es un capricho que solo se da en los extremos, en el Castellano e Inglés por el occidente y en el Bengalí por oriente: Marmol, marble, marbele.