Es curioso el contraste entre lo decidida y contundentemente que los diccionarios indican la relación de este y otros vocablos cercanos al adjetivo latino “paluster” referido a las aguas lénticas y las dudas que asaltan a los etimologistas cuando se meten –de verdad- en harina y no son capaces de asegurar sin irse más allá del Indo, de qué raíz puede proceder la tan conocida forma “palus”.
Antes que titiriteros como Pokorny se hicieran con la voluntad de los despistados, vendiéndoles soluciones “a la IE” y tratándoles de convencer que que había relación con la plenitud, con el relleno de recipientes y con el saber ario, ya otros sabios agotados como Meillet, buscaban sin respuesta en sus fuentes y daban palos de ciego queriendo que palus derivara de lluvia (“pleu”) o de pálido, pero sin rebajarse a echar un vistazo al Vasco.
En parte no me extraña, porque lo que los pelotas oficiales califican como “hombres grandes del Euskera”, eran en realidad acomplejados y mediocres copistas que ni sabían lo que tenían entre manos, ni eran capaces de escuchar a quienes les sugerían no lupas, sino catalejos.Así, el Euskera no ha podido hacerse un sitio y su ausencia ha tenido bastante que ver en el disparate internacional que se ha montado sobre el circo indo europeo.
Acabo de cerrar mi base de datos tras dar un paseo por la España continental y por las islas “del Estado”, comprobando que para 31 topónimos que contienen el fonema complejo “palu”, hay 502 que se reparten a partes iguales “paul” y “paúl”.
Ni que decir tiene que salvo una veintena de excepciones en este medio millar, los demás, la infinita mayoría tienen que ver con zonas que son o han sido dominio temporal o permanente de las aguas.
¿Es posible que si la forma original tuvo que ver con el Latín y fue del tipo “palu”, solo el 6% hayan guardado la forma vernácula y el 94% haya cambiado sincronizada y globalmente su dicción?.
Posible, si, pero probable, no. Se impone hacer un recorrido, un “tour” toponímico en el que se va a tratar primero la variante “palo”, mucho más abundante que “palu”, por ser asimilada a palos y palomas.
Quizás sea lo mejor empezar por uno de los puntos más meridionales de la Europa política, la Playa y Dunas de Maspalomas en Gran Canaria, como ejemplo de viraje hacia el error, una política que no se puede achacar al pueblo, sino a los “Gestores Hipercultos” que han trasladado durante siglos, la realidad –según ellos científica- a mapas, registros y libros.
Casi todo el mundo sabe que en la fauna original de ese archipiélago no hay otra paloma que la Turqué, especie del género Columbae que llegada en tiempos remotos por azar, ha perdido la impronta de la migración y es endémica de las zonas de lauriselva de algunas islas canaria, pero no de Gran Canaria, donde no existe. ¿Será por eso, por la añoranza de su arrullo que los canarios bautizaron como Mas Palomas al único entorno palustre del archipiélago?.
Es necesaria una dosis generosa de abstracción para imaginarse cómo sería la punta arenosa y meridional de la isla hace unos seiscientos años, cuando comenzó la definitiva colonización de las islas por los colonos del reino castellano, si aún ahora tras siglos de alteración de la vocación del suelo, después de crear toda la urbanización compacta de la parte oriental de Playa del Inglés y El Veril y de reordenar brutalmente en las últimas décadas la zona en que los barrancos de Ayagaune, La Falaga, Data, Palmitos, Negra y Chamoriscán se unían en un verdadero cono aluvial (que con la peculiaridades de una insularidad barrida por los Alisios, creó con el tiempo un llamativo conjunto de sistemas como llanos aluviales, terrazas fluviales, barras de gravas, cauces, campos de dunas y… charcas), aún perduran charcas e indicios de haberlas habido.
Aunque entre geólogos y geógrafos hay una discusión enquistada sobre la dinámica y cronología de este conjunto de modelos sedimentarios, en los mapas y descripciones de Francisco Coello de mediados del siglo XIX, se habla de varias charcas (Lagunas de Maspalomas), algunas de las cuales tenían nombres propios, como el Charco Azul.
Cartografía levantada desde barcos y pensada principalmente para navegantes y para la Armada, Francisco dibuja las dunas pero no las describe ni otorga interés alguno a la zona arenosa en comparación con los posibles caladeros y aguaderos de una costa áspera.
La intensa urbanización de los últimos setenta años, ha canalizado los barrancos y ha desfigurado u ocupado gran parte de las zonas en que se formaban estas balsas, pero alguien que sepa “leer” el territorio, aún puede ver el capricho natural de lagunas de origen continental en una zona semidesértica. Una de ellas, “La Charca”, otrora cazadero y aguadero, es ahora un atractivo turístico y se puede ver en el mapa y en cualquier panfleto de promoción de ocio.
En las islas, en todas ellas menos en La Palma, hay hasta una veintena de lugares que citan prenombres genéricos como Degollada, Fuentes, Galería, Lomo, Punta, Risco, Roque o Suerte.. de palomas, palomos o palomares, pero solo en una, Agua Palomas en uno de los montes más elevados de Fuerteventura hay indicios de lagunas temporales; los demás son lugares rocosos, remotos o costeros.
Mucho menos frecuente que la presencia de “palo”, es la de “paul y paúl”, tan abundantes en la España continental y que en las islas no llegan a la decena.
No es casualidad que al saltar al continente, “paloma” y aparentes derivados lleguen a cerca de 3.000, superando a los ya abundantes “paul, paúl” que se citaba al principio, disponiéndose de una teoría que tiene que ver con la climatología y la hidrología para explicarlo.
Lo primero que llama la atención es el elevado número de lugares de nombre compuesto con el complemento de aparentes derivados de paloma que se refieren a arroyos, balsetes, charcos, desagües, bodones, lagunas o vados, casi todos ellos en lugares poco lógicos desde la dinámica de esta ave.
Ni que decir tiene que también hay muchos lugares que se refieren a altos, cerros, pasos, , coll, portillos, etc., que si pueden entenderse como lugares frecuentados por las palomas silvestres y por tanto, con una acreditada coherencia.
La teoría arranca de la asunción de que siendo en un territorio virgen o poco alterado, muy variadas las formas en que el agua superficial es retenida, son las que pertenecen a las formas someras las que antes desaparecen cuando la agricultura, las obras públicas y la urbanización llegan con fuerza.
Las aguas someras suelen ocupar extensiones muy llanas que son fáciles de drenar, tienen suelos profundos posibilidad de ser transformadas en regadío y comprenden lugares con denominaciones como “atolladeros, balsas, ciénagas, lodazales, padules, pantanales, paúles, trampales, tierra podrida,…” y la explicación oficial es la propia de quienes creen con fe ciega que tal nombre viene del Latín “palus”, que el pueblo ha deformado a “paul” y a “padul”.
Yo que me quedé hundido con mi flamante furgoneta VW de tercera mano en uno de estos paúles de Extremadura al final de los años 80, no puedo olvidar su fisonomía, olor y hasta calor de aquélla tierra saturada que parecía dura como el cemento si circulabas rápido, pero que en cuanto te parabas te engullía…. La explicación, “bae aul” que significando “suelo endeble”, pasó con el tiempo a pronunciarse “paul” y a designar ese tipo de lugares, lugares que han desaparecido por centenares, pero que con cada gota fría nos recuerdan que estamos invadiendo su dominio.
Como ejemplo puede servir la Balsa Paul en Huesca, donde no es difícil recuperar el perímetro anterior de la balsa original (señalado en azul), más de cuarenta veces mayor que la “balsica” que ahora queda, acosada por la necesidad de labrar cada año un surco más.
No pocas veces, los paúles se metastizaban a “palu” y complementados con “bas”, barro, que ya llevaban adosado antes, hacían “palu mas”, nombre que a nuestros antepasados les sonaba a palomas.
De ahí que haya un elevado porcentaje de palomas toponímicas relacionadas con zonas palustres.
El Canarias, donde los barrancos son angostos y pendientes y los arrastres terrígenos se van más rápidamente al mar cuanto más finos son, son escasos los lugares en que puedan generarse lodazales; quizás Maspalomas es el más representativo de ellos porque los finos procedentes de las fonolitas y traquitas de las montañas, junto con algunos coloides formados por descomposición de feldespatos, eran retenidos en el sistema dunar que se formaba y de ahí la repetición de la raíz que señala la presencia de barros, “Mas palu mas”.