Humor fisiológico producido en las fosas nasales de los mamíferos, pero también en la piel y otros órganos de diferentes animales.
El moco no debe de ser importante en economía, porque los sabios apenas dedican dos párrafos a una etimología que dan por resuelta con comprobar que se escribió en Latín como “mucus”.
Lo cierto es que casi todas las lenguas latinas y algunas célticas y germánicas usan términos familiares (“moc, mucus, mwcws, moco, muco, mukus…) y otras se diferencian mucho como para pensar en parentescos, así que dieron por resuelto el tema sin grandes esfuerzos.
Pero el esfuerzo siempre acarrea ventajas aunque no sean inmediatas y un esfuerzo muy suave, como la búsqueda en el Euskera, aporta ideas frescas, nos dice que los antiguos sabían que el moco tenía unas propiedades físicas notables…
¿Sería porque los arreadores de ganado que iban siempre a la zaga tras los rebaños, tragándose polvo y efluvios verían al sonarse los mocos que estos salían sucios del polvo retenido?…
¡Seguro!.
Seguro, porque eso es lo que se encuentra al hacer la disección de esta voz aparentemente “tonta”.
“Mu” es la raíz verbal que conlleva la idea de movimiento, de mutación espacial y “uko” es la expresión radical de negación del verbo tratado, así, “mu uko” que dio todas las variantes del paréntesis, dice claramente “lo que frena”, lo que retiene, lo que impide o dificulta el movimiento.
Nuestros antepasados sabían que el polvo, las partículas de heces, el polen y otras minucias que flotan en el aire, eran retenidas por el moco de fosas, senos y tráquea y podían ser expulsados del cuerpo en un movimiento sencillo.
Más adelante, cuando se consiguió ver con claridad a los microbios, se supo que no solo partículas indeseables, sino que bacterias, microbios menores y hasta virus, resultaban atrapados en esa maravilla de compuesto acuoso que con dos proteínas se transformaba en una trampa para las amenazas de la salud.
Toca ir al DRAE y cambiar lo del “mucus” latino por el “mu uko” del Eukele.