Pocos lugares con nombre tan pomposo suscitan menos interés que los Montes Universales, una serranía extrema del Sistema Ibérico de la que casi nadie sabe nada excepto los senderistas que tanto ponderan su singularidad.
Los estudiamos en la escuela junto con una serie de nombres dificilísimos que había que leer poniendo el dedo sobre la Enciclopedia Bruño y era este nombre el que mejor quedaba en la memoria de los niños, junto a los Picos de Europa, pero aislados en un estrecho corredor entre Teruel y Cuenca, yo no los vi hasta -ya mayor- cuando en uno de esos puentes largos de otoño, decidimos ir a ver el nacimiento del Río Cuervo.
Los montes ásperos y repoblados de pinos eran más atractivos en la “escala pequeña”, de cerca, con sus roquedos imposibles y el verde rabioso de los pinochos contrastando con las calizas rojizas cuajadas de fracturas, diaclasas y simas.
No hay un sitio oficial que explique etimologías de los lugares, pero páginas como “Lo Mejor de Verne”, recogen opiniones de diversos autores, opiniones que no valen gran cosa, porque se limitan a listar lo que viene en bibliografías diversas, que no es otra cosa sino expresión de la “hipercultura” que asfixia nuestro país y nuestro pasado, asignando todo a griegos, hebreos, árabes o godos y sin dedicar un mínimo esfuerzo a lo vernáculo y concretamente al Euskera.
No es extraño que no haya explicación, porque en toda España, el nombre “universal” solo aparece una vez y lo es en la serranía de este ensayo, siendo evidente que esos montes remotos no tienen nada de universal, lo que ha debido descolocar y desanimar a los eruditos que no encontraban posibles explicaciones.
Nombre que tampoco abunda buscándolo “por partes”, dividiéndolo, porque tampoco son frecuentes fuera del ámbito vasco-navarro los nombres que comiencen por “uni” (Uniate, Unibaso, Unigibel…) o “une” (Unetagaina, Unea, Unendegia…), lo que condiciona mucho cualquier postulado, ya que apenas queda para este morfema, la idea de que el espacio así llamado, fuera una especie de zanja, corredor o pasillo prehistórico “un, una…” en Euskera, que la cultura renacentista haya modificado a “uni”.
Tampoco la parte final es corriente, por lo que es obligado ir a variantes como “berzal”, “brezal”, “brechas” y “frechas”, que -especialmente las primeras-, lejos de ser entornos dulces y frescos en los que pudieran medrar las crucíferas que aparentan representar, son lugares rocosos con fracturas generalizadas, canchales y pedreras llenos de simas y grietas, que parecen originarse en evoluciones de “birr-atx”1) , rocas fragmentadas que se encuentran en muchos de los entornos con nombres parecidos.
Por ejemplo en el Arroyo de los Berzales en Bisjueces, en la imagen siguiente, antítesis de un huerto mullido, es una cuesta de profundas y ásperas cárcavas o en el Barranco del berzal en lo más áspero de Tierra de Osma…
O en el Berzalejo al pie del Canchal, en Navarredondilla, cerca de Gredos.
Y en la Cabeza del Berzal en Hoyo de Pinares.
En lo árido del río Jalón, El Berzal, un secarral que tiene los cotorros más destacados del entorno.
Esta dura realidad deja un estrecho pasillo de unos veinte kilómetros de largo y cuatro o cinco de ancho, orientado del NE al SO, como gran parte de la tectónica ibérica, por cuyo fondo corre el río Cabriel hacia el Sur y el Tajo hacia el Norte para luego girar bruscamente hacia Toledo y Lisboa.
Poco más que estas laderas ásperas, los pasillos del fondo y las cotas altas son los componentes de los poco conocidos Montes Universales; seguramente alteración cultural de “un berre txa lez”, pasadizo de rocas fracturadas y simas (”lez”) entre las grandes serranías de Albarracín y Cuenca que de sonar “unberrechales” ha sido corregido a Universales.
Imagen de la Sima del Arco.
[1] Las etimologías oficiales, suelen asignar “brecha” al Gótico “brake”, romper, a través del Francés, pero el Euskera lo explica con mayor precisión, “birr atx, berr atx”, roca fracturada y su metátesis “berre txa”.
Por si es de su interés:
http://fgacedo.blogspot.com/2023/07/nombres-ibero-paleoeuskericos-no.html?m=1