Este género de mamíferos acoge a los más pequeños del mundo, siendo corriente que la gente crea que son ratones, pertenecen a la familia de los sorícidos, no a la de múridos.
Cosa que el mundo del lenguaje se empeña en ignorar cuando aprovecha cuantas ocasiones tiene para “contornear” la lógica, evitar búsquedas que aporten luz y afianzar lo escrito anteriormente, dejando patente lo importante que es para sus agentes el disponer de una bibliografía rectora.
Quienquiera que busque el origen de esta bonita voz, se encontrará que se explica desde el Latín “mus muris”, ratón y el complemento “aracnae”, araña, dando a entender que pertenece a la familia de los ratones y que se llama así por ser pequeño como una araña. Para abundar en su razón, citan el “musculus”, ratoncito (que es como debiera haberse llamado la musaraña en cualquier caso).
Pero ese empeño en tener razón hace agua por todas partes; en primer lugar, solo se usan voces parecidas a musaraña en la península ibérica y Francia, porque los ítalos –más acertados-, apuntan al topo para nombrarla: “Toporagno”, siendo esta terminación en “año”, lo que despertó mi interés al ser igual a la de los portugueses, “musaranho”.
Y la del “musgaño”, claro, versión muy común en España para la musaraña.
¿Tiene la musaraña algo de “mus-mur” o de “araña”?. Evidentemente, no, ni es ratón ni teje ni trepa, lo que determina que ha debido de ser la combinación de ignorancia y obsesión latinista la que ha perpetuado la idea de ratón-araña que ya imponía Covarrubias hace 300 años, porque alimentaba la idea central del Latín.
La herramienta externa más llamativa de la musaraña (mucho mas que su saliva paralizadora), es su exagerado hocico capaz de flexar como un muelle, alcanzando un círculo amplio donde sus bigotes y olfato no delan poro sin escrutar y sus dientecitos devoran sin demora.
Ahí está la definición de (primero) musgaño y luego musaraño y musaraña, impuestos estos últimos por el santo orden de la grafía ortodoxa.
“Musu” es el hocico, la geta en Euskera común y “gaño” (hoy en día, “ganora”) es la habilidad, la destreza, la lucidez y el arte; la efectividad.
Musaraña, si de algún lado viene, lo hace de “musugaño”, ese hocico desproporcionado de tamaño y efectividad que nuestros antepasados atentísimos supieron bautizar mucho mejor que explicar los pedantes académicos.