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Ofrenda

En este mundo pagano del último medio siglo, apenas se oye hablar de ofrendas salvo en algunas fiestas como las recién pasadas (por agua) Fallas valencianas o en las del día de muertos en Méjico, pero antes, cuando la dinámica del mundo se repartía entre aspectos terrenales y divinos, las ofrendas eran comunes cada poco tiempo.

Ofrenda, que en Latín se dice “oblatio” y que en la mayor parte de las lenguas latinas puede sonar “ofrena, oferta, oferta, offre, ofrenda, ofranda….”, nos dicen que en todas estas lenguas las diferentes versiones, vienen todas del verbo traer, que en Latín no se parece a la forma emparentada con el arrastrar del Euskera, “dará” que ha dado en “drá” , “tra” y finalmente con el transporte, la forma de desplazar cosas pesadas arrastrándolas sobre ramas, sino que es “fero defero”, así, para las academias, apasionadas por el Latín y su poder, lo esencial de las ofrendas no es el misticismo del acto de brindar productos u oraciones ni una posible explicación de los motivos que llevaban a los antiguos a ello, sino el acarrear.
Sin embargo, las sugerencias del Euskera remueven estas propuestas dogmáticas retrotrayéndonos a una época anterior a la urbana y agraria, más cercana a la dinámica que se narra en el Antiguo Testamento, donde un pueblo pastor-recolector, seleccionaba los mejores frutos de cada temporada y tras ofrecérselos al “creador”, los exhibían, asaban o exprimían y se los tomaban en alegre armonía de práctica y mística.
“Ob” es una raíz fundamental del Euskera que indica un plus de calidad; “ob” es lo mejor de cada conjunto y es la piedra, el cimiento que ha dado lugar al “optimus” latino, a la opción y a la opulencia; por otra parte, “endá” es la producción, el fruto, “la renta” que producen los rebaños, los panales de abejas y las viñas silvestres…
Igualmente, la raíz de la hermosura, no es “formosus”, sino, simplemente “er”, que repetido, superlativo, “er er”, ha dado el “eder” (hermoso) del Euskera
“Ob er endá”, no tiene nada que ver con transportar ni acarrear; es una precisión sobre el producto que viene a decir “el producto mejor y más hermoso”, las primicias que los mayores recordamos que se citaban en los catecismos como “pago a la Iglesia”, lo primerito de la primavera, lo que se ofrecía a los dioses o al recuerdo de los antepasados, el cordero pascual, la leche y la miel.

El tránsito de “b” a “f” es harto conocido.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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