Pequeña elevación del terreno que domina visualmente una zona amplia.
Otero es una voz muy corriente, no se si porque sale mucho en los crucigramas o porque es un apellido común. Otra cosa es que la gente urbana de hoy sepa definirlo tan bien como generaciones antiguas que frecuentaban esas colinas de cima plana, no por ser pastores, sino porque en muchas de ellas había ermitas y se celebraban romerías.
El otro día en el programa de radio un oyente preguntó por su etimología y no pude contestarle.
Ahora, tras revisar apuntes y diccionarios ya puedo decirle algo.
Lo primero, que disiento con la “sagrada opinión académica” que hace venir al otero desde el “altarium” latino, según ellos un altar elevado en cualquier parte alejada como para que sea destacado y visible…
No les faltan argumentos a los que recurrir para embrollar el asunto y que los consultantes asuman un parto semejante, así que, para convencernos de que el adjetivo “altus” es latino, lo relacionan con el comer (“alere”) y distraernos del “magnus o del elevatus”.
Según estos secuestradores del conocimiento, nuestros antepasados vagaron por llanuras inmensas sin saber cómo llamar a las lomitas de cima plana que aparecían aquí y allí y desde las que tan bien se veía la llanura circundante…
No lo supieron hasta que uno de ellos –más místico que los demás- decidió ofrecer a su dios unos despojos y lo hizo sobre una piedra elevada que llamó “altar”. De ahí la semejanza de los oteros al nuevo invento y el que aquéllos tomaran ese nombre para los oteros
¡Es para pegarse un tiro!.
Alrededor de los once años fue una época crucial para mí. Aprendí muchos símbolos químicos y –también- que los oteros que había en la depresión del Duero, eran restos del fondo de un gran lago y que tenían forma de artesa invertida… Palabras desconocidas todas ellas, pero que tenían relación y que al buscarlas con avidez en el “Diccionario Ilustrado La Fuente”, que es cuanto había en aquéllas modestas casas, aparecían tal como nos lo habían descrito para confirmación de su certeza y convicción de los niños.
Hoy la abundancia de imágenes es inaudita, pero a nosotros nos bastaba con aquéllos dibujos. En las imágenes, un otero sobresaliente y una artesa a ser “invertida”.
Pero los oteros no son conocidos así en todas partes; apenas en Galicia (“outeiro”), siendo la forma “collis, colina, collina, colline…” más frecuente en otros romances, aunque sea menos precisa y descriptiva.
Ni siquiera la forma catalana “turó” se puede relacionar con el otero, así que la única pista se encuentra, está en el Euskera y en la voz “ote” con la que se designa a los lugares en que se posan las aves, las perchas desde las que estos animales observan casi todo lo que hay a su derredor a la vez que descansan.
Así, “ote” con leve acento en la “e”, se ha hecho sinónimo de observar, escrutar… y teniendo en cuenta que la desinencia “ero” lleva consigo el significado de frecuente, efectivo, habitual…, de la combinación de ambas se tiene “ote ero” y su forma contracta, “otero”, con el significado claro de “mirador”, voz que ha desplazado a otras previas de contenido meramente geográfico, quedando como prioritaria en Galicia y en gran parte de España donde el Castellano es lengua común.