Hace unos años nos visitaron varios miembros de una familia notable de Bangalore (en el Sur de la India), muy madrugadores ellos, en una fresca mañana de primavera llevé a tres de ellos, uno de cada generación, a una excursión hasta Burgos, subiendo por La Mazorra y volviendo por Pancorbo. Me hicieron parar en los desfiladeros del Ebro, conocido como Los Ocinos y del Omecillo para admirar semejantes cortes en la roca y los primeros vuelos del día de los buitres que se lanzaban desde las buitreras al vacío.
Aproveché para explicarles lo de la meseta, sus vías de acceso, el pastoreo, la lana y el trigo y lo de los moros (todo ello con mi flojo inglés y la ayuda del Google traslator).
Pancorbo, dicen, debe su nombre a que sobre este último río había un puente en curva (como los que gusta hacer a mi amigo e ingeniero admirado, Javier Manterola). Otros les discuten asegurando haber leído en aljamía, que durante el último cerco sarraceno al castillo de este pueblo, cuando todos se morían de hambre, unos cuervos aparecieron en el cielo trayéndoles hogazas calentitas… y de ahí “pan cuervo”.
Aunque el lector no se lo crea, estas explicaciones trascienden la charleta de un abuelo -con tres copas de aguardiente- a sus nietos, para aparecer en folletos y diccionarios… ¡País!.
A mí, que pasé por primera vez por Pancorbo recién estrenados sus túneles de la N-1 del “Plan Redia”, un pueblo ajustado al fondo de aquel desfiladero, me parecía que su nombre hablaba de algo bajo (“bae” es lo que está abajo), según un planteamiento como “Bae ankor bo”, donde “ankor” es un adjetivo aún muy usado que se relaciona con la altivez, con lo distinguido y el sufijo “bo” es la confirmación rotunda, así que la impresionante imagen de los riscos a lo largo del desfiladero podía haber dado una licencia a la seria toponimia para dejar un nombre con cariz poético, algo así como “el pasillo efectivamente soberbio”, contando con que la “p” hubiera sido inicialmente una “b”, pero, cuantos más lugares conozco, mas cuesta reafirmarse en antiguas corazonadas como esta.
Pero uno de los “kids” de la etimología toponímica es el corte y pegado adecuado de los fonemas, que puede dar resultados dispares.
Conviene empezar sabiendo que hay otros Pancorbos, algunos tan occidentales y llanos como la Dehesa de Pancorbo, en La Moraña o tan meridionales como el Barranco y el Cerrillo de Pancorbo en Sierra Nevada (este, sí, profundo como se ve en la primera imagen), mientras muy cerca del Pancorbo población se yergue la Sierra de Pancorbo con “be” y a menos de diez kilómetros al Oeste, en plenos Montes Obarenes, compite con ella, otra sierra de Pancorvo con “uve”, como si quisieran los mapas que lo de los cuervos fuera verdad.
Ambas sierras tienen un atributo común, que es el que me ha traído la duda y me ha hecho ver un cierto plano incluso al pie del Cerrillo Pancorbo.
Es de sobra conocido que el pastoreo lanar (sobre todo), gustaba que los prados frescos y salpicados entre roquedos de montaña, tuvieran navas o tierras planas en su entorno para establecer majadas o “concentraderos” y el hecho es que ambas sierras las tienen, – y de notables dimensiones- como se ve en las siguientes imágenes, señaladas con trama azul, sugiere que “pan” y planicies mantienen alguna relación.
Las planicies de estas dos sierritas que suponen más de 125 hectáreas en la primera y casi 200, en la segunda, trasladan el protagonismo a los antiguos pastores y hace pensar que el nombre no procede de la belleza del pasadizo hundido del Omecillo, sino de una cuestión estratégica para el manejo del ganado, el que hubiera llanadas cerca de las cumbres.
En efecto, el lexema “pan”, abundantísimo en la toponimia, está fuertemente relacionado con planicies de
varios tipos, unas aluviales, como en la vega de Panes en el río Deva, que concentra las únicas llanuras de cierta dimensión en un gran entorno montañoso y agreste, otras, planos de denudación muy abundantes en las dos mesetas y también algunas de decantación, de carácter endorreico.
El Arroyo de Panduro entre Sevilla y Cádiz, muestra una planicie de casi 100 hectáreas en su arranque y no al final como suele ser habitual; de ahí su nombre “pan du (r) o” , “el del llano grande”, donde “du” es la propiedad o pertenencia (como en “du eña”, la que posee), y “o” el tamaño.
“Pan”, inserto en formas familiares como “campana, campanero, panadero”, etc. Está a menudo relacionado con planicies como la de “Campanero” en Salamanca, donde no hay campanas ni campanarios, sino una dehesa llana con varias lagunas.
Abundantísimos los panes al principio, al medio o al final, con algo de esfuerzo no es difícil encontrar alguna referencia a planicies: El Alto de los Pantalones en Palencia, el de Panadiago en Navarra, el del Pan, cerca de Arévalo, el de Panquemado en La Safor, el Cerro de Los Pantalones, en Cuenca, el Chao das Pandas en Lugo, el Collado de Pan Harto en Cáceres, las Hoyas de Pantaleón en Las Palmas, la Loma de Pante en el Alto Palancia o el deseo de algo plano, como en el pueblo alavés de Kripán al pie de la Sierra de Cantabria, que es como una súplica de algo más de llano entre tantas barrancas: “Kirri”, aspiración, deseo, “pan”, llanura.
También infinidad de altos, navas y laderas aplanadas, que llaman más la atención cuando -como en la costa Nordeste de Palma, a Pana se le añade la denominación de Explanada.
En resumen, el Pancorbo con que se había empezado, no tiene nada que ver con puentes ni con cuervos. Tampoco parece que el nombre celebre lo singular de su desfiladero, sino la existencia de explanadas cerca de los riscos que rematan la sierra; así, a partir de “pan”, llanadas, “ko”, pertenencia y “orbó”, excrecencia, aspereza, crestería, varios puntos de la sierra tomaron ese nombre: “las cresterías de los llanos”, que luego heredaron pueblo y desfiladero, por ser uno de los accesos naturales.
Si de un salto nos vamos a la montaña palentina, cerca de Barruelo hay una aldeíta que se llama Orbó. Su vista más peculiar es la que muestra su caserío y al fondo, la cresta caliza que le ha dado nombre.