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Pascua

Estamos en Navidades del 2020 y aunque el año ha sido un drama para muchos, no han faltado las felicitaciones cruzadas con la fórmula eterna ¡Felices Pascuas!.

Pero, ¿pascuas a final de año?…las fórmulas ¡Happy Easter!, ¡Frohe Ostern! y otras parecidas en países de lenguas germánicas, no valen para estas fiestas, sino para la Pascua de primavera…

Lo de Pascuas de Navidad solo sucede aquí y en países del nuevo mundo de habla castellana y portuguesa, América central y meridional, Filipinas…, pero nadie se pregunta el motivo.

Las explicaciones oficiales, las que aparecen en enciclopedias, diccionarios y libros de religión solo hablan de la pascua como voz de origen hebreo filtrada a través de Griego y Arameo y que en origen era “pesaj”, algo así como “liberación” de la esclavitud en Egipto, el inicio de la marcha de décadas que les llevaría a la Tierra Prometida bajo el mando de Moisés.

Una marcha plagada de sacrificios y tensiones a lo largo de la cual debieron de morir muchos y nacer otros, no habiendo nada que celebrar hasta que los emisarios de cabecera llegaron con grandes racimos de uva y noticias de una tierra fabulosa, sacrificios que hacen dudar que durante esos años se celebrara algo por aquélla turba y menos que se cebara un cordero para comerlo dando gracias a Yavéh.

 

Nadie explica el porqué de su celebración en Primavera ni la rareza de que en algunos países se celebre también al final del año, siendo lo único cierto desde el punto de vista historicista, que en un Concilio Cristiano se fijó su celebración en el primer domingo tras el equinoccio de primavera y su nuevo motivo fue la resurrección de Jesús.

El nombre de Pascua tiene tres o cuatro acepciones muy recurridas pero que no ayudan mucho a la explicación de su sentido; la más compartida contiene al principio la forma “Paas, pask, pasq, pasch…” y se da sobre todo en lenguas latinas, germánicas y alguna eslava; otra se basa en “istara, eestar, easter, ostern…”, encontrándose en germánicas y védicas, pero también existe bajo la forma “vialik, velik, wielka…” exclusivamente en eslavas.

Sobre “easter”, los sesudos germánicos quieren que tenga que ver con una diosa celta de la primavera, “Eastre”, aunque otros colegas menos mitómanos, prefieren que derive de la voz “Austrom”, equivalente a “dawn” o amanecer.

Ni la forma hebrea con su liberación, ni las decisiones conciliares ni los manejos celtófilos tienen fuerza como para convencer a quien no está predispuesto, por lo que es oportuno presentar otra solución que plantea como verdadera “Paskua” original la de final de año y a las demás, como variantes “cultas”, esto es, no vernáculas como la primera.

Para conseguir respuestas ayuda mucho el liberarse de la cómoda vida en la ciudad y vivir en un caserío o cualquier tipo de vivienda rural, donde se palpe con todos los sentidos la importancia del calor del sol, de la duración de la luz del día y de lo incómodos que son los vientos fríos y húmedos del Norte, especialmente cuando duran semanas en algunos fríos inviernos.

Sin que nuestros antecesores fueran necesariamente ignorantes y aunque supieran que cada año tras la bajada diaria del sol hacia el horizonte, llegaba un límite (el solsticio), a partir del cual el astro comenzaba a subir, ellos y todos quienes hayan experimentado el efecto de las noches largas y los días grises, tiene motivos para juntar fuerzas y celebrar que el sol, “pasa” el límite inferior y comienza a subir cuando las nubes permiten comprobar que lo hace.

“Pasá” es una raíz verbal del Euskera y un término muy recurrido por muchas de las lenguas cercanas, que en aquélla lengua es esencial tanto para las referencias tópicas como temporales.

Lo comparten casi todas las lenguas latinas… menos el Latín, donde el paso físico es “trasient” y el temporal, “ire”.

No obstante esta realidad, la matraca oficial nos dice que el “pasar” del Castellano viene del Latín “passus”, saltar (¿quién se lo puede creer?).

Obviadas estas explicaciones academicistas que lo único que pretenden es mantener la hegemonía del fantasma latino como si fuera el padre de toda cultura, el recurso al Euskera dice que “pasa kua, paskua” así, en crudo equivale a decir “lo del paso”, es decir, las fiestas que tienen que ver con la superación por el sol de la raya imaginaria que marca su caída en aparente picado y que podía haber sumido en la tristeza a los antiguos que vivían más allá de los trópicos, especialmente en el suroeste de Europa, donde se forjó la palabra.

Os aseguro que no es difícil de comprobar con un palito, un nivel o plomada y un lugar soleado y protegido, que el alargamiento de los días se nota desde el primero, el 22 de Diciembre. Yo lo hice el año pasado con mis distraídos nietos que se fijaban más en viejos rastros de caracoles que en la sombra del “gnomon” improvisado con un palito de cohete.

La velocidad de acortamiento y alargamiento de los días no es homogénea, sino que –como muchos procesos naturales, especialmente los bióticos y cinéticos- se acelera al principio y final, de manera que es más fácil detectar el cambio en los solsticios que en los equinoccios. La siguiente curva sigmoidea da una idea de ello.

Tanto el Solsticio de verano, que se celebra con hogueras ( “su an”, fuegos grandes, que dieron fácil entrada a que “Ju an” el santo degollado ocupara fecha y jolgorio), como en la Navidad en la que el nacimiento del Salvador sustituyó a las antiguas fiestas de celebración del alargamiento de los días, son momentos fáciles de reconocer sin disponer de calendario incluso por grupos nómadas alejados de sus parientes; sin embargo, el equinoccio de primavera se antoja una fecha difícil de detectar excepto para astrólogos y otros sabios, por lo que es extraño que la Iglesia fijara su Pascua Florida con base en ese evento astronómico… a no ser que quisiera usurpar también las fiestas de primavera y los celtas tuvieran razón con su “Eastre”.

Como resumen queda que Pascua era inicialmente la de invierno, la celebración del inicio de subida del sol y que su trascendencia estaba ligada a la lucha por la supervivencia y a la necesidad del calor y la luz del sol, detalles muy fáciles de menospreciar en este mundo en que todo está (o estaba) al alcance de la mano.

Hay otras pascuas como la militar, cuyo origen está certificado históricamente por una batalla naval en la que ganó Carlos III a los que cantaban : Oh Brittania, Britania rules the waves…

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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