Castellano Etimología Euskera

“Po”, raíz Euskérika que indica pequeñez, menudencia o escasez.

La primera frase en Italiano que aprendí, fue, “aspetta un po”, espera un poco, que mis amigos genoveses de los once años repetían cada poco tiempo cuando esperábamos a que nos dejaran montar por riguroso turno en su flamante bicicleta de ruedas blancas.

 

Pasando los años, la memoria registra datos con la fidelidad de un papel de calco y las formas cercanas, “poc, pocu, peu, pouco, pic…” se van añadiendo a aquel “po” de los niños ligures y al llegar al siempre complicado Latín y sus “paucum, paucus, paulum, parcus, parci, parvus…” y , especialmente al leer a los expertos en etimología asegurar que todas las formas del poco de los romances procedían de la latina “paucus” o de la acusativa “paucum” y que ambas parecían basarse en una raíz Indo Europea (inventada), “pou”, no había más remedio que pensar que los romances estaban más cerca que el Latín de esa “necesaria raíz”, es decir, los romances antecedían al Latín.

 

La cuestión quedaba limitada a las lenguas latinas, porque las demás familias, centradas en otros lexemas como “bit”, “malo”, “ligo”… tenían sus propias fuentes con aguas muy diferentes.

 

¿Y el Euskera?

 

Aunque es por muchos conocida la tendencia de la Lengua Vasca a abandonar sus voces cuando se hacen generales por otros idiomas, hoy en día ni los diccionarios oficiales de Euskera ni los de traducción a otros idiomas recogen alguna de esas voces, ni siquiera la raíz “po” o sus variantes que están insertas en gran parte de voces compuestas en el propio Euskera y en las lenguas latinas ni hay nada en sus explicaciones que pueda sugerir que una vez fuera un lexema potente.

 

Quizás la forma en que en algunos lugares se llama a los burritos (“pox”) o la que se usa en lugares de Iparralde para designar a trozos o mendrugos (“pozi”), pero nada mas aparte de los frecuentes adjetivos y afijos vascos para la menudencia, “gutxi, gitxi, murri, pitti, pizka, se, txiki, tsu, urri, xe, zamar,…”.

 

Pero el Castellano, como el Gallego, Catalán, Francés e Italiano principalmente, exhiben numerosos sustantivos, verbos y adjetivos, que sugieren que esa piecita fue clave cuando los idiomas se estaban consolidando:  “pobre, poco, pocho, poda, polaina, polea, polen, poleo, polilla, polín, polvo, pollo, pómez, popa, porche, poro, porra, poso, posta, poste, postín, postizo, postor, pote, potasa, potro, pozo…

 

Veamos algunos casos y comencemos con el adjetivo “pobre”, que todos los expertos sin excepción, juran que procede de la forma latina “pauper-pauperis”, que esta se basa en el Griego y en “parere”, parir, multiplicarse y que tras un largo camino, desde “pauperem”, “paupere”, “popere”, “pobere”, llega a “pobre”.

 

¿Es lógico que una voz tan usada haya cambiado tanto y en tantos lugares?

 

¿No será que nuestros sabios están obcecados con que sea el Latín, una lengua urbana, un lenguaje técnico y administrativo quien marcó los conceptos esenciales de las lenguas vernáculas de esta zona de larga tradición ganadera?.

 

 

En Latín, el concepto opuesto a la penuria económica, el ser rico, “dives-divitis”, nada se parece al “pauperem” de la pobreza, en cambio, en Euskera, todo el mundo sabe que al rico se le llama “aberatza”, donde “abere” es el ganado, los animales domésticos y “tza” es la abundancia. De forma opuesta, si se divide “po abere” en sus dos componentes, donde “po” es la pequeñez, mientras “abere” sigue siendo el ganado, “po abere”, contraído a “pobre”, indicaría que tal personaje tiene poco ganado, que es pobre. Ver imagen principal.

 

 

En una sociedad pecuaria, es evidente que la oposición quedaría clarísimamente relacionada con el tamaño del rebaño.

 

Veamos la pochez, el estado de falta de lozanía o de salud, tanto en plantas como en humanos.  Los maestros españoles se desviven para buscar origen al adjetivo “pocho” tan usado en todos los rincones de España y salen con que “parece una voz expresiva” o que viene de “pütidus-pütidum”, podrido, hediondo, a través del consabido viaje de cuatro o cinco cambios.

 

Pero lo pocho no es algo podrido e irreversible, pocho es un estado circunstancial que se espera superar, entonces, ¿porqué precipitarse a decir bobadas?.

 

Cualquiera que haya viajado a ciertas zonas de Euskadi, habrá oído llamar “txó” a los mozalbetes adolescentes, algo así como el “muete” de Navarra y Aragón, el “rapaz” gallego o el “quillo” andaluz, voces todas equivalentes con las que uno se dirige a jóvenes pletóricos de salud y energía, a seres incansables.

 

Si a ese “txó” se le antepone el afijo “po” de carencia, se tiene el “potxo”, alguien que no está radiante de vitalidad.

 

La poda, el arte de seccionar los chupones o la madera ya asentada de los árboles para controlar su forma, sanearlos o repartir la densidad de frutos, se asegura que procede del Latín “putatio”, voz que carece de antecedentes y que ninguna de las lenguas latinas recrea, siendo solo las ibéricas las que manejan “podar” ante un Francés que en su “tailler”, da predominancia a “ta, da”, la raíz vasca para el corte completo, el tajo, mientras los italianos la llaman “prugna”, parecido a los germánicos.

 

Explicado esto, ¿qué significa “po da”?, pues nada menos que “tajo corto” o su equivalente, “corte severo”, donde “po” sigue siendo expresión de cortedad.

 

Despiste total de la clase sabia con la etimología de la polilla, que hace solo tres siglos se creía que era un gusanito de generación espontánea en la ropa no oreada y cuyo nombre se tenía por equivalente a “polvilla” por generar  mucho polvo, pero que actualmente no hay mejor opción, ya que los expertos siguen discutiendo si viene de “pullulare” o de “pabulari”, propagarse o comer, sin percatarse de que con la disección adecuada, se ve iniciada con «po», el prefijo arcaico vasco que significa «micro», partícula mínima.

 

El siguiente componente, «li» es la raíz relacionada con el desprendimiento, con el arranque de material, el producto de la “lixa” o de la “lima”, una suerte de polvo o serrín fino. La parte final, “eilla”, la que lo ejecuta, pone fin al río “po li eilla”: La que genera partículas finas.

 

Y llegando al pollo, la confusión continúa. Se nos enseña que su nombre procede del “pullus, pulla, pulum, cría o cahorro de cualquier animal, multiplicidad que no se repite en ninguna lengua latina, donde –además de las similares a pollo-, aparecen rarezas como el “frango” portugués.

 

El nombre genérico para las aves gallináceas en Euskera, es “ollo”, elemento que si es precedido por la raíz “po”, da el “pollo”, elemento del grupo que no llega a la madurez, que no es una gallina completa. En este caso, “po” es indicador de un estado incompleto.

 

También el polvo puede incluirse en esta serie. ¿Quién no ha oído a un andaluz decir “porvo”? y ¿quién no ha sonreído pensando en que es un ignorante?.

 

Pues es muy probable que ese meridional esté en lo cierto y que el polvo no proceda del “pulvis pulveris” latino, sino de “po orbo”, donde “po” es la condición de partículas micro y “orbo” (el orbo de urbanizar), indica la remoción del suelo.

 

O el porche o pequeño cobertizo que nos aseguran que está relacionado con la puerta y el pórtico y que italianos y otros muchos llaman “veranda”, pero que bien podría ser una contracción de “po or txa”, donde “po” es la limitación, “or” la altura o elevación y “txa” el concepto de cobertura o protección, resultando un techo bajo.

 

¿Y los poros de la piel o la madera?. Lo oficial es que procede del “poros” griego, pasadizo, a través del Latín, pero, los pasadizos, ¿ no se traducen por “diodo”, como los diodos de electrónica?.

 

La hura, el hueco alargado por excelencia está un poco “demodé” en Castellano, donde ya solo la usamos los cazadores, seducidos todos los demás por la idea de que fue antes “forare” y la efe mudó a hache. “Po ura” es el hueco microscópico por el que la piel respira.

 

 

Los potes cerámicos deben llevar usándose cerca de 10.000 años; no obstante tal antigüedad, los expertos en etimología nos dicen que fue del “pottis” latino, la vasija común, de la que llegan no solo el pote del Castellano, sino los diversos “pot” de varias lenguas latinas y germánicas.

 

Pero el pote no es una vasija, el pote tiene un agarradero “ote”, un agarradero mínimo, pero suficiente para retirarlo del fuego y en ese detalle está el nombre: “Po ote”, asa pequeña. En la imagen el mayor de los potes de mi casa, con sus agarraderos mínimos.

El potro, cría de caballo que en Latín se llama “equulus”, los sabios quieren cambiarla a “pullitrus” para que se parezca al francés “poulain” y al italiano “puledro”, asegurando que el catalán “poltre” es el intermedio antes de llegar al potro ibérico.

Este camino es muy sospechoso de manipulación, porque “po dro” es muy expresivo y significa “pasitos cortos” (como contraste a lo que luego será un galope), una característica común a los potros y potrancas recién nacidos.

La historia del pozo es comparable sino superior a todas estas ya que se nos asegura que tiene su origen el el “puteus” latino, la perforación que se hacía para alcanzar las aguas freáticas y que tras la correspondiente alteración para llegar al Latín Vulgar, el cambio de “teu” a “tio”, el cambio de “ti” por “z”, etc. se llegó al pozo, que con ligeras variantes (“pou, puits, pozzo, poço…) tomaron las demás latinas, excepto el Rumano.

La otra versión dice que la voz vasca para el pozo (natural), el agua aflorante en superficie, es “os”, que en España ha dado frecuentemente en “oz” y en “oj” (compárense los apellidos Osinaga y Ojinaga, que significan lo mismo, pozazal de pozos grandes), siendo frecuentísimos los lugares en que los ríos tienen “ojos”, pero también donde lo que hay son “hocinos”. En la imagen, ojo del Jiloca transformado en elemento urbano.

Ni unos tienen que ver con el reflejo de la córnea ni otros con las cuencas de los ojos y ninguno con hoces o tramos de río curvos; todos se refieren a distintas modalidades de pozos, unos artesianos, otros estacionales y muchos mas del tipo “marmita de gigante”.

Si “os” era el pozo normal y “os in” era el grande“, po os” era el pequeño, el difícil de encontrar, el doméstico, así su nombre articulado quedó como “po os a” (poza) y el de mayor profundidad, decantó en “po os o”, pozo, haciendo el juego de género.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

2 Comments

  • Gauza bat da «po», eta beste bat «pot». Erderaz ala Euskeraz, pota, txibidja (sepia) da, ba-dakizu txibidjak potoloak direla, laburr, lodi eta mamintsuak, orduan, nire ustez, pottoka, pot (lodia) gehi oka (maitegarria) egiten da, hau da, saldizka lodi eta maitegarria dirudi.
    Zorionak iturri hori aurkitzea gaitik… asko daude errutitik eta hemendik ere. Nik bat aurkitu nuen Karrantzan.

  • Yo no lo creo así, nos han engañado mucho con la génesis del Castellano y las gramáticas no han sido desde Lebrija muy dadas al análisis, sino a la doctrina.
    En pozo-poza, hay una idea latente de profundidad-extensión, pero es reciente. En cubo-cuba, lo original es «upa», tonel; «on» si está relacionado con el tamaño.

    Saludos

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