Espacio limitado por el diedro que forman dos planos verticales reales o imaginarios que se cortan en una arista.
Solo Catalán y Valenciano usan una voz (“racó”) algo parecida a la castellana rincón, que ya –a comienzos del XVII- Covarrubias reconocía ser “Castellana Antigua”, pero desconocer su etimología.
No se ha avanzado mucho en cuatro siglos a no ser el atrevimiento oficial de proponer la forma del Árabe Marroquí “rukan”, esquina, aunque no explican que el rincón castellano es esencialmente cóncavo, muy distinto de una esquina convexa y tampoco explican (si fue así), cómo una voz tan importante que el idioma no podía prescindir se olvidó completamente para tomar otra ni por qué pasos evolutivos pudo pasar de “rukan” a “rincón” para llegar de una a otra forma.
Además, en el Árabe clásico al rincón se le dice “zawieton” y en Thamazig, “zigemmarz”, ambas muy distantes del rincón.
Las demás lenguas latinas tienen formas muy heterogéneas: “racó, contornu, coin (coá), recuncho, ángulo, ánguli, esquina, colts…”, las germánicas y celtas más uniformes, andan alrededor de “corner, cornel, hörn, ecke…” y las védicas aún más uniformes, “kon, kona, kuna, khüna…”, recuerdan un poco a la coda del rincón.
Nuestros sabios nunca han sabido abstraerse y viajar a tiempos anteriores a los textos escritos, por eso, cuando piensan en un rincón, lo hacen en el rincón de una habitación de una vivienda u otro edificio, pero los rincones son un concepto antiquísimo ligado a las primeras particiones del mundo en tramos de explotación de pastos para grupos “civilizados” de pastores y esas particiones se basaban en una compleja red de mojones.
España conserva miles de estos mojones, muchos de ellos en cumbres famosas, donde el Instituto Geográfico nacional ha colocado sobre o adosado a ellos ellos, “vértices geodésicos” de diferentes categorías, que mallan completamente el territorio por medio de triángulos. Ver foto del Monte Murumendi en Gipúzkoa.
Si buscamos entre los casi tres mil “rincones” y derivados que hay en la topografía, encontraremos decenas de ellos en “altos, cerros, lomas, llanos, montes…”, lugares donde es imposible que haya un rincón, pero donde siempre hay una piedra hincada o un cúmulo de piedras cuidadosamente colocadas que constituían hitos de referencia territorial (mojón en Castellano, “mugarri” en Euskera a partir de “mu” movimiento, “ga” ausencia y “arri, harri”, piedra, piedra inmovilizada).
De estos mojones o piedras hincadas, en Euskera también “harr ink”, piedra clavada, partían hacia otros mojones las líneas que compartimentaban el territorio, de manera que cerca de ellas se podían juntar varias líneas, formando “rincones” o ángulos agudos, que determinaban los ámbitos de derecho de pasto de cada agente o familia.
La voz inicial “ar ink oi”, función o hábito de la piedra hincada (de “oi”, ley, hábito), mudó con el tiempo a “arrincón”, de la misma manera que “botoi, bastoi, abioi, arpoi, Aragoi, kotoi, arratoi, camioi, coltxoi, erosioi, gidoi, saboi, latoi, muñoi, peoi, timoi…”, dieron en botón, bastón, avión, arpón, Aragón, cotton, ratón, camión, colchón, erosión, guion, jabón, latón, muñón, peón, timón…”.
Luego, la aféresis –muy corriente-, se llevó la vocal inicial, quedando el potente concepto del rincón, listo para ser usado en las grandes construcciones, en el mobiliario y en muchas otras aplicaciones.