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Rodaballo

De entre los peces planos adaptados a vivir en el fondo, el rodaballo es el que más halagos ha recibido en la historia, así que, buscando se encuentran hasta poesías que lo hacen acreedor de la mesa de los reyes.
Su nombre más extendido (entre los países menos pescadores) oscila entre “tarbot”, “turbot”, “turbait”, que los expertos asignan a la forma circular de su cuerpo, como un trompo, “turbo” en Latín o también a llamarse “rombo” (“rhombus”, rueda mágica en esa misma lengua) en otros o como segundo nombre… O entran los defensores del Celta y explican que “rota”, rueda más “ballos”, cuerpo, da una explicación precisa de su forma…, cuerpo redondo.
Explicaciones que encajan si no se es muy crítico, pero que suelen ser bien recibidas en los ambientes cultos, más preocupados de que el referente sea de buena cuna, que de su lógica y de una semántica racional.
Todos esos mecanismos de explicación lingüística que ponen antes de los méritos del animal para ganarse un nombre, utensilios o elementos de una civilización avanzada, como un trompo, un rombo o una rueda, fallan por su base, porque pretenden o insinúan que civilizaciones que viajaban en carretas o que jugaban a la trompa en la plaza de un pueblo, no conocieron el pescado hasta épocas recientes y -entonces- le asignaron un nombre que ya manejaban, pero cualquiera que haya paseado descalzo al comienzo del verano por las pozas que quedan en marea baja en las playas de los estuarios cantábricos ha visto pequeños rodaballos esfumándose al momento entre la arena.
Y si los niños veíamos alevines, los mayores se las ingeniaban para pescar a los adultos.
La pesca, la caza y sus actividades auxiliares, han sido una inmensa fuente de información hasta hace muy poco tiempo: Hasta que la pesca masiva de arrastre, los palangres infinitos o las kilométricas redes de enmalle han privado a los pescadores y manipuladores del pescado, de conocer las reacciones de unos peces -que ya llegan muertos a la superficie-, peces que cuando eran pescados “a anzuelo” y llegaban a la mano en minutos y con toda su energía, dando cada uno de ellos un mensaje distinto sobre su fisiología o sus estrategias y potenciales que podía servir para denominarlos.
Pescando a anzuelo, era muy habitual que los rodaballos y sus primos los gallos, emitieran un sonido gutural bastante potente al sacar su cabeza del agua, “orró” es la forma de llamar a un rugido ronco en Euskera y “dabal”, una expresión que equivale al adverbio “ya”, de forma que “orro dabal”, se traduce como “ya ruge”, que con la desinencia “eio” (frecuente), describe a unos peces de los que esperabas un rugido de protesta al sacarlos del mar.

La pérdida por aféresis de la “o”, lo ha dejado en “rodabal eio”, que gallegos, portugueses y españoles que lo han pescado con intensidad hasta que han conseguido criarlo en tanques, han conservado desde tiempo inmemorial.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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