Ayer visitamos el yacimiento arqueológico de Veleia, donde el escándalo no es que un arqueólogo haya intervenido en un certificado falso y en dos mil irregularidades, sino que “el Sistema” haya conseguido una sentencia judicial farragosa para congelar una investigación científica que podía acabar con el prestigio de una tropa de oportunistas, así que los organizadores me pidieron que resumiera algunas de las cosas que no aportó Roma.
Mosaico y patio en portada.
“Motz a iko” hecho cortando (la piedra) y “bat i o”, el que recoge (el agua).
Tras este comentario a la imagen del mosaico, comienzo diciendo lo que sí aportó, que es el arte para encarrilar a los pueblos del momento en un “Proyecto” que impuso una forma de vida basada en el orden decidido por algunas élites y aplicado por un ejército muy eficaz.
Igual que las economías piramidales, el imperio se vino abajo cuando se acabó la expansión territorial.
Pero según la cultura reinante en la Europa Sur y Occidental, no solo aportó eso sino que todo el saber, la técnica y el sistema en que vivimos se debe a los romanos, al imperio de Roma que duró más de mil años y en España y Francia estuvo presente más de setecientos.
Más aportes… la lengua castellana y los demás idiomas cercanos, la división territorial, la legislación, la navegación, las obras civiles, las ciudades ordenadas, el vino, el aceite, las castañas…
¡Todo, hasta los nombres de los lugares!.
Esto se ha enseñado así al menos desde que Antonio de Nebrija publicara su Gramática poco después del descubrimiento oficial de América.
Esto influye en las gentes sencillas, pero no le damos importancia alguna porque lo ponemos en la misma estantería que el Antiguo Testamento, los Evangelios o el Korán, vamos como leyendas de relleno, pero el problema surge en nuestros administradores del saber, los catedráticos de universidades, institutos y asociaciones y los académicos de la lengua, porque estos hacen suyo el ambiente y con su visto bueno, editores, novelistas, cineastas, dibujantes de cómic y hasta las agencias de prensa hacen piña y no hay quien abra un resquicio entre las cerradas apófisis de ese fruto verde.
Como ejemplo, a continuación, va una muestra elegida entre los cientos de nombres de lugar que los individuos más destacados de esa cultura en la especialidad de “Toponimia” aseguran que derivan de nombres de dioses o humanos y lo hacen “con autoridad” pero sin tener prueba alguna.
Lo hacen, simplemente cotejando listas de nombres y asignando a los que suenan parecido la propiedad de una hacienda o villa que -según ellos- dio nombre al lugar, haciendo uso de un delirio humanista-deísta exagerado que no tiene pies ni cabeza.
Pues nadie lo contesta aunque es ley que los topónimos pertenecen mayoritariamente a series complejas elaboradas sobre una base racional que describe peculiaridades de la comarca, el lugar o el elemento de referencia y conviene estudiarlos en grupos: No se puede, no es científico, ni honrado ni –siquiera-cuerdo analizarlos de uno en uno quitando, poniendo o modificando cuantos morfemas no encajan hasta que el nombre completamente alterado diga algo parecido a lo que queremos escuchar:
Río Nerbión, diosa Nerva
Artziniega, un tal Marcinius
Paresi, el señor Speries
Areitio, Areitium Vetus
Bermeo, un supuesto Firmius
Bilbao, tuvo que ser Vilvius
Getxo, uno de los varios Cetarium
Barrika, Varro
Gorozica, Colosiani
Mundaka, quizás Montanus
Markina, claramente, Marcus
Begoña, puede que Viconius
Orduña, Fortunio
Mungia Munio Munchiensis…
Esto es el producto de un delirio (por no decir de un contubernio) y en una sociedad sana debería suponer un escándalo que algún fiscal de defensa de la vergüenza debería denunciar como “mal uso de la universidad”, porque todos estos nombres pueden ser explicados con coherencia desde el Euskera y significan cosas lógicas, proporcionadas y fáciles de recordar que no tienen nada que ver con un supuesto mundo lleno de fincas de patricios entregados a Roma.
Es cierto que hay leyes fonéticas y todos las conocemos y las usamos, pero su uso ha de ser discreto y comedido, como el de las especias en un buen menú.
Antes de nada, hay que comprobar si el nombre ya sugiere algo en Euskera y en los idiomas locales y si comparte con otros uno o más grupos fónicos, secuencias o particularidades.
Qué otras cosas trajo ese imperio?
Para los ingleses, el Calendario, los censos, la calefacción central y baños calientes, acueductos, calles pavimentadas, cemento, ladrillos, ciudades, berzas, uvas, peras, ortigas y guisantes y librerías públicas, tablones de anuncios, bomberos, policía, gatos y el lenguaje.
Para los franceses, no tanto aparte de los orígenes del francés y nada si no fuera por el ejército inspirado en los Hoplitas, los jardines, el vino, la medicina y la filosofía.
Para los portugueses, lengua, literatura, instituciones, ingeniería, artes plásticas y el derecho romano.
Como denominador común, todos recitan como un estribillo, que las lenguas latinas se originan en el Latín, cosa que es radicalmente falsa 1) aunque los siglos de gestión dejaron numerosas huellas en estas lenguas.
Pasando al mundo real, al campo, en España se dice con insistencia que trajeron el olivo, cosa que cualquier fitólogo desecharía al momento solo con recordar que el acebuche se extiende por toda el área meridional y oriental del país, justo donde más olivos “modernos” hay y que la “Acebuchina”, el aceite de la aceituna del olivo silvestre o acebuche es conocida como “El aceite de los dioses”, solo que es muy laborioso recoger sus minúsculos frutos comparados con la aceituna (en la imagen).
Como confirmación de la explotación de cultivares avanzados de olivo antes de Roma, en el municipio de Antas, cerca de Vera, en Almería, está el yacimiento arqueológico de El Garcel, donde se han encontrado estructuras de almacenamiento de cosechas (silos) y entre otros restos, huesos de aceituna de 5.000 años de antigüedad.
Algo parecido sucede con la vid. En todos los programas educativos se dice que esta planta fue traída por los romanos, sin embargo, no solo se han encontrado restos de viñas de 30.000 años en el Prepirineo, sino que la vid silvestre, se ha conservado en casi todos los lugares de Iberia en que la agricultura o la selvicultura no han sido totalmente destructoras.
En el mapa siguiente se ven las zonas en que se ha perpetuado. Esto quiere decir que las variedades o cultivares creados aquí mismo o traídos a lo largo de siglos, que la ingeniería del injerto no ha acabado con los genotipos originales.
Las castañas son otra fruta que se menciona en prospectos, manuales y hasta en textos como “traída por los romanos”, pero avances en la palinología y estudios genéticos la colocan mucho antes en la península, reduciéndose algo su ocupación en el LGM (17.000 años). Otra mentira difusa.
También trajeron la calle, que solo está en el Castellano, mientras todos los demás primos usan variantes de “rúa, strada, vía…” y solo el vasco tiene “kalé” con significado de “encastrado” es decir, con piedras incrustadas, lo que define sin duda alguna la forma de hacer amigable un barrizal.
Aquí es oportuno recordar que también estrada procede del vasco a partir de “esi tarte”, esto es “entre cierres”, en referencia a los pasillos entre corrales o cercados.
El ladrillo (esta sí es voz latina relacionada con “later”, arcilla), pieza prismática de arcilla cocida, fue la solución constructiva para lugares como Babilonia donde no había piedra y es posterior al bloque (“bola ke”, o bolo, canto rodado tallado) y al adobe, nombre que se suele asignar al Árabe “tub”, siendo que en vasco “at obe” significa “el mejor enlace”, cosa coherente con lo fuertes que resultan los muros de adobe construidos sobre cimiento de mampostería de piedra por iberos tartésicos y lusitanos cientos de años antes de la visita romana.
También se dice (sin ningún fundamento) que el gato doméstico “catus”, fue difundido por los romanos desde Egipto, pero sabemos que el silvestre “felix silvestris” estaba en todas partes de lo llamado occidente, incluido el Norte de África y -por tanto- pudo haber sido domesticado en cualquier punto.
El cemento y sus derivados, el mortero y el hormigón, también se asignan sin la menor duda a los romanos simplemente porque hay evidencia de que se usaba en sus obras y son ellos los primeros en citarlo.
Pero, ¿Es eso suficiente? ¡No!
Hace unos años se ha descubierto en Turuñuelo, Badajoz, un túmulo trescientos años anterior a la llegada de los romanos a Tarragona en el que entre cien cosas interesantes, ha aparecido una soberbia escalera de mortero de cemento.
¿Alguien lo ha divulgado? ¡No!, lo que se ha hecho, es cerrar el yacimiento con la disculpa del Covid y de que no hay dinero.
Hace tres mil y más años, se usaba el mortero de cemento y su nombre era “zimentu”, nombre que nada tenía que ver con las manipulaciones aplicadas para que cemento venga del Latín a través de “caedere”, sino de “zim” desecación, deshidratación y “mendu” procedimiento, técnica; la forma en que entonces se llamaba al fraguado.
Esa es la táctica que se aplica desde hace trescientos años, consistiendo en divulgar ”ocurrencias latinas” que al estudioso independiente le despierta la idea de que la cultura ofici
al tiene miedo de la verdad en lugar de aspirar a ella.
Creo que los infinitos agentes que trabajan y viven de la cultura padecen aquel famoso “Síndrome de Estocolmo” que consiste en hacerte un esbirro más de la auténtica tropa de esbirros que viven de esa cultura y escatiman cuanto pueden para la Cultura de verdad.
Hay mil elementos y sistemas más; la vela latina no fue traída por los romanos (que usaban velas cuadras) ni por los árabes, sino que era ya conocida en el Cantábrico y llamada así por la forma de sonar tensa por el viento, ya que fue la primera modalidad de vela de ceñida. “Lat a” es el ruido de estructura estable que se repite. “Lata” es el ladrido de las zorras y ladrar es la contracción de “lat era”, así como “lat ari” era el hermano lector, el que leía pasajes sagrados durante la comida y latón, evolución de “lat oi”, material que da un mismo tono en los platillos y campanillas.
Tampoco la letrina es un invento romano. Simplemente significa “reventadero”, donde la gente va a defecar, ni coro es “chorus”, lugar cerrado, sino “go oró”, lo alto de la bóveda, lugar eufónico de las cuevas y abrigos donde se cantaba.
El Euskera, por si solo es capaz de quitar el corcho a esta botella hermética. Con el recurso de otras disciplinas, los avances en Cultura serían sorprendentes; solamente en mis fichas tengo más de 2.200 voces del Castellano que se asignan oficialmente al Latín y son neta y meridianamente procedentes del Euskera. Las del Latín, Catalán, Francés, Italiano y Portugués que acopio en nuevas fichas, aumentan de número de día en día.
¡Ah!, también las del Inglés.
Seguiremos…
[1] Recomiendo leer “No venimos del Latín” de Carmen Jiménez
Buenisima la comparacion con las organizaciones piramidales. Gracias