Escrito de tamaño y formas destacados, que advierte de una localización o servicio.
Todo el mundo sabe lo que es un rótulo, pero los encargados oficiales de la Etimología; los que cobran o son famosos por ello, esquivan tratar el origen de esta voz, dejando las posibles opciones en un triste anonimato.
Así, todo lo que se puede encontrar en el yacimiento principal de explicaciones, es vago y equívoco; unos dicen que deriva del Latín tardío “rotülus”, ruedecita y otros, que el “rolulus” latino se refiere –en realidad- a un rollo de papel o a un papel doblado y plegado.
También hay quien dice que se entendía por tal nombre, el título de un escrito.
La cosa es que apenas hay parangón en las lenguas cercanas, que alternan tres o cuatro formas de llamar al rótulo, (“label-lebal”, “signo-signum-semn…”, “etiqueta-tikketta…”) mientras sólo el Catalán exhibe su “rétol”, forma más arcaica que el “rótulo” del Castellano.
En este mundo de plásticos, vinilos, metales pintados al horno y joyas talladas por robots, no es fácil encontrar románticos que quieran seguir usando medallas de tabla pulida como las que usaban nuestros antepasados tras ser grabadas con piedras rusientes…
Solo algunos cuerpos de bomberos las usan y reparten a sus amigos y benefactores, engarzadas en marcos de plata, como la de la imagen.
Pero es muy probable que de igual manera que algunos negocios, parques naturales y otros entornos, distinguen su amor a lo natural y se anuncian mediante carteles de madera “pirograbada”, esta técnica muy versátil y económica se haya aplicado profusamente antes incluso de que la historia comenzara a recoger informaciones sobre cómo vivía la sociedad de cada momento.
Hay que tener en cuenta, que madera y fuego lo hay –casi- en cualquier lugar de igual forma que hachas, espadas o buriles, eran útiles habituales desde hace milenios.
En ese estado de cosas, cualquier grupo humano puede cortar y grabar al fuego con primor una tabla sin necesitar pinturas, disolventes ni útiles complicados.
¿La idea?
Procede del Catalán “rétol”, posible compactación y aféresis de “erré (t) ol”: Tabla quemada.
La pérdida de la “e” inicial es muy frecuente, como lo es la introducción de consonantes dentales como “d” ó “t” entre vocales para mejorar la dicción.
Finalmente, “ol” es la expresión de la madera labrada, así que el conjunto puede referirse a la técnica de grabar madera con mensajes o fantasías artísticas, que en este caso se llamaban “id ol”, tablas con imagen: Los ídolos.