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San Miguel de Arritxinaga

San Miguel de Arritxinaga y Jorge Ribero Meneses

La ermita octogonal del siglo XVII acoge tres rocas colosales apoyadas entre sí y que crean una especie de cavernita en la que se halla el altar. El conjunto se halla en la orilla derecha del arroyo Urko, que unos pasos más adelante, entrega sus aguas al río Artibay, en el término de Markina.

En el presente avance, aporto unas cuantas vistas de las rocas y del entorno, que son suficientes para explicar mi primera impresión respecto al origen de tales rocas y del fenómeno que las ha dispuesto de tal manera.

No había vuelto a ver ermita y rocas desde finales de los años sesenta, cuando un grupo de amigos con el carnet de conducir reciente y con ganas de romería, recorríamos los rincones de Bizkaia. El recuerdo que guardaba no me servía para responder a las preguntas de Jorge María que me pedía opinión sobre la posible procedencia espacial de las rocas, así que aprovechando que el día de Noviembre era agradable, me he provisto de imán, brújula, ácido clorhídrico y mi martillo de geólogo y he vuelto a buscar la ermita singular que el crecimiento urbanístico desordenado de los últimos años ha escondido entre bloques de viviendas impersonales, pavimentos impresos y árboles extraños, dejándola en un rincón sin apenas algo de aquélla cuenca visual rústica que recordaba.

Las rocas siguen como hace cincuenta años, aunque ya los solteros no siguen el rito de pasar por el hueco para conseguir que el arcángel del inicio del otoño les envíe pareja. La ermita se localiza en el mapa de “Sigpac” junto a la “M” de Markina.

Aunque el recuerdo del tamaño gigantesco de las rocas no me permitía pensar en meteoritos, llevaba el imán por si había trazos de hierro sideral. No me hizo falta siquiera el ácido, porque la constatación de que la roca era caliza, se sostenía por varias condiciones: Una diaclasa clarísima, el color, olor y textura, la relativa blandura y la coexistencia de carbonatación densa, junto con indicios de toba, lo que hacía pensar en una caliza superficial, creada en ambiente continental, muy diferente de las calizas que ahora mismo aparecen en el nivel de cimentación de la ermita y en los alrededores, que son calizas marinas muy densas. Ver dos primeras imágenes.

  

En la tercera foto, tomada desde la ladera, se observa en primer plano el tejado de la ermita y al fondo, las canteras de caliza densa en la ladera de Otaolaburu, caliza idéntica a la encontrada en el subsuelo del camino utilizado para conseguir cota para la foto.

¿Cuál ha sido el mecanismo?. La primera impresión es que en esta zona caliza vasca, lo mismo que ha sucedido en la zona de Karrantza, en Liendo de Cantabria, en Ojoguareña (Burgos) y en muchos otros entornos calizos, las calizas marinas emergidas (aparte de diversas deformaciones tectónicas de gran escala), han sufrido la erosión interna de numerosos ríos que cuando han creado cavernas suficientemente grandes, han llegado a colapsar para formar dolinas y “poljes”, viniéndose todo “el techo” súbitamente al suelo.

Es posible que parte de las calizas “jóvenes” del antiguo suelo (techo), hayan quedado en el nuevo límite inferior en forma de dovelas gigantes.

El agua de la lluvia y los ríos, han ido retirando las partes menos resistentes y solo esas rocas han quedado libres de ripio y de los subproductos de descarbonatación, exhibiendo esa postura inverosímil, que nuestros antepasados habrán utilizado –con seguridad- como “meeting point” de las tribus durante milenios y que al llegar los apóstoles de Roma o de Liébana, no han dudado en atribuírsela al ángel preferido.

Aunque la disposición de grandes piedras en formaciones increíbles pueda parecer imposible, la naturaleza trabaja sin prisa y de vez en cuando nos obsequia con casos “más difíciles todavía” como este “Puente Inmortal” en las montañas amarillas de China.

En lo que al topónimo se refiere, lo más probable es que originalmente fuera “ar itxi (n) aga”, literalmente , “lugar de piedras atascadas”, dada la preferencia del Euskera de llamar rocas solamente a las que se hallan formando cuerpo de una masa, en tanto que “ar” puede ser desde un guijarro a una mole desprendida de una masa principal.

“Itxi” es una raíz con variedad de significados, pero todos relacionados con la idea del cierre, de la obstrucción, del atasco. La “n” puede ser tanto un apresto estético intervocálico, como el resto del genitivo “en”, que ha sufrido una aféresis y el “aga” final es el locativo o indicativo de lugar.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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