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San Telmo

El santo que no existe.

En mi enciclopedia de enseñanza primaria había un dibujo oscuro de una fragata que decía “Fuegos de San Telmo”. El maestro no supo explicarme aquello que es conocido oficialmente desde que en “Os Lusiadas” lo citara en verso Luis de Camoens, pero “aita”, con una lupa (en nuestra casa había lupa, brújula y termómetro) me mostró unas manchitas blancas sobre los mástiles y me dijo que aquello eran los “fuegos de santelmo” y que se decía siempre en plural porque los barcos que salían lejos, siempre tenían dos palos.
Él los vio en 1929 cuando navegaba de Sevilla a Vigo en medio de una tempestad.

Telmo era el santo de esos fuegos y nunca he dudado que hubiera un santo llamado así, porque conocí varios Telmos, uno de ellos era Telmo Zarra y el otro fumaba en pipa y dejaba un aroma increíble a chocolate (¿?) por los pasillos de la oficina técnica donde yo hacía de calcador, pero parece que estaba equivocado.

Fue al principio de este siglo, cuando la Wikipedia comenzó a turbar las mentes que estaban en paz, cuando fue San Telmo una de las primeras consultas que hice.

La conclusión la saben casi todos… Había habido en el siglo III, un santo varón llamado Erasmo de Formia, natural del Norte de la antigua Yugoeslavia que fue martirizado y santificado y también otro obispo sirio de ese nombre, además de que un palentino del siglo XII llamado Pedro González, que tuvo una carrera eclesiástica brillante y que ahora mismo está en la lista de “beatos”, al cual se le atribuye el “alias” de Telmo, siendo él quien acaparó la patente de calmar los temporales, aunque el santo ilirio (que también es patrón de los violinistas por aquello de que las cuerdas son de tripa), también lo pintan a veces con una llama en brazos.

Pero la cosa no es tan simple, porque varones llamados Telmo, no hay constancia de que hayan existido (aunque la Iglesia permitía bautizar con ese nombre) y lo que aparece en bibliografía es infumable, porque tan pronto ofrece que Telmo sea una alteración de una palabra germánica “helmo”, yelmo, casco, con significado de “protector”, como que puede venir del Griego “erasmos”, querido, a las que se le habría pegado la “t” de santo y así el Sant Erasmus de Formia del párrafo anterior, el santo al que en singular tortura le extrajeron los intestinos se habría convertido a través del Italiano en Sant Éramo…Sant Ermo…Santelmo.

¡Una chapuza de esas que gustan tanto a los manipuladores de la lengua y de las crónicas, pero no es extraño que especulaciones como esta lleguen a consolidarse con el tiempo y los lectores, perezosos como corresponde a los que no pretenden cambiar las cosas, las dan por buenas y estas explicaciones escandalosas, llegan a hacerse ley.

Entre los filólogos es una práctica normal –la que yo llamo “reducción en frío”- la de modificar las voces analizadas con patrones muy relajados hasta hacerlas parecidas a supuestos modelos latinos, griegos, celtas o godos, práctica que es abominable no solo porque vaya contra la razón, sino porque es un atajo por el que se pierden paisajes y explicaciones que parecen no importarles.

Uno de esos parajes omitidos que ofrece cientos de claves, es el análisis por el Euskera, una regla que debería ser básica en cualquier manejo de nombres de lugar o de voces de idiomas que aparezcan en gran parte de Eurasia, en la Macaronesia y en el Norte de África.

De lo que sí hay referencias es de que el beato palentino conoció en Vigo y Oporto la vida de los marineros y no es de extrañar que confraternizara con ellos y conociera misterios del mar; de lo que no hay datos, es de dónde le llega el mote de “Telmo” ni que significa en él, aunque se podrían plantear dos hipótesis; una que dada su facilidad para la retórica le llamaran cínicamente “ele mo” que partiendo de “ele”, lenguaje y “mo”, corto, escaso, fuera como decirle “corto en palabras”.

También se puede plantear que Pedro mendigara pescado desde las barras playas y estuarios como se muestra más adelante que hacían otros frailes descalzos a la llegada de los pescadores.

Donde sí existe “telmo”, es en la Toponimia española, sobre todo en la franja costera.

Y también allende los mares, comenzando por las islas Canarias y pasando por Cerdeña, Italia y Francia, hay, elementos costeros; elevaciones y construcciones militares, aunque en Canarias predominan las ermitas dedicadas a San Telmo; una de ellas es -sin duda- para el beato Pedro González, construida al borde de la playa, donde varaban los barcos, el relleno sistemático, la autovía GC-1 y el urbanismo masivo la han dejado en plena ciudad (actual) de Las Palmas. Foto de finales del siglo XIX.

 

Comenzando por las islas Canarias, hay, sobre todo ermitas dedicadas a San Telmo; una de ellas es para el beato Pedro González en plena ciudad (actual) de Las Palmas.

En El Hierro, hay otra ermita (en La Estaca).

En La Palma, en el puerto de Santa Cruz, hay otro lugar llamado San Telmo y en Tenerife, en el Puerto de santa Cruz, otra ermita con esa advocación y una Playa de San Telmo al lado occidental de la isla (mapa y vista en las siguientes figuras).

En los ambientes historicistas se da por hecho que los nombres canarios son de la “era Moderna” y que lugares y ermitas los recibieron por la demanda de protección a los marinos, pero dada la coincidencia casi general de localización en un promontorio o elevación, la presencia de arena y la cercanía a la costa, es necesario investigar la presencia previa de lugares con un nombre parecido.

Porque en Canarias hay una gran abundancia de nombres anteriores a la conquista y el de la Playa de San Telmo pudiera ser uno de ellos y estar relacionado con el estado de la arena antes de que los diques se comieran parte de las playas, porque se verán más casos de playas y promontorios en zonas agrestes de la costa, no precisamente en puertos o varaderos.

 

 

Por ejemplo, el San Telmo más occidental de la península, está en Lastres y es un pequeño promontorio de 30 metros sobre la Playa de La Griega, en la margen izquierda del río Llovones, donde hay una “capilla” dedicada a San Telmo.

La ladera occidental de la playa de Santa Justa en Suances, se llama Santelmo.

Como sabemos los amantes de la dinámica litoral, las playas suelen comenzar en aguas profundas , continuar en la zona inter mareal –que es la que usan bañistas, pescadores y veraneantes- y prolongarse “tierra arriba” hasta donde llegan los rociones y los vientos de los mayores temporales creando dunas, así que la zona de “Santelmo” en Suances es un ejemplo claro de playa supra litoral, que puede llegar a sugerir que el nombre sea en realidad una ligera alteración de “sand ermó”, con el significado de “páramo de arena o arena consolidada” (“ermú, eremú” es el páramo genérico y “ermó” indica también estabilización, consolidación) en referencia a una duna que puede alcanzar considerable altura, formando un entorno relativamente estéril en medio de un dominio de verdor.

El paso de “sandermo” a “santelmo” es menos violento que el citado al principio para los santos y es posible que el mote le llegara al beato, originado en la tradición citada antes, de esperar la llegada de los pescadores a las ensenadas o rías en un sitio visible, un “grao”, a donde les lanzaban la limosna en forma de pescado. Este caso se repetía también en muchos puertos; en el Bermeo antiguo, antes de los extensos rellenos que desfiguraron toda la bahía del Artza con los cinco arroyos que desaguaban allí y con el islote Gaztelu entre el “puerto mayor” (ahora “Puerto Viejo”) y la “erribera”, el muro sur de la iglesia juradera de Santa Eufemia edificada allí, se conocía como “Fraille Leku”, sitio de los frailes, pudiéndose ver en una ampliación de un cuadro de finales del XVIII la imagen de un fraile pidiendo más pescado, mientras el lego que le acompaña recoge del suelo la última dádiva.

 

 

En Barrika, donde vivo, el nombre de San Telmo está duplicado. En lo alto de una especie de surco que se inicia en la cumbre del acantilado famoso por sus valores geológicos y que baja hasta la playa de Muriola o de La Cantera, hay una pequeña ermita (ahora rodeada de chalets) con esa advocación y el nombre se trasladó a un tramo de la margen izquierda de la ría de Butrón que fue objeto de relleno y urbanización hace sesenta años y que ha hecho olvidar el protagonismo de la ermita y su posible mensaje ancestral.

Al oeste del puerto de Almería, San Telmo es un promontorio notable con castillo y faro y la cala que genera hacia levante, ahora alterada por las grandes obras del puerto, antaño ofrecía un buen resguardo a los vientos de Poniente.

En Munera, Albacete, un otero se llama Morra de San Telmo, a cuyo pie, en la ribera del arroyo que nace junto al río Córcoles, hay una ermita dedicada a este santo, justo en el borde del morro donde comienza un arenal.

Quizás la ermita más conocida para esta advocación sea la de Zumaia que se halla en lo alto del acantilado famosos por su “flisch”, siendo aquí patente cómo se ha elevado la costa cantábrica en la última época geológica y pudiendo asegurarse que hace unos 8.000, años, el acantilado –que ahora está sobre una rasa-, entonces estaría sobre una amplia playa, cuya duna pugnaría por subirse por ese cantil.

 

San Telmo es, también el punto más alto del morro que llaman “Atalaia”, en el acantilado que hay sobre el puerto nuevo de Fuenterrabía, donde hace siglos estaba la boca del estuario.

 

De nuevo surgen los morros o morreras; en Mazarrón, donde llaman San Telmo a un ensanchamiento de arrastres de la rambla de Las Morreras a unos tres kilómetros de su desagüe en el mar.

Hay algún otro San Telmo tierra adentro, como un lugar de la Sierra de Aracena, casi en Portugal, donde hubo una gran mina a cielo abierto que creó un núcleo moderno y desfiguró todo el entorno ahora imposible de escrutar.

Y al sur de Jerez de la Frontera, hay una ermita dedicada a San Telmo y dos colinitas que se llaman igual, pero la cosa no queda ahí porque hay referencias de que ahí había una conexión de embarcaciones entre la ciudad y el mar a través del río Guadalete e incluso hay citas abundantes de una playa desaparecida por los drenajes y el urbanismo, playa que se llamaba “San Telmo”.

Aparte de los citados, en España hay muchos nombres de estirpe parecida; en Galicia y Asturias hay Santelo y Santelos (una colina sobre el río Asneiro cerca de Lalín, una vega del río Orjales y una ladera en Tapia de Casariego). Santelices es muy frecuente y repartido; hay muchos Anselmos, Yelmos, Luelmos, Chelmos y Cachelmos. También hay en Galicia y Portugal, Termos y Ermos y en el País Vasco y Navarra, “ermu”, siendo curiosa la aldeíta asturiana asentada en un rellano que parece un púlpito natural en lo más remoto de la Sierra del Parque del Narcea que se llama Monesterio D’ermu y por supuesto no hay ni ha habido monasterio.

En Francia, la cultura oficial dice lo mismo que aquí, que “Elme” es una alteración de Erasmo, punto. En su parte atlántica hay dos colegios llamados “Saint Elme”, uno en Arcachón fundado a finales del XIX por los dominicos y otro en Les Sables d’Oleron, curiosamente ambos en lugares con playas enormes. En la mediterránea hay un Fuerte de San Telmo en Collioure y un puerto deportivo que puede haber tomado el nombre con la misma dinámica que en Barrika

En Italia hay isla, litoral y puerto de San Erasmo; en España, cerca de Osorno hay un lugar llamado “Corral Erasmo”, donde no hay corral alguno, sino un espacio perdido y una cantera de arena y cerca de Benicassim, un Mas de Erasmo, pero Erasmo no es un término frecuente que además se nos queda con una duda razonable sobre su significado, duda reforzada porque todos los Santelmos presentan fisiografía parecida, dunas o elevaciones del terreno formadas en gran parte de arena.

Habrá que seguir buscando.

Sobre el autor

Javier Goitia Blanco

Javier Goitia Blanco. Ingeniero Técnico de Obras Públicas. Geógrafo. Máster en Cuaternario.

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